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"Solo dos legados duraderos podemos aspirar a dejar a nuestros hijos: uno, raíces; otro, alas" (Hodding Carter)

viernes, 22 de julio de 2011

¿Existen los padres perfectos?

Muchas personas creen en el mito de los padres perfectos. Es decir, un padre o una madre ideales, capaces de criar niños felices, muy bien educados y sin problemas.

Y la realidad es que los padres perfectos -o los hijos perfectos- no existen.

Los problemas de comportamiento, entre los niños de edad escolar, son muy comunes y, por ello, ocupan una parte importante del tiempo de los padres. De hecho, en algún momento dado, la forma de solucionarlos puede resultar difícil.

Incluso, a veces, estos problemas pueden estar relacionados simplemente con la desobediencia de un hijo cuando se le pide algo sencillo. O bien por pasar demasiado tiempo viendo la televisión, o con videojuegos.

Y no digamos si hay que hacer frente a la rivalidad entre hermanos, o a las tareas escolares repetidamente inacabadas, o a un niño de temperamento difícil que actúa sin la aprobación de sus padres o al hijo que quiere independizarse cuando todavía no ha alcanzado suficiente autonomía.

Como padres, hay que reconocer que es normal sentirse preocupados, confundidos, enfadados o culpables por la conducta de un hijo. Esto es parte de ser padres. Y es inútil y contraproducente tratar de ser perfectos para criar hijos perfectos.

Como padres, deberíamos recordar cómo nos comportábamos cuando fuímos niños, cómo nos trataron nuestros padres y cómo nos sentíamos con sus técnicas de disciplina. Ellos no eran perfectos. Y nosotros tampoco. Ni nadie.

Sin embargo, no deberíamos "compensar" con nuestros hijos los "defectos" de nuestros padres, en un intento de ser padres perfectos y acabar quedando atrapados en declaraciones tales como: "Yo no voy a cometer los mismos errores que mis padres".

Todos los padres, y todos los hijos, cometen errores a la hora de comunicarse para tratar de resolver los problemas. Los padres tienen que confiar en sí mismos y en su instinto. Saben más de lo que ellos mismos creen y no deben tener miedo a cometer errores. Además, conocen bien a sus hijos. Tanto unos como otros, hijos y padres, están capacitados para ser tolerantes, para resistir, para perdonar, para olvidar y para aprender de sus propios errores.

Por otro lado, los padres que, única y exclusivamente, "viven por y para sus hijos" se colocan en una posición muy vulnerable a la decepción, a la frustración o al resentimiento. Es decir, los padres no deben esperar que toda su realización personal provenga de los hijos o de su papel como padres. Son fundamentales otras actividades, otras fuentes de amor y cariño, tiempo para ser adultos, tiempo para sí mismos -y algún descanso de los niños y de la responsabilidad de su crianza-.

Para finalizar, no cabe duda que es un consuelo el hecho de pensar que, en la mayoría de los casos, los niños salen bien. Y en el camino, los padres debemos conservar nuestro sentido del humor, mantener la confianza en nuestra buena intuición y buscar ayuda o consejo de vez en cuando. Mientras tanto, ser padres, además de un gran reto, puede convertirse en una de las experiencias más gratificantes y agradables de la vida.

Adaptado de:
A "Perfect" Parent. Family Life. Healthy Children. American Academy of Pediatrics.
http://www.healthychildren.org/