tag:blogger.com,1999:blog-24079758037129261882024-03-17T20:40:07.387+00:00linuspediatricInformación para padres sobre educación y salud infantil. Cada entrada de este blog está dedicada a un niño y, en primer lugar, a sus padres, en clave de respuesta a la cuestión que una vez me plantearon. Juan Manuel Contreras Peso. Pediatra Juan Manuel Contreras Pesohttp://www.blogger.com/profile/14400544850980972344noreply@blogger.comBlogger339125tag:blogger.com,1999:blog-2407975803712926188.post-42609295288264895572017-12-06T12:55:00.022+00:002021-07-11T22:01:04.835+01:00 Y unas sugerencias a los padres que nos vamos haciendo mayores <div style="text-align: justify;"> A modo de <b>epílogo</b> ... Todos los padres aceptamos y hacemos cuanto podemos para cumplir con nuestra gran responsabilidad respecto a la buena crianza de nuestros hijos. Siempre nos quedará el consuelo de que, a pesar de nuestros errores, nuestra intención no fue otra que cuidarlos y educarlos según el método que habíamos aprendido de nuestros padres. De hecho, más que el mejor, era el único que conocíamos. Incluso nos atrevimos a no repetir, con sus nietos, algunos supuestos errores paternos que aún vagan por nuestra memoria.</div><div><p style="text-align: justify;"> Y pasan los años ... Hasta que, en algún momento, surge la inevitable cuestión familiar de <i><b>“las raíces y las alas”</b></i>. Parece como si dejarlos volar sin nuestra supervisión, fuera, como poco, una temeridad. Lo cierto es, creo yo, que desde el punto exclusivamente evolutivo y sin ninguna consideración o creencia de cualquier otra índole, en ese tiempo en el que las alas los van alejando de sus raíces, los padres deberíamos considerar que, de alguna manera, nuestra misión está cumplida. Hasta tal punto que la decisión de perpetuar la especie -y convertirnos en abuelos- es un derecho que también se transmite de generación en generación. En consecuencia, la educación de los hijos, si los nuestros han elegido ser padres, debería ser, como hasta ahora, un asunto preferente de sus padres -no de los abuelos-. Es su turno. </p><p style="text-align: justify;"><br /></p><p style="text-align: justify;"> Dr. <i><b>Juan Manuel Contreras Peso. </b>Médico Pediatra</i></p></div>Juan Manuel Contreras Pesohttp://www.blogger.com/profile/14400544850980972344noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-2407975803712926188.post-20269261746379779932017-11-30T14:25:00.018+00:002021-08-28T20:15:39.297+01:00Grandes maestros pequeños<div style="text-align: justify;">De alguna manera, sirva esta entrada como una despedida. Probablemente no cumpliré mi palabra. Algún compañero me dijo una vez que yo tardaba un infierno de tiempo en decir adiós. Nadie quiere irse ... Supongo. La cuestión es: ¿cuándo? Y, a menos que uno se sienta incómodo, alejarse es difícil. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Quedará siempre el recuerdo de la ilusión, de la fuerza para seguir y de servir, de alguna forma, para que alguien pudiera sentirse mejor. No hay que ser pediatra para saber que la colaboración de los padres, tutores y educadores es imprescindible. Hasta tal extremo que, sin ella, de poco margen disponemos, en el campo de la sanidad, para contribuir a que la infancia pueda ser una etapa digna de ser recordada con nostalgia el resto de la vida.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">De algún sabio leí que más que preciso, hay que ser interesante; porque lo menos soportable, al hablar o al escribir, son los detalles: la pesadez. Así que, ante todo, brevedad, ¿verdad?</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Esta vez no habrá citas de científicos para respaldar mis palabras. Me salva que comparto, con quién quiera leerme, una sensación personal. No se trata de ninguna reflexión o conclusión basada en la ciencia o en la experiencia. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Cualquier adulto, tanto si tiene hijos como si no, puede cerrar por un instante los ojos y regresar a algún momento de su infancia. Recordaremos entonces cómo jugábamos ... Y los niños se toman tan en serio sus juegos que el tiempo no existe para ellos; ni nada más, ni nadie más. Ningún niño está dispuesto a perderse ese preciso momento. Y, en cierto modo, un adolescente, menos aún. Quizás tengan que pasar muchos años antes de detenernos a pensar, <i>por ejemplo</i>, que la libertad no existe. Que somos "<i>esclavos</i>" de nuestros genes, de nuestra educación, de nuestros principios, de nuestros compromisos ... de nuestro pasado; y de nuestro destino. Y que nos guste o no, es la única opción que nos queda para elegir. Creemos ser libres. Otra cosa muy distinta es <b>ser verdaderamente libres, </b>como en esos mágicos momentos de la infancia en los que <u>respetar las reglas del juego</u> es la única "<i>obligación</i>" a cumplir. Esta lección, una de tantas, nos la enseñan<b><i> los niños, los grandes maestros pequeños</i></b>. Y la deberíamos recordar. Creo yo. </div>Juan Manuel Contreras Pesohttp://www.blogger.com/profile/14400544850980972344noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-2407975803712926188.post-8564368491086374152017-10-31T10:57:00.000+00:002017-11-05T10:58:45.866+00:00¿Por qué nuestro hijo tiene pánico a los payasos?Texto en revisión.Juan Manuel Contreras Pesohttp://www.blogger.com/profile/14400544850980972344noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-2407975803712926188.post-72414909491506639432017-09-30T22:11:00.003+01:002017-10-29T09:09:16.974+00:00Los niños no son tontos. Y sus madres, tampoco<div style="text-align: justify;">
