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"Solo dos legados duraderos podemos aspirar a dejar a nuestros hijos: uno, raíces; otro, alas" (Hodding Carter)

domingo, 7 de octubre de 2007

Nunca es tarde.

Cada año, después del verano, con el inicio del curso escolar, se renuevan las buenas intenciones y la lista de proyectos personales a emprender. Pero quizá haya que empezar por el principio y hacer un examen de conciencia sobre cómo nuestras costumbres afectan a nuestra vida. Nunca es tarde para cambiar aquellas rutinas que nos pueden perjudicar.

El ejemplo es simple. Quien fuma 10 cigarrillos diarios realiza, en el plazo de 10 años, un consumo de 36.500. La cantidad de sustancias nocivas incorporadas al organismo en ese tiempo y el dinero dedicado a ello darán como consecuencia un resultado muy distinto al de aquella persona que, por ejemplo, cada día practica media hora de ejercicio físico. Al cabo de 10 años, esa media hora son 1.825 horas de actividad reparadora y de salud. La contaminación orgánica del primero comparada con el aumento de la forma física y del estado de ánimo del segundo, en el mismo periodo de tiempo, da como resultado una diferencia radical en el estado general de la persona.

Por supuesto que renunciar a un hábito perjudicial no es fácil y requiere un esfuerzo importante. La clave consiste en tener la visión a largo plazo, pero el cambio de comportamiento a corto plazo. No se trata de agobiarnos por llegar a la cima de la montaña lo antes posible, ya que ello nos desmoralizará de entrada, sino tener el propósito de comenzar a cambiar y dar un simple pequeño paso . Un pequeño paso tras otro: ése es el secreto del cambio; momento a momento, día a día. La satisfacción personal después de cada paso nos irá empujando para seguir adelante.

Son muchos los hábitos que nos ayudarán a construir la calidad en nuestra vida y la de nuestros hijos, en nuestras relaciones e incluso en nosotros mismos: el hábito del deporte, de la alimentación saludable, de la higiene, de la conducción prudente, del orden, del estudio, de las buenas relaciones con nuestros seres queridos, de la conversación familiar y del sueño necesario y reparador. Así que, feliz inicio de curso y felices nuevos y saludables hábitos. Tomado de A. Rovira. Profesor de Esade. El País Semanal. 2007; núm. 1619: 118-119.