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"Solo dos legados duraderos podemos aspirar a dejar a nuestros hijos: uno, raíces; otro, alas" (Hodding Carter)

martes, 23 de septiembre de 2008

"Nuestro hijo tiene un tic".

Los tics son movimientos súbitos, rápidos y repetidos. Se trata de contracciones musculares involuntarias y no premeditadas, tambien llamadas espasmos habituales. Los más frecuentes consisten en parpadeos, muecas, arrugamiento de la frente, giros de la cabeza o encogimiento de hombros.

Suelen iniciarse en la segunda infancia (6-10 años), aumentan con el estrés, disminuyen con la relajación y desaparecen durante el sueño. Se presentan en el 20% de los niños y son tres veces más frecuentes en los varones que en las niñas.

No suelen acompañarse de otros síntomas, pero sí, a veces, de un estado psíquico particular de inestabilidad o de cambio. Reflejan, por tanto, el rebosamiento de la tensión emocional. Significan que el niño está bajo presión. Los niños que tienen tics son generalmente normales, inteligentes y sensibles.

Los tics suelen ser más intensos en niños tímidos o excesivamente cohibidos y pueden ser empeorados por los padres que se obsesionan y observan, regañan o presionan a su hijo para que obtenga logros que están más allá de su capacidad o hacen comparaciones con hermanos, amigos o compañeros.

Si no se hace caso de los tics, éstos desaparecen generalmente en unos meses. Si, además, se hace un esfuerzo para ayudar a que el niño no se agobie y se relaje, mejorarán con mayor rapidez:

- Puesto que los tics son un barómetro de la tensión interna, los padres deben asegurarse de que su hijo tenga tiempo libre y tiempo para divertirse todos los días. Si el niño tiene un programa intenso de actividades, hay que intentar aligerar sus compromisos. Y en el caso de que el niño sea excesivamente autocrítico y responsable, hay que elogiarlo aún más y recordarle que debe ser más amigo de sí mismo.

- Es evidente tambien que se deben identificar y eliminar, si es posible, las tensiones ambientales específicas. Es decir determinar las circunstancias concretas que hacen que su hijo tenga presión.
En general, critique menos a su hijo acerca de la limpieza de su habitación, de los modales en la mesa o de las lecciones de música, ...

- No se debe hacer caso de los tics cuando se presentan. Es decir, no le llamen la atención sobre ellos. Los recordatorios dan a entender que los tics molestan a los padres. Si al niño le preocupa su tic reaccionará con más tensión aún, en lugar de aceptación. Y la tensión, a su vez, provocará más tics. No se debe permitir que nadie se burle de él y hay que asegurarse que los parientes, amigos, compañeros y maestros hagan caso omiso del tic.

- Tampoco se debe hablar de los tics cuando éstos no se presentan. Hay que suspender en la familia toda conversación acerca de ellos. Cuanto menos se diga al respecto, tanta menos aprensión tendrá el niño. Y si él trae el tema a colación, se le debe asegurar que con el tiempo recuperá el control de sus músculos y el tic desaparecerá.

-Y tambien servirá de mucha ayuda, evitar cualquier tipo de castigo por los tics. Algunos padres pueden llegar a tener la idea de que se trata de un mal hábito del que hay que deshacerse de esta forma. Es una idea absolutamente equivocada. Si al niño se le hace, por ejemplo, practicar "para controlar su tic" frente a un espejo, simplemente se dará más cuenta todavía de que no puede controlarlo. Todos los ejercicios deben suspenderse porque no hacen más que llamar la atención de forma indebida hacia el problema.

Por último, los padres deben consultar con el pediatra cuando los tics:

- interfieren con los amigos o los estudios.
- están acompañados de sonidos o palabras.
- afectan a otras partes del cuerpo que no sean la cabeza, la cara o los hombros.
- se vuelven frecuentes (más de 10 al día).
- no han mejorado después de un mes de probar este programa.
- preocupan más a los padres que al propio niño.