¿Hay que sentirse culpables porque nuestros hijos pequeños quieran ver vídeos en el móvil? Mejor es saber seleccionarlos y librarse de complejos.<br />
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Una de tantas madres lúcidas y con sentido común, <i>Gabriela Wiener</i>, no tiene ninguna duda al respecto y creo que debe ser digna de imitación.<br />
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A pesar de haber leído un estudio de una <i>Sociedad de Pediatría</i> que alerta de que cuanto más tiempo pasan los niños entre los seis meses y los dos años delante de móviles, tablets o videojuegos más posibilidad tienen de presentar retrasos en el habla, <i>Gabriela Wiener</i> escribe:<br />
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A las siete de la mañana y antes de que suene el despertador, mi hijo de año y medio lleva ya unos minutos hablando consigo mismo en su lenguaje y pidiendo el desayuno. Me levanto, le doy los cereales y la fruta. Contesto mientras tanto el móvil y entonces dice <i>"papún"</i>. Esta palabra quiere decir: <i>"Ponme el YouTube en el móvil"</i>. Esta plataforma de vídeo de <i>Google</i> tiene más de <i>1,000</i> millones de usuarios en todo el mundo. Y mi hijo es uno de ellos. No me pregunten cuándo ni por qué le presentamos por primera vez la caja roja de vídeos. Pero como dijo <i>César Vallejo</i> debió ser un día en que <i>Dios</i> estaba enfermo.<br />
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Cada vez que me acerco a alguno de mis aparatos, mi hijo reclama lo suyo. Buena parte de las veces intentamos seducirle con otra cosa, libros, juguetes, instrumentos musicales, y a veces lo conseguimos. Pero otras llora hasta que cedemos. Cuando le doy al triángulo del play es cuando recuerdo todos los artículos que advierten de los peligros de exponer a los niños a las pantallas y me siento un poco peor.<br />
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Sin embargo, hay algo que me consuela. Hace unos meses me pasaron unos enlaces inofensivos. Por ejemplo, en un vídeo aparecían unas señoras y señores, vestidos de semipayasos y cantando una especie de cumbia tropical. Mi hijo se quedó absorto ante los <i>Canticuénticos,</i> estos músicos argentinos que desde <i>Santa Fé</i> hacen canciones basadas en el folklore más divertido. En unos días ya estaba mi hijo bailando y yo con él.<br />
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Mientras al niño se le establecen nuevas conexiones neuronales, yo pienso, por ejemplo, en la poeta argentina <i>María Elena Walsh</i>, que también está en <i>YouTube</i>. Y en todos esos <b>productos culturales para niños</b> que entretienen y expanden la mente inquieta de los niños pequeños al mismo tiempo que la de sus madres.<br />
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¿Culpabilizarnos por nuestro horario envenenado y nuestra entrega al consumo inmediato de <i>YouTube</i>? No, gracias. Esto es aprendizaje compartido entre madres madrugadoras y niños danzarines postdigitales.<br />
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<b><i>Son las siete de la mañana. "Papún, mamá, papún". Sí. Sin sombra de complejos y aquí bailamos todos.</i></b><br />
<b><i><br /></i></b>
<b><i><br /></i></b></div>
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<i>Adaptado de Gabriela Wiener. EPS 2,142: 31.</i></div>
Juan Manuel Contreras Pesohttp://www.blogger.com/profile/14400544850980972344noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-2407975803712926188.post-74294752490014526262017-08-15T08:20:00.001+01:002017-10-29T09:13:51.291+00:00Una relación tóxica<div style="text-align: justify;">
Alejarnos de las personas que nos hacen daño nos libera de vínculos que carecen de sentido. Pero antes de hacerlo hay que ser conscientes de la situación y saber elegir el momento y el modo adecuados.<br />
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Es evidente que nadie, en su sano juicio, quiere seguir manteniendo una relación que, con el tiempo, se ha vuelto tóxica. Sin embargo nos cuesta saber qué hacer cuando nos sentimos incómodos ante una persona o varias.<i> ¿Cómo rechazar a alguien sin que se sienta herido? ¿Existe alguna manera de cortar un vínculo que se ha vuelto tóxico sin provocar una guerra?</i><br />
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Quizás, una dificultad añadida puede estar basada en la suposición de que la mayoría hemos sido educados, de una u otra manera, para gustar y complacer a todo el mundo.<br />
