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"Solo dos legados duraderos podemos aspirar a dejar a nuestros hijos: uno, raíces; otro, alas" (Hodding Carter)

domingo, 11 de enero de 2009

La dentición infantil y sus falsos síntomas.

Muchos síntomas del lactante se achacan a la dentición. Algunos de ellos, como el babeo, la mayor irritabilidad, la tendencia a llevarse las manos o cualquier objeto a la boca y los trastornos del sueño pueden parecer leves, pero son significativos para el niño y para los padres. Sin embargo, otros síntomas, como la fiebre, la diarrea, las erupciones en la piel o la orina de color más oscuro o de olor más fuerte pueden tener consecuencias más importantes.

Las encuestas realizadas a padres y a profesionales sanitarios revelan que las creencias sobre los síntomas de la dentición son muy frecuentes. En cambio, las publicaciones científicas tienden a establecer que la dentición causa pocos síntomas o ninguno, y que no hay que atribuir nunca un síntoma o una enfermedad importante a la erupción de los dientes.

¿Cuál es la realidad acerca de la dentición?

Puesto que son muy escasas, hasta ahora, las investigaciones realizadas en apoyo de cualquiera de estos dos puntos de vista, los autores han realizado un detallado y riguroso estudio con el propósito de averiguar exactamente la relación entre la erupción dentaria y una extensa gama de síntomas. Por tanto, es de esperar que la comparación entre los síntomas que aparecen en los lactantes durante los días de la dentición y los observados durante los días sin dentición sirva para establecer si hay síntomas que se asocian con la erupción dentaria. Evidentemente y para evitar errores de interpretación, todos los registros de datos, recogidos durante 2067 días, han sido verificados y los procedimientos y técnicas de exploración se han establecido según normas e instrumentos estandarizados.

Aunque tiene sentido que la dentición pueda ocasionar, en la encía, síntomas o molestias locales leves de naturaleza inflamatoria o irritativa, el presente estudio no confirma que la erupción de los dientes en lactantes y niños pequeños se asocie con fiebre (no se halló ninguna evidencia de ascenso de temperatura durante los días de dentición), diarrea, pañales de olor fuerte, erupciones de la piel, trastornos del sueño, babeo, etc.

¿Por qué difieren tanto estos hallazgos de las creencias que aún perduran en padres, abuelos y profesionales sanitarios?

Es muy probable que la dentición sea el chivo expiatorio para muchos otros fenómenos que ocurren aproximadamente entre los 6 y los 24 meses de edad, después del período relativamente estable de los 6 primeros meses de vida. Estos procesos pueden incluir el repentino aumento, a estas edades, de las infecciones respiratorias, del oído, diarreicas y otras específicas tales como la roseóla. Por ejemplo, el babeo y las alteraciones del sueño no son más que fases del desarrollo normal, pero durante esta época de frecuentes enfermedades y cambios de conducta, los padres pueden hallar útil atribuir los síntomas menores, molestos pero persistentes, a una causa comprensible, como la dentición, que pueden combatir de un modo simple y legítimo, con el apoyo incondicional y sin críticas, de familiares, amigos y profesionales sanitarios.

Sin embargo, estas creencias pueden impedir que los padres reciban la información adecuada que les permita adoptar medidas sencillas y eficaces, como instrucciones o programas dirigidos a corregir las alteraciones del sueño, por ejemplo. Además, pueden retrasar tambien el diagnóstico y tratamiento de las enfermedades que son las responsables, en realidad, de la fiebre o de otros síntomas achacados a la dentición.

Por tanto, es hora de renunciar a nuestras añejas creencias culturales sobre la dentición, de saber que existen evidencias de que la dentición no se asocia con síntomas significativos y de empezar a abordar los temas del final de la etapa del lactante y comienzos de la primera infancia de un modo más eficaz, independientemente de la presencia de un diente que hace erupción.
Adaptado de M. Wake, M.D. y cols. Pediatrics. Vol. 50, núm. 6, 2000; 373-378.
Royal Children's Hospital, Parkville, Australia.