Adaptado de B.D. Schmitt, M.D. "Your Child's Health".

lunes, 22 de septiembre de 2008

¿Qué hay en la sonrisa de un niño?

Conocer cómo responde una madre a su propio hijo, cuando sonríe o llora, puede ser el primer paso para descubrir la clave de la relación que se establece entre ambos.

Ya desde el primer momento, después del parto, las madres muestran una especial capacidad para reconocer distintas claves (auditivas, visuales y olfativas) de sus hijos recién nacidos. Estos estímulos, como el llanto por hambre o la cara sonriente, constituyen potentes motivaciones para la madre, que responderá a ellos mediante los cuidados, el contacto físico, el habla o el juego. Es decir, se cree que la capacidad de cada madre para relacionar estas claves con las necesidades de un lactante constituye la base para establecer un vínculo seguro entre madre e hijo.

En respuesta a las indicaciones del lactante, positivas o negativas, la madre debe procesar la información y valorar la respuesta más indicada. Por ejemplo, un bebé con molestias suele provocar una respuesta de la madre para determinar las posibles causas y los mejores remedios. De forma similar, la cara sonriente de un niño suele conducir a una situación afectiva positiva en la madre que responde con sonrisa, caricias o juego.

La investigación sugiere que el comportamiento materno en respuesta a su recién nacido muestra una relación directa con el desarrollo del niño a largo plazo, en una serie de aspectos tales como su reacción al estrés.

Asímismo, los factores que disminuyan la capacidad de la madre para responder a los estímulos de su hijo, como la depresión, la drogadicción e incluso la separación prolongada madre-hijo pueden alterar el desarrollo normal de su hijo. Por ejemplo, el llanto de un niño puede desencadenar, en algunas madres, una respuesta de enfado en lugar de cuidados. Del mismo modo, en la depresión o la drogadicción materna, una cara sonriente del hijo, puede, repetidamente, no provocar respuestas positivas. Las personas deprimidas muestran menor respuesta emocional a la cara feliz y mayor memoria de las caras negativas. La cocaína parece competir con las señales de recompensa natural del lactante. Esto puede relacionarse con la frecuencia elevada de negligencia infantil en las madres expuestas a la cocaína.

Pero ¿qué hay en la sonrisa de un niño cuando consideramos la respuesta cerebral de la madre?
Como atestiguarán casi todas las madres, ver la sonrisa de su bebé es una experiencia especialmente gratificante y placentera.

En conclusión, las diferencias individuales de las respuestas cerebrales maternas a los estímulos de sus hijos son temas fascinantes para la investigación y la forma en que una madre responde al comportamiento de su hijo puede representar un importante papel en el desarrollo futuro del niño. Adaptado de L. Strathearn, MBBS y cols. Pediatrics (Ed esp). 2008;66(1):4-14.


lunes, 15 de septiembre de 2008

Observaciones de un pediatra más viejo.

Hace diez años se me ocurrieron diez simples reglas que todavía me suenan como verdaderas. Sin embargo, algo en la medicina ha cambiado. Una frase se abrió paso: "Medicina basada en la evidencia". Es el uso concienzudo y con criterio de los mejores datos actuales a la hora de tomar decisiones para cada paciente. Se fundamenta en los resultados de investigaciones, pruebas y datos sistemáticos. Es una parte tan importante de la nueva medicina que recientemente se ha convertido en el tema de una sátira ingeniosa que cita, por ejemplo, a la "medicina basada en la eminencia" como un resplandor del cabello encanecido y a la "medicina basada en el nerviosismo" como una medida defensiva ante los pleitos judiciales.

Aquellas "observaciones de un pediatra joven" pueden ahora ser consideradas nuevamente a la luz de la medicina basada en la evidencia. Se hace tambien evidente que en la atención de los niños hay algo más que ciencia, datos y pruebas.