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Lo que en un entorno social se soluciona con un alejamiento discreto y progresivo resulta mucho más complicado si la ruptura implica a un familiar directo o a un amigo íntimo, especialmente cuando el otro no capta las señales. Trazar aquí una línea de separación es una tarea especialmente dura. <i>Vittorio de Sica</i> decía: <i>"la Biblia nos enseña a amar a nuestros enemigos como si fueran nuestros amigos, posiblemente porque son los mismos"</i>. Con esto apuntaba a que las personas más cercanas son también las que tienen más capacidad para herirnos. Sin duda, mantener una relación dolorosa o tormentosa a cualquier precio, para seguir unidos o por miedo al daño que provoque la ruptura es amargar el presente y alimentar un conflicto latente. Y llegará un momento en el que el pozo de la paciencia se desborde ocasionando un <i>tsunami</i> emocional.<br />
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Tampoco sería buena idea escribirle una carta o enviarle un <i>e-mail</i> con todo lujo de detalles sobre lo que nos molesta de él o de ella. Casi nadie está preparado para soportar una visión negativa de uno mismo. Sin embargo, una vez que se llega a la situación extrema ya nos resulta indispensable, por un medio u otro, expresar nuestros sentimientos, aunque la otra parte no esté preparada para oír nuestra verdad. En estos casos, la escritora y conferenciante <i>Eva Sandoval</i> propone soltar directamente la frase: <i>'Te quiero pero no te aguanto'. </i>Quizás la segunda parte suene demasiado agresiva y se podría recurrir a otras expresiones más conciliadoras como por ejemplo: <i>'en este momento no nos entendemos y esta relación ahora nos hace daño a los dos'.</i> Desde luego, si lo comunicamos de una manera sincera y respetuosa, no es necesario añadir nada más. Señalar las faltas del otro equivale a poner clavos en un cierre que ya de por sí es traumático. Cuando los nervios están a flor de piel no hay que decirlo todo. Basta con expresar cómo nos sentimos y transmitir de forma sencilla nuestra decisión.<br />
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De todas formas, por muy cuidadosos que seamos con la gestión de la crisis y aunque pidamos una pausa para retomar la relación más adelante, tenemos que estar preparados para asumir el enfado de la otra persona y sus consecuencias. Es inevitable que duelan los reproches y acusaciones de aquellos a los que hemos querido.<br />
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Aunque en el momento de la ruptura hay pocas palabras que sirvan de alivio o consuelo, recordemos una frase de <i>T. N. Hanh</i>: "<i>Los sentimientos de cada uno de nosotros vienen y se van como nubes en el cielo durante un día de viento</i>".<br />
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En todo caso, aprendamos que debemos dejar a cada cual recorrer su propio camino.<br />
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<i>Adaptado de Francesc Miralles. Psicología. EPS núm. 2132; 24-25.</i></div>
Juan Manuel Contreras Pesohttp://www.blogger.com/profile/14400544850980972344noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-2407975803712926188.post-89427264000750463872017-07-30T08:14:00.002+01:002017-08-15T09:08:00.893+01:00Un motivo para irse sin decir adiós<div style="text-align: justify;">
Una adolescente, víctima de acoso escolar <i>(bullying)</i>, cree que ya no merece la pena vivir y busca responsables.<br />
<a name='more'></a> Es la protagonista de la serie <i>Por trece razones</i>, emitida por <i>Netflix.</i> Su comportamiento es injustamente observado y criticado por todo el instituto. Se trata también de una víctima de la era tecnológica, de la facilidad de difusión de opiniones y mentiras, de la importancia de una fotografía tomada en un momento de privacidad que, sacada de contexto, invita a creer que todos tenemos derecho a juzgar la vida de la gente.<br />
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Esta serie, aunque por la crudeza de las imágenes no es recomendable para el público más joven, refleja muy bien la crisis vital de los adolescentes. Para ellos, no es fácil vivir en un mundo<i> "radical"</i> en el que <i>"todo el mundo"</i> si no te quiere, te odia. Nos lleva tiempo aprender que a la mayoría de las personas les somos prácticamente indiferentes y que nuestra conducta no trasciende más allá de unos pocos, a los que verdaderamente importamos. Es posible que haya quién esté pendiente de nuestro fracaso y hasta disfrute del mismo, pero a esa edad se tiende a darle mucha importancia y, sobre todo, produce una intensa angustia sentir que cada acto, cada traspié o cada opinión ajena nos perseguirán siempre.<br />
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Los adolescentes tienden también a exagerar la trascendencia de las decisiones y les atribuyen una influencia excesiva en su existencia. ¿Elegir la carrera adecuada es la decisión más importante de la vida? Sin duda, es una de las más importantes, pero tampoco se trata de algo irreversible. Observándolo desde la distancia adulta, un '<i>error'</i> al elegirla que retrase unos años nuestra verdadera vocación no es un error absoluto. Pero unos años, cuando se tienen <i>16,</i> puede ser mucho tiempo para ellos.<br />
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Otro elemento que se refleja muy bien en la serie es el conocido como<i> "efecto túnel"</i>. Se produce en las personas que consideran el suicidio como una salida a sus problemas: son incapaces de percibir las señales de esperanza y los mensajes positivos que les ofrecen una salida digna a un futuro incierto y una solución adecuada a sus intereses y habilidades. Además, algunas personas van más allá y consideran a alguien o a varios como los responsables de su decisión.<br />
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La terrible injusticia que comete esta adolescente en su desesperación, al suicidarse, supera a la que ella sufre de manos de otros. En '<i>las 13 razones'</i> que argumenta apunta a <i>13</i> personas a las que culpa de su trágico final. Algunas por acción, otras por omisión.<br />
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El suicidio como "para dar una lección a los culpables" es un acto de heroísmo tan absurdo que debe considerarse agresivo e, incluso, detestable. Sin duda, hay dos o tres personajes que le causan un daño muy costoso de reparar, pero <b>ella es la única que comete un error, y un daño a sí misma y a sus seres queridos, de verdad irreparables.</b><br />
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<i>Adaptado de la Dra. Lola Morón, brillante psiquiatra, experta en Neuropsiquiatría. EPS 2126; 22-24</i></div>
Juan Manuel Contreras Pesohttp://www.blogger.com/profile/14400544850980972344noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-2407975803712926188.post-19147069944721581712017-06-29T20:59:00.000+01:002017-06-29T21:18:10.581+01:00Ocho películas para educar a tus hijos en inteligencia emocional<div id="AppleMailSignature" style="font-family: UICTFontTextStyleTallBody; font-size: 19px;">
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<b><i>La inteligencia emocional es la capacidad para percibir, asimilar, comprender y regular las propias emociones y las de los demás.</i></b></div>
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<b><i><br /></i></b></div>
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<b><i>Además, incluye habilidades como la tolerancia, la comprensión, la empatía, ...</i></b></div>
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<b><i><br /></i></b></div>
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<b><i>El cine puede ser una manera estupenda de enseñar esta capacidad a nuestros hijos en casa y en familia.</i></b></div>
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<blockquote style="font-family: UICTFontTextStyleTallBody; font-size: 19px;" type="cite">
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</blockquote>
<blockquote style="font-family: UICTFontTextStyleTallBody; font-size: 19px;" type="cite">
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<a href="http://www.aulaplaneta.com/2017/06/28/en-familia/ocho-peliculas-educar-tus-hijos-la-inteligencia-emocional/">http://www.aulaplaneta.com/2017/06/28/en-familia/ocho-peliculas-educar-tus-hijos-la-inteligencia-emocional/</a></div>
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Compartido a través de <a href="https://itunes.apple.com/app/google/id284815942">Aplicación Google</a></div>
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Juan Manuel Contreras Pesohttp://www.blogger.com/profile/14400544850980972344noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-2407975803712926188.post-58995517419435622422017-05-21T11:54:00.001+01:002017-05-21T16:04:24.080+01:00Deje que su hijo se aburra<div style="text-align: justify;">
<b>"Papá, mamá: ¡Me aburro!"</b><br />
<b><br /></b></div>
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Esta frase, normalmente expresada en tono de queja, es un clásico de la infancia. Que levante la mano quién no la haya pronunciado o escuchado alguna vez.<br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
La diferencia, sin embargo, es que en el siglo <i>XX,</i> cuando un niño manifestaba en voz alta su aburrimiento, las respuestas más comunes por parte de los padres podían oscilar entre la más completa indiferencia, un vago <i>"ya encontrarás algo que hacer"</i> y una frase tan contundente como: <i>"Pues date con una piedra en la espinilla"</i>.<br />
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Independientemente del grado de intensidad de la respuesta, lo cierto es que, hasta no hace demasiado tiempo, el que un niño se aburriera no agobiaba a sus padres. El ser padres implicaba muchas cosas (como criar niños sanos y, a ser posible, con estudios), pero no conllevaba el ejercer de animadores de la existencia de los hijos, para evitarles a toda costa el fantasma del aburrimiento.<br />
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Hoy, las cosas han cambiado rotundamente. En una sociedad<i> 'hiperactiva',</i> el no tener tiempo -el<i> "ir de cabeza"</i>-, se ha convertido en un símbolo de estatus. El aburrimiento es sinónimo de fracaso. Y para los bienintencionados padres del siglo<i> XXI,</i> el que un hijo pronuncie las palabras <i>"me aburro" </i>equivale a un fallo como padres.<br />
<br /></div>
