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"Solo dos legados duraderos podemos aspirar a dejar a nuestros hijos: uno, raíces; otro, alas" (Hodding Carter)

martes, 14 de diciembre de 2010

Miedos y fobias.

Los miedos son sensaciones desagradables que surgen como respuesta a un peligro real. Son frecuentes en los niños y en su mayoría desaparecen en un término de varios meses sin necesidad de un tratamiento específico.

Es más probable que ciertos miedos aparezcan en determinadas etapas del desarrollo. Por ejemplo, los bebés suelen tener miedo de los ruidos fuertes y de las personas desconocidas; los niños de un año y medio o dos temen a las tormentas, a la oscuridad y a la separación de sus padres; los niños de edad preescolar tienen miedo de los fantasmas y los monstruos, en tanto que los de edad escolar temen al castigo, al fracaso y a hacerse daño o una lesión física, por ejemplo, tras una caída accidental.

Sin embargo, las fobias son miedos exagerados sin una realidad que los justifique, provocan ansiedad y preocupación excesiva en el niño, duran como mínimo seis meses y afectan al comportamiento normal. Es decir, los pequeños pueden no reconocer que el miedo no es razonable y llegan a manifestar su ansiedad aferrándose a quien los acompaña o con rabietas y llanto. Por tanto, las fobias se suelen acompañar de al menos uno de los siguientes síntomas: inquietud, irritabilidad, tendencia a cansarse con facilidad, tensión muscular, dificultad para concentrarse o trastornos del sueño.

Según los estudios realizados sobre poblaciones numerosas, la frecuencia de las fobias varía del 6 al 20% y las más típicas son: miedo excesivo a los animales (arañas, serpientes, insectos o perros) y a las inyecciones o agujas y heridas sangrantes.

Respecto al tratamiento de los miedos infantiles, los padres pueden manejarlos con la orientación del pediatra. Las fobias exigen una intervención más profunda del pediatra, psicólogo o psiquiatra infantil.

A continuación se citan diversos modos de cómo los padres pueden ayudar a que sus hijos se sobrepongan a sus miedos:

1.- Identifique el problema. ¿Qué es exactamente lo que el niño teme? Haga una lista de los posibles miedos.

2.- Empiece de cero. Ayude al niño a despejar su mente de miedos del pasado. Haga una lista de las cosas que le pueden hacer más fácil enfrentarse al miedo.

3.- Ayude a su hijo a relajarse, a hacer una pausa o a cambiar de actividad o de juego.

4.- Haga un esfuerzo para que su hijo se sienta cómodo y con sensación de seguridad y confianza.

5.- Limite su atención a los medios de comunicación. Nuestra cultura abunda en mensajes atemorizantes.

6.- Consiga que el pequeño desaloje los miedos de su mente desviando su atención hacia algo divertido, interesante o que le haga ilusión.

7.- Hable con su hijo de una manera tranquila y comprensiva que le estimule a decir lo que teme.

8.- No subestime ni ridiculice el miedo del niño.

9.- No permita que el niño evite lo que desencadena su miedo. La evitación genera más ansiedad.

10.- Y, por último, procure no expresar sus propios temores delante de su hijo.
Adaptado de Jacques Benum MD, Carol Lewis MD, Matthew Siegel MD y Janet R. Serwint MD. Pediatr. Rev 2008;250-251.

domingo, 5 de diciembre de 2010

La palabra "disciplina" significa "enseñar". No significa "castigar".

El primer objetivo de la disciplina es proteger a su hijo del peligro. Otro objetivo muy importante es enseñarle a distinguir entre lo que usted considera que está bien y lo que está mal.

La buena disciplina convertirá gradualmente a un niño egoísta en un adulto maduro que será respetuoso con los demás, seguro de sí mismo sin ser hostil y capaz de controlar sus impulsos.

La educación consiste tambien en establecer unos límites razonables para evitar criar a un niño "mimado". La palabra "disciplina" significa "enseñar". No significa "castigar".

Para enseñarle a un niño a respetar los derechos de los demás, hay que enseñarle primero cuáles son los derechos de los padres. Y para este logro se requiere, desde el inicio, que los padres sepan "mantener el control" de sus hijos. Es decir, aunque los niños comiencen su autocontrol (controles internos) hacia los 3 años, seguirán necesitando apoyo (controles externos), cada vez en menor medida, hasta el final de la adolescencia.

Las siguientes medidas pueden servir de ayuda a madres y padres a la hora de mostrar a sus hijos cuáles son las "reglas del juego":

- Inicie la disciplina aproximadamente a los 4 meses de edad. Aunque parezca demasiado pronto, a partir de esta edad, ambos, tanto la madre como el padre, deben empezar a aclarar sus propios derechos. Por ejemplo, si su bebé le dificulta el cambio de pañal porque patalea o se mueve demasiado, usted puede decirle: "ayúdame a cambiarte de pañal". Para cuando cumplan 8 meses de edad, los niños ya necesitarán reglas concretas por su propia seguridad.

- Exprese un mal comportamiento mediante una regla clara y precisa. Su hijo no podrá comprender largas explicaciones o palabras tales como "irresponsable" o "hiperactivo". Cuanto más pequeño sea el niño, tanto más concreta debe ser la regla. Algunos ejemplos de reglas claras son: "no empujes a tu hermano", "no me interrumpas cuando hablo por teléfono".

- Exprese tambien el comportamiento que usted considere aceptable y deseado. Su hijo deberá saber lo que usted espera de él. Por ejemplo: "sigue jugando mientras yo estoy hablando por teléfono". Asímismo, haga elogios del buen comportamiento tales como: "gracias por jugar con tu hermano".

- No haga caso del mal comportamiento de su hijo si usted cree que no tiene importancia ni consecuencias. Cuantas más reglas tenga, tanto menos probable es que las obedezca. Por lo general, la crítica constante no da buenos resultados. Comportamientos tales como hacer oscilar las piernas o tener la costumbre de contestar "no" carecen de importancia durante los primeros años.

- Adopte reglas que sean justas y que su hijo pueda respetar. Cada regla, por tanto, tendrá que adaptarse a la edad de su hijo. Por ejemplo, así como nunca debiera ser reprendido por torpeza cuando esté aprendiendo a caminar o por mala pronunciación cuando esté aprendiendo a hablar, tampoco por el comportamiento que forma parte del desarrollo emocional normal, tal como chuparse el dedo, mostrar temor al ser separado de sus padres o por los "descuidos" en el aprendizaje de su higiene personal.

- Concéntrese en dos o tres reglas. Asigne máxima prioridad a las cuestiones de su propia seguridad, tales como no salir a la calle corriendo y evitar daños a otras personas. Después, siguen en importancia los comportamientos que podrían causar daños materiales y, por último, aquellos que usted considere molestos.

- Aplique las reglas de manera firme. Una vez que los padres lleguen a un acuerdo entre ellos sobre las reglas, podría ser útil escribirlas y colocarlas en algún lugar bien visible de la casa.

- Evite, finalmente, tratar de modificar con castigos un comportamiento "imposible de corregir". Se trata de aquel que generalmente no puede ser controlado por la madre o por el padre si el hijo decide continuarlo. Algunos ejemplos son: tirarse del cabello, no irse a dormir o negarse a hacer las tareas escolares. El primer paso para resolver este tipo de conflicto es: retirarse del mismo, dejar de castigarlo por ello y esperar hasta que deje de comportarse así para proporcionarle un refuerzo positivo, tal como un elogio.

Adaptado del Dr. B. D. Schmitt. "Your Child's Health".