1. La recogida de datos del paciente y su examen físico son los pilares del diagnóstico. Esto se puede describir como "medicina basada en el esmero", y nos exige la aplicación firme y cuidadosa de las aptitudes que hemos ido aprendiendo en cada encuentro con los pacientes.

2. Tenga cautela al presumir que "probablemente no es nada". Cuando experimentamos una profunda inquietud con casos que no reconocemos de inmediato estamos practicando "medicina basada en la inferencia" (de inferir: llevar, deducir, conducir a un resultado). Un niño rara vez elige estar enfermo y se debe buscar con cuidado la causa de su enfermedad.

3. Confíe en su intuición. Es la "medicina basada en la clarividencia", y nos permite escuchar algo que no es evidente al oido, o ver algo que el ojo no puede percibir. Proviene de la voz y la visión serenas pero confiables de la experiencia. "Es mejor mirar con demasiada atención o frecuencia que mirar para atrás demasiado tarde".

4. Controle si le quedan preguntas. Para actuar con intuición, a lo largo del tiempo, debemos practicar la "medicina basada en la persistencia". Ejercemos este aspecto de la medicina cuando, al finalizar el día, nuestra intuición entrenada nos deja con la sensación de que quizás hemos pasado algo por alto en un paciente y llamamos, por ejemplo, a los padres por teléfono o hacemos una consulta de control a la mañana siguiente. En ocasiones aún el pediatra más experto debe mirar varias veces para establecer el diagnóstico.

5. Los médicos no practican una medicina inadecuada en forma intencional. Nunca dejamos de convertirnos en pediatras. A través de los años de práctica, avanzamos firme pero lentamente, entrelazando hebras de verdades médicas en la tela de nuestra vida. La práctica de la "medicina basada en la confluencia" nos desafía a considerar nuestro trabajo como un aprendizaje continuo.

6. Lea el libro de texto (o algo). Nuestros pacientes se merecen médicos que siempre practiquen "medicina basada en la inteligencia": nos permite aprender y procesar situaciones clínicas nuevas y difíciles, al aplicar de forma adecuada la razón; que rara vez se obtiene en una conversación de pasillo o en un programa de educación continuada de 30 minutos. Debemos destinar tiempo a la lectura.

7. Tenga cautela acerca de delegar la responsabilidad por un paciente a otro médico. Es la "medicina basada en la derivación". Cuando nos encontramos con un problema que no podemos diagnosticar o tratar porque falta experiencia, conocimiento, tiempo o recursos, podemos consultar con otro médico o derivar al paciente. En la consulta pedimos otra opinión; en la derivación, ayuda. En ambos casos, los padres de los niños que atendemos necesitan saber que sus hijos siguen siendo nuestros pacientes.

8. Nunca subestime el deseo de los padres de que quieren ofrecer lo mejor a sus hijos. La práctica de la "medicina basada en la reverencia" exige que tratemos a los padres con el respeto que merecen.

9. El médico debe apreciar el nivel de preocupación de los padres. Cuando practicamos la "medicina basada en la benevolencia" permitimos que los padres de los pacientes vean sus inquietudes reflejadas en nuestros ojos, a través de un estrecho contacto visual desde el primer momento de la consulta.

10. Los buenos médicos pueden cometer errores. Este es el aspecto más difícil de la medicina. La "medicina basada en la excelencia" establece nuestro prestigio como un proveedor que nunca escatima esfuerzos y, si ocurriera un error, será la evidencia más fuerte de que, si bien nos hemos equivocado, no somos negligentes.

No transcurre un día sin que agradezca haber tenido la oportunidad de atender a los niños. El corazón agradecido, al cual Cicerón denominó el padre de todas las virtudes, da lugar al último de los suplementos de la medicina basada en la evidencia: la "medicina basada en la efervescencia": una expresión animada y entusiasta de nuestra buena suerte por tener el privilegio de estar en condiciones de cuidar y defender a los niños. Adaptado de C.W. Callahan, DO. Pediatrics in Review. Vol. 22, núm. 10. 2001; 367-368.