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Una de las implicaciones de la<i> 'hiperpaternidad' </i>de ahora -el modelo de crianza en boga en Occidente, completamente centrado en el niño-, es la responsabilidad paterna del entretenimiento de los hijos. Además de ser chóferes, secretarios, guardaespaldas, mayordomos y <i>managers</i>, los <i>'hiperpadres'</i> también tenemos que ser animadores. Ello significa dotarles del mayor número de estímulos posibles a fin de que, ni tan siquiera durante unos minutos, el aburrimiento los invada.<br />
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<div style="text-align: justify;">
Para evitarlo existen muchas opciones: de las socorridísimas<i> tablets </i>en todas sus variedades, a las costosas experiencias <i>mágicas</i> que los hijos han de vivir sí o sí, pasando por la inacabable oferta de actividades extraescolares y familiares que inundan un mercado cada vez más floreciente.<br />
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Esta<i> 'hiperactividad' </i>no solo está agotando a padres y a hijos, sino que está asimismo arrasando con la capacidad de asombro infantil y creando niños que dependen de sus padres para algo tan importante como es su capacidad para entretenerse.<br />
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Aburrirse, como explica la doctora <i>Sandi Mann</i>, es un arma de doble filo. Esta psicóloga inglesa lleva quince años estudiando el aburrimiento y considera que de él han surgido tantas cosas negativas como positivas. Para<i> S. Mann</i>, autora de <i>"El arte de saber aburrirse" (Plataforma Activa)</i>, el aburrimiento ha jugado un papel clave en la historia de la humanidad. Ha sido tanto el desencadenante de guerras como el de invenciones que cambiaron el mundo. Y es que, dependiendo de quién y de cómo se enfoque, el aburrimiento puede ser tanto un acicate para hartarse de chocolate o enzarzarse en un pelea, como para ponerse a escribir un poema o empezar a reflexionar sobre la existencia; por ejemplo.<br />
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<b>El aburrimiento, concluye la <i>Dra. Mann</i>, es una emoción</b> y, como tal, debemos identificarla y saber cómo gestionarla. Hacerlo, asegura, puede ser muy beneficioso; en especial para nuestros <i>'hiperestimulados'</i> niños, cuyo umbral de tolerancia al aburrimiento y su capacidad de atención son cada vez más bajos.<br />
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En esa misma línea de <i>S. Mann</i> están organizaciones como el <i>Foro Económico Mundial</i> que, aunque integra a algunas de las personas más ocupadas del mundo, ha lanzado un llamamiento para pedir a los padres que dejen que sus hijos se aburran. Con el título:<b> "¿Queréis ser buenos padres? Dejad que vuestros hijos se aburran"</b>, el Foro se hizo eco de un estudio sobre el impacto del aburrimiento en los niños, realizado por la <i>socióloga Teresa Belton</i>, de la <i>Universidad de East Anglia (Inglaterra)</i>.<br />
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<i>T. Belton</i> empezó a interesarse por el tema del aburrimiento en los años <i>90</i>, cuando estudiaba la influencia de la televisión en la narrativa infantil. Tras leer centenares de redacciones escritas por niños de doce años, se mostró muy sorprendida por la falta de imaginación que detectaba en la mayoría. Concluyó que aquella pobreza de narración estaba vinculada al exceso de televisión, uno de los socorridos recursos contra el aburrimiento.<br />
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<i>"La imaginación no solo enriquece nuestra experiencia personal, sino que también es necesaria para desarrollar la empatía e indispensable para crear y transformar las cosas",</i> escribe la socióloga <i>Belton. </i>Y para desarrollarla, destaca, es fundamental aburrirse. Un estado que, bien gestionado, actúa de catalizador para crear. <i>T. Belton </i>lo ha corroborado gracias a los testimonios de personas cuyas profesiones están basadas en la creatividad. Escritores, artistas, científicos, etc. le recalcaron el papel clave que había jugado el aburrimiento, en su infancia y en las etapas posteriores de su vida.<br />
<br /></div>
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El problema es que hoy, los niños, cargados de actividades extraescolares y de todo tipo de experiencias vitales y estímulos virtuales, no tienen, literalmente, tiempo de aburrirse. Y <i>Belton</i> advierte: <i>"Los niños necesitan tiempo para ellos, para desconectar del bombardeo del mundo exterior, para soñar despiertos, para dedicarse a sus pensamientos y ocupaciones y para descubrir así sus intereses y sus capacidades".</i><br />
<i><br /></i></div>
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La respuesta, como padres, no está en llevarlos a clase de <i>mindfulness</i> o de yoga. Ni en darles actividades y soluciones inmediatas. La respuesta está en<b> "crearles un ambiente tranquilo y propicio para que ellos se espabilen y busquen una salida a su aburrimiento".</b> Hay que hacerles entender que entretenerse requiere tiempo y algo de esfuerzo, y que no implica por sistema echar mano de un aparato electrónico. Es importante que sepan que son ellos, no nosotros, quienes han de conseguirlo.<br />
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Distraerse por uno mismo no es una labor sobrehumana y tiene, como enumera <i>Belton,</i> muchas ventajas: entrena habilidades tan útiles como son la curiosidad, la perseverancia, la imaginación, la observación y la concentración. Sin olvidar otra gran despreciada en nuestros tiempos: la tolerancia a la frustración. Cualidades que en un mundo cada vez más frenético, también estamos olvidando los adultos.<br />
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<i>Adaptado de Eva Millet. SRD, Mayo 2017; 26-29.</i><br />
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<i>Eva Millet es una periodista barcelonesa, autora del interesante libro: "Hiperpaternidad, del modelo mueble al modelo altar" (Plataforma Editorial) y del blog: www. educa2.info</i></div>
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<i><br /></i>
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Juan Manuel Contreras Pesohttp://www.blogger.com/profile/14400544850980972344noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-2407975803712926188.post-6138483095756427892017-04-30T19:32:00.002+01:002017-05-04T22:33:02.582+01:00¿Mi hijo tiene dislexia?: Dytective Test<div style="text-align: justify;">
Cuando su hijo cumpla seis años le puede llegar la certeza de que algo no va bien. Tarda en leer y escribir, le cuesta aprender los días de la semana y los colores, tiene dificultades para abrocharse los botones del babi o los cordones de los zapatos. En el colegio le dicen que su hijo es inmaduro, ...<br />
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La <b><i>Dra. Luz Rello</i></b> investiga y trabaja para acabar con una enfermedad que afecta al <i>10-15%</i> de la población: <i>la <b>dislexia</b></i>. Recientemente acaba de presentar ante cientos de personas <i><b>Dytective</b></i>, un innovador test desarrollado con <i>Samsung</i> que permite detectar el riesgo de <i>dislexia</i> en<i> 15</i> minutos.<br />
<a name='more'></a>Se trata de un detector de riesgo de tener dislexia, pero no hace un diagnóstico. Es decir, consiste en un método para saber qué alumnos tienen dificultades de lectoescritura y, de todas esas, la <i>dislexia </i>supone un <i>80%.</i><br />
<i><br /></i></div>
<div style="text-align: justify;">
Puesto que el diagnóstico oficial de la <i>dislexia</i> es lento y caro, esta <i>app</i> la pueden utilizar familias y profesionales que quieran tener datos de forma rápida y barata, ya que es gratis. Lo ideal es que se utilizara en los colegios. Es la clave para la detección del riesgo de <i>dislexia</i>.<br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
La herramienta es muy simple, aparentemente. Se trata de hacer juegos como rellenar palabras o buscar errores, y dura unos <i>15</i> minutos. Se analizan unas <i>200</i> variables con un sistema muy sofisticado, y después se elabora un índice del riesgo de <i>dislexia</i>. Pero esto que parece tan simple ha llevado más de dos años de investigación exclusiva y casi siete de recopilación de datos. Han trabajado siete personas en el equipo científico, una treintena de asesores y unos <i>300</i> voluntarios, sobre todo profesores y terapeutas. Además, han colaborado la familias, que fueron implicando a más gente. En total, <i>10,000</i> personas. Lo más emocionante para la<i> Dra. Rello</i> es que la investigación ha salido a la calle.<br />
<br /></div>
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La <i>dislexia</i> se define como una dificultad específica de aprendizaje, con origen neurológico, que afecta a la lectura y a la escritura. Los disléxicos tienen dificultades para leer y escribir, independientemente del resto de sus capacidades. Su rendimiento no se corresponde con sus capacidades. Cuando una persona lee o escribe mal se piensa que es tonta. No tiene nada que ver.<br />
<br /></div>
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La <i>dislexia</i> es un trastorno oculto. Se calcula que el <i>40%</i> de la población está sin diagnosticar. Así como los ciegos tienen mejor oído o mejor sentido de la orientación, los disléxicos quizá tienen mejor memoria, o mejor memoria visual. A mucha gente que la <i>Dra. Rello</i> conoce le pide:<i> "Dilo, por favor, eres un empresario de éxito, o un pintor, lo tienes que contar".</i> Hay un montón de niños ahí fuera que se van a animar. Tener ejemplos de personas con éxito, o que simplemente llevan una vida normal, es muy importante para ellos.<br />
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Hay varias características que complican la investigación de este trastorno. La primera es que cada persona aprende a compensar de forma diferente y la segunda cuestión es que la dislexia muy pocas veces aparece sola: el <i>déficit de atención </i>aparece en alrededor del <i>40% </i>de los casos. Otro es la <i>discalculia </i>(dificultad para hacer cálculos matemáticos), que acompaña también al <i>40%</i> de los disléxicos.<br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Para aquellas personas que hagan su test y el resultado les ofrezca indicios de que puedan padecer <i>dislexia</i>, la aplicación tiene un botón de<i> "más información"</i>. Es muy importante dar ese paso y ponerse en manos de un profesional, para confirmar o descartar el diagnóstico, pues los padres pueden pasarse años dando tumbos tratando de localizar a alguien que les eche una mano.<br />
<br /></div>
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El día a día de un niño disléxico es muy complicado. Al hacer los deberes tarda mucho más. Los que se lo pueden permitir, van a un logopeda. Eso les quita tiempo de un montón de cosas, como jugar al fútbol o al tenis o ir a ballet. Y algo que sigue ocurriendo en los colegios, y es tremendo, es la risa de los compañeros. Si tiene que leer en alto en clase es un machaque emocional. La <i>Dra. Rello</i> tiene un mensaje muy claro para los padres que están pasando por esta situación, solo uno: "Que los quieran mucho, Nada más. Presión, cero. Ya tienen la presión del colegio, del terapeuta, de sus compañeros, del sistema y, sobre todo, la suya propia, que va a ser más fuerte que ninguna porque quieren ser como los demás. La <i>dislexia</i> te mina la confianza, porque no te puedes fiar de tí mismo. Cuando lees, no sabes si estás leyendo bien o mal. Y eso es durísimo. También hay una obsesión muy dañina sobre en qué momento comienzan los niños a leer. Los padres lo comparan entre ellos porque creen que si sus hijos empiezan antes son más listos que los de los demás. Y leer antes no tiene que ver con la inteligencia".<br />
<br /></div>
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En lo que respecta al sistema educativo actual, La <i>Dra .L. Rello</i> aclara que hay dos cuestiones clave: "Cuando tienes que aprender algo, hay que leerlo. Y cuando debes demostrar algo, lo tienes que escribir. Así que cuando soportas dificultades para leer y escribir, aunque hayas estudiado mucho y lo sepas todo, tienes un problema, porque el canal está roto. Lo que puede cambiar es que la manera de aprender no sea solo la lectura; se pueden usar, por ejemplo, audiolibros o vídeos. Y debe cambiar también la manera de examinar, con más exámenes orales".<br />
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En cuanto al futuro de su investigación, <i>La Dra. Rello</i> avanza: "La idea es que, quizá dentro de unos años, esa herramienta te diga:<b> 'Mira, tienes que dar clases de apoyo, pero como te metas a diseño gráfico, triunfas'.</b> <b>Todo el mundo tiene algo bueno, y me gustaría ayudar a sacar los diamantes que hay en el interior de tanta gente".</b><br />
<b><br /></b></div>
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Y por último. la<b> <i>Dra. Luz Rello</i></b> tiene un sueño: "El sueño es poder dar apoyo a todo el mundo sin barreras, reducir el abandono escolar, y que la <i>dislexia</i> deje de ser un trastorno oculto. Y una cosa que espero ver antes de morirme: que la gente empiece a poner que es disléxico en su <i>currículum</i>. Sería como una prevención, algo que signifique: <b>´Mira, en leer y escribir voy a ser más lento que el resto y voy a cometer errores, pero si he llegado hasta aquí es porque tengo una gran capacidad de trabajo y muchas fortalezas".</b><br />
<b><br /></b>
<b><br /></b></div>
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<i>Adaptado de Patricia Fernández de Lis. EPS. núm. 2115; 58-63.</i></div>
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Juan Manuel Contreras Pesohttp://www.blogger.com/profile/14400544850980972344noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-2407975803712926188.post-76521832264769283182017-03-31T10:09:00.000+01:002017-04-02T09:49:06.964+01:00Una carta de nuestro padre<div style="text-align: justify;">
Queridos hijos: cuando leáis esta carta ya no estaré en este mundo. He sido vuestro padre mientras vivía y no tengo la intención de dejar de serlo ahora solo porque me haya ido. La paternidad no declina ni siquiera por la circunstancia de la muerte. Aunque naturalmente muta y estas líneas son para explicar ese cambio.<br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Como padre, una de mis ambiciones ha sido la de no estorbar demasiado.<br />
<a name='more'></a> Si un padre no estorba el desarrollo natural de su hijo, ya contribuye positivamente a su educación. Ante tantos padres castrantes, autoritarios, frustrados y frustantes, intenté no tener excesiva o mala influencia sobre vosotros.<br />
<br /></div>
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No estoy completamente de acuerdo con <i>Platón</i> cuando afirma que la descendencia es una forma de eternidad para los mortales. A la descendencia hay que dejarla en paz y no usarla como coartada, ni siquiera de eternidad.<br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<b>Nunca me formé un plan previo para vosotros que debierais satisfacer, así que tampoco hubo riesgo de que me defraudarais</b>. La naturaleza tiende a su propia perfección y así lo ha hecho durante millones de años. Con esta confianza elemental en el impulso de la naturaleza, me senté a contemplar, cuando mi trabajo me lo permitía, cómo ella hacía el suyo en vosotros y fuí feliz testigo de vuestro maravilloso crecimiento.<br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Con todo, los hijos están bajo el cuidado de sus padres. De estos depende que los primeros no solo crezcan, sino que crezcan sanos. Somos proveedores de vuestra salud. La del cuerpo, claro está, pero también la mental, la anímica y la sentimental.<br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<b>Imitando como pude a la maestra de vuestra madre, cuidé de vosotros para proporcionaros las condiciones de una vida saludable</b> y salvaros -salud significa salvación- de lo insano, mórbido y vicioso al acecho. Nada es seguro y todo se haya expuesto a los antojos de la caprichosa mala suerte.<br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Pero ciertamente, aun sin garantía alguna de éxito, el trabajo en la propia salud, si luego se combina con una buena administración de las expectativas de la vida, jugando entre la esperanza y la experiencia, aumenta las probabilidades del <b>gozo inteligente, lo único que al final quise para vosotros.</b><br />
<b><br /></b></div>
<div style="text-align: justify;">
Por decirlo todo, quise algo más. Un padre te cae en suerte sin elegirlo. Así que me encantaría, por supuesto, que pensarais que vuestra suerte en el sorteo ha sido buena. Respecto a vuestra madre, no tengo la menor duda de cuál es vuestro pensamiento.<br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Y mucho más todavía, me gustaría que tuvierais le certeza de que el afortunado también he sido yo, porque vuestra mera existencia ha bendecido definitivamente la mía.<br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Ahora que me he ido, el ser padre se prolonga a través de la imagen de mi vida que vosotros conservais. Y deseo que sea la de <b>un padre que procuró no estorbar demasiado, cuidó de vuestra importante salud y se sintió inmensamente afortunado.</b><br />
<b><br /></b></div>
<div style="text-align: justify;">
He de reconocer que en este momento le doy más razón a Platón. Viéndolo así, <b>los hijos son una forma de eternidad para los padres.</b><br />
<b><br /></b></div>
<div style="text-align: justify;">
¿Que cómo pretendo que esta carta no sea leída hasta después de que me haya ido si ya ha salido publicada en un periódico global? Pues porque, sin apenas darme cuenta, entre las lecciones de vida que he transmitido a mis hijos e hija, está la de leer solo por placer. Y he observado que tienen la sana costumbre de no leerme demasiado,<br />
<br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>Adaptado del Prof. Javier Gomá Lanzón. Carta Blanca. EPS. núm. 2110; 10. 5-3-2017</i></div>
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Juan Manuel Contreras Pesohttp://www.blogger.com/profile/14400544850980972344noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-2407975803712926188.post-32715430791136686572017-02-28T10:16:00.003+00:002017-08-13T00:23:46.096+01:00Mi hijo tiene un soplo inocente<div style="text-align: justify;">
La mayoría de los <i>soplos cardíacos</i> en niños menores de 7 años son inofensivos. Se oyen cuando el corazón funciona de una manera normal y no provocan daños ni aumentan el riesgo de otros problemas de salud.<br />
<a name='more'></a><br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Un <i>soplo</i> es un sonido de la sangre circulando a través del corazón y los grandes vasos sanguíneos que transportan la sangre por todo el organismo. Aunque pueda ser un signo de un defecto congénito del corazón o proporcionar pistas sobre otras enfermedades que comienzan en otro lugar del cuerpo y provocan un sobreesfuerzo cardíaco, con frecuencia es inocuo y se suele denominar también <i><b>soplo inocente o funcional</b></i>. Además, cuando los niños tienen fiebre o están asustados, su corazón late más rápido y los soplos inocentes también pueden ser más fuertes de lo habitual y, por tanto, ser audibles con mayor facilidad.<br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Básicamente,<i> hay tres tipos de soplos inocentes o inofensivos:</i></div>
<div style="text-align: justify;">
- El <b>soplo de Still. </b>Se oye habitualmente en el lado izquierdo del esternón y es más difícil de detectar cuando el niño está sentado o tumbado boca abajo.</div>
<div style="text-align: justify;">
- El <b>soplo pulmonar</b>. Se oye cuando la sangre circula hacia la arteria pulmonar. Se detecta con más facilidad entre las dos primeras costillas del lado izquierdo del esternón.</div>
<div style="text-align: justify;">
- El <b>soplo venoso</b>. Se oye cuando la sangre circula hacia las venas yugulares y es más audible por encima de las clavículas. La intensidad de este soplo inocente disminuye cuando el niño se encuentra tumbado hacia abajo o de costado.<br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
En general, los soplos inocentes se observan con mas frecuencia en niños de <i>3 a 7 años</i>, su intensidad suele variar con la respiración y según la posición del niño al ser auscultado.<br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<b><i>Los niños con soplos inofensivos o funcionales no necesitan precauciones especiales ni restricciones de actividades físicas, puesto que son niños completamente sanos.</i></b><br />
<b><i><br /></i></b></div>
<div style="text-align: justify;">
A medida que el niño va creciendo es posible que el soplo disminuya y termine por desaparecer. Además, aunque persistiera al hacerse mