...

"Solo dos legados duraderos podemos aspirar a dejar a nuestros hijos: uno, raíces; otro, alas" (Hodding Carter)

domingo, 28 de julio de 2013

Los valores los inculcan los padres, no la escuela

La bondad, el afecto, la honestidad, el sentido de la justicia, la solidaridad, el respeto, la tolerancia y el amor incondicional son valores necesarios para realizarnos correctamente, para crecer y ser felices. Las personas adultas deberíamos saber transmitirlos a las siguientes generaciones. Pero ¿por dónde empezar su enseñanza y aprendizaje?


Todos los expertos consultados señalan a la familia como el lugar principal donde se descubren estos valores. Pero ¿están todas las familias preparadas para este reto? En estos aspectos de la educación, los padres han de ser conscientes de que su manera de ser y de hacer familia será fundamental. Para la escritora Victoria Cardona, "los padres deben saber que en la primera infancia los niños imitan todo. Los valores no se enseñan. Los valores los descubren los hijos a través del ejemplo de sus padres".

Coincide con ella el profesor de Pedagogía Terapéutica Ramón Olegario, para quién la educación en valores debe empezar en casa, y cuanto antes. "Si un niño ha tenido una buena base afectiva, una buena base armónica, ese niño tiene mucho ganado. De hecho, la escuela tiene una función muy importante en este aspecto, pero los profesores somos sólo los complementarios de dicha educación en valores".

El profesor de Etica y Antropología Javier Borrego propone que cada familia se plantee qué ideal es el que le mueve, porque no todas las escalas de valores son iguales. Por ejemplo, puede haber familias que entiendan que lo mejor es colmar todos los deseos de los niños, y entonces los hijos crecerán sin enfrentarse a los problemas y disfrutando de la vida ..., pero a la larga será perjudicial. Sin embargo, habrá otras familias cuyo ideal sea la unidad y la comunicación. Entonces estos niños se acostumbrarán a no tenerlo todo inmediatamente, a compartir. Y crecerán más felices. Es así de sencillo".

Victoria Camps, catedrática de Filosofía Moral y Política y autora del libro "Qué hay que enseñar a nuestros hijos" concluye que "el buen humor, la generosidad, la autoestima, ... son conceptos encadenados que se van complementando, y cuyo conjunto explica qué es eso de la felicidad".

Victoria Cardona, especialista en orientación familiar y autora del libro "¿Quién educa a mi hijo?", escribe que conviene pensar en valores que ayuden a los niños y los jóvenes a alcanzar una libertad responsable. Se trata también de demostrar con obras la fuerza interior que tiene cada madre o padre, de mantener una actitud positiva, ... Valgan unos ejemplos: valorar una tarea bien hecha; dar las gracias por un favor recibido; pasar por alto el mal humor de un adolescente; reconocer que hemos perdido los modales y saber pedir perdón. Así es como podemos ayudar a nuestros hijos a descubrir los valores del agradecimiento, de la serenidad y del perdón, mucho más que con mil discursos. El valor que brilla y que necesitan hoy más que ningún otro es nuestro afecto y cariño. Con afecto los padres tendrán una ayuda que les facilitará el ejercicio de la autoridad y el esfuerzo que tendrán que hacer los niños y adolescentes para obedecer es también un valor que les ayudará toda la vida.

El sociólogo y profesor de Ciencias Humanas y Sociales Fernando Vidal enumera los enemigos que nos hacen perder las referencias:
1. La superficialidad. La vida acomodada puede hacer que perdamos el verdadero valor de las cosas.
2. La pereza. Tener valores es tambien una conquista que requiere búsqueda, maduración y esfuerzo. Es todo un trabajo.
3. La introversión. Los valores no se logran por uno mismo, son siempre un don compartido con los demás.
4. El autoengaño.
Y cita los principios que se dan en casa:
- El amor incondicional. Es la experiencia más básica de la familia.
- La gratuidad. Es un valor progresivamente olvidado de la sociedad, pero que en la familia mana a raudales.
- La responsabilidad. Esta es una experiencia fundamental en la infancia. Uno se forma como persona en proporción a cómo se responsabiliza de los demás y del mundo.
- El discernimiento. La familia nos enseña a distinguir las cosas, a llamar a las cosas por su nombre, a conocer el bien, la belleza y la verdad.
- La trascendencia. Gracias a la familia sabemos que las cosas van más allá de nosotros, aquí y ahora. Lo aprendemos al pensar en nuestros antepasados y en las generaciones venideras.

En conclusión, los profesores tienen una labor importantísima en los valores, pero el ejemplo de la familia es el que cala de verdad en los hijos.

Adaptado de Carlota Fominaya. ABC/Familia.