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"Solo dos legados duraderos podemos aspirar a dejar a nuestros hijos: uno, raíces; otro, alas" (Hodding Carter)

jueves, 28 de febrero de 2013

¿Desde dónde miramos la realidad?

Un empresario envió a sus dos hijos gemelos a explorar un país y sopesar las oportunidades para su negocio de calzado. Al cabo de un tiempo, el padre recibió dos correos electrónicos de sus hijos. El primero escribió: "Querido padre, llevo días recorriendo este fantástico país y
he observado que hay pocas tiendas y que la oferta de calzado no es de muy buena calidad. Muchas personas aún viven en el campo, donde la mayoría de los caminos se encuentran sin asfaltar. Sinceramente, no creo que sea un buen lugar para vender nuestros zapatos". Seguidamente, el padre leyó el mail de su otro hijo: "Querido padre, llevo días recorriendo este fantástico país y he observado que hay pocas tiendas y que la oferta de calzado no es de muy buena calidad. Muchas personas aún viven en el campo, donde la mayoría de los caminos están sin asfaltar. Creo que es un buen lugar para vender nuestros zapatos".

A pesar de que los dos hermanos habían recorrido el mismo país, vieron cosas diferentes. Uno detectó problemas y el otro vislumbró oportunidades.

Puede que ya nos hayamos olvidado, pero todos fuimos niños una vez. Por aquel entonces, veíamos la vida con asombro y la disfrutábamos con imaginación. Pero tarde o temprano nuestras ilusiones chocaron contra el muro que los adultos llaman "realidad".

¿Cuántas veces nos han dicho que no podemos ganarnos la vida haciendo lo que nos gusta? De tanto oírlo, la mayoría nos lo terminamos creyendo, dejando de lado nuestros sueños.

Pero si cada uno de nosotros nace con un potencial, con un talento y una misión determinados, ¿por qué, en general, nos dedicamos a profesiones que poco o nada tienen que ver con nuestros verdaderos valores? La respuesta se encuentra en nuestro cerebro. Este órgano está dividido en dos: el hemisferio izquierdo y el hemisferio derecho. Curiosamente, cada hemisferio procesa la información que recibe del exterior de forma distinta. Cada uno está relacionado con áreas y funciones diferentes. Podría decirse que ambos cuentan con su propia personalidad.

El hemisferio izquierdo, por ejemplo, es el responsable del lenguaje verbal, de la capacidad de análisis, de la resolución de problemas matemáticos, así como de la memoria y el pensamiento lógico y racional. Es el más intelectual, formal y convencional de los dos; se le da muy bien absorber y almacenar información teórica y numérica, como nombres, definiciones o fechas. Por el contrario, tiende a controlar e inhibir sus sentimientos. Es el encargado de la organización, el orden y la planificación. Es muy obediente y disciplinado, y se rige por medio de normas, reglas, protocolos, leyes y procedimientos. Y utiliza el miedo para protegernos y mantenernos a salvo de potenciales amenazas y peligros. Este hemisferio busca certezas y solamente se fija en la dimensión física, cuantitativa, palpable y material de las cosas. Y le cuesta mucho percibir los infinitos matices grises que se encuentran entre los extremos blanco y negro.

El hemisferio derecho, por otra parte, está más vinculado con la experiencia sensorial de todo aquello que sabemos que no puede expresarse con palabras, y que por ello es menos real. Nos brinda la habilidad de interpretar señales, signos y símbolos, así como la capacidad de soñar y de comprender el significado oculto de las cosas. Este hemisferio nos conecta con la dimensión emocional y espiritual de nuestra condición humana; nos permite sentir la parte cualitativa, intangible e inmaterial de las cosas. Es el más artístico, original y rebelde de los dos; le gusta salirse de la norma e ir más allá de lo socialmente establecido. No tiene sentido del tiempo y está totalmente centrado y arraigado en el momento presente. Es experto en relacionarse con los demás. Destaca por su simpatía, su compasión y su destreza para detectar los aspectos no verbales de la comunicación interpersonal. Se le dan muy bien la percepción espacial, el movimiento y la orientación. Tiene tal visión de la realidad que la concibe como una unidad donde todo está integrado e interconectado de forma dinámica. Entre otros dones, el hemisferio derecho nos permite desarrollar la imaginación, la innovación y el pensamiento creativo; tiene facilidad para visualizar ideas e inventar cosas que no existían y que parecían imposibles. En definitiva, nos nutre de confianza para atrevernos a seguir nuestra propia voz interior y, en consecuencia, recorrer nuestro propio camino.

Los neurólogos han descubierto que ambos hemisferios actúan a la vez. Los dos presentan cierta actividad neuronal -en mayor o menor medida-, independientemente del tipo de tareas que llevemos a cabo. Ninguno de los dos es más importante que el otro; más bien son complementarios. Hoy por hoy, la mayoría de nosotros estamos tiranizados por el hemisferio izquierdo, y es esta descompensación con nuestro hemisferio derecho lo que impide que muchos conozcamos la forma de cultivar la intuición y la creatividad para reinventarnos profesionalmente.

Tal como explica el experto en educación, talento y creatividad Ken Robinson, los actuales test miden cierto tipo de inteligencia, pero dejan de lado muchos aspectos y cualidades de la misma. Hay tantas maneras de expresar la inteligencia como seres humanos hay en este mundo. Eso sí, todas ellas van de la mano de la creatividad.

Si bien las habilidades del hemisferio izquierdo nos han dado buenos resultados a lo largo de la era industrial, para la era del conocimiento que está emergiendo ya no van a ser suficientes. Ha llegado la hora de potenciar nuestro hemisferio derecho y promover un equilibrio sano entre ambos. Para lograrlo, el reto es descubrir un medio profesional para canalizar todo el potencial innato que reside en nuestro interior. De pronto encontramos la manera de conjugar una serie de elementos que antaño parecían contradictorios e incompatibles, como por ejemplo la pasión con la profesión o la vocación con el dinero. El quid de la cuestión es si somos lo suficientemente valientes como para escuchar lo que sentimos en nuestro corazón.

Juntos y Revueltos: "La inteligencia y la creatividad de cada persona son tan singulares como su huella dactilar" (Ken Robinson).

Tomado de Borja Vilaseca. Intro Psicología. El País Semanal; nº 1899, 20-21. 17 de febrero de 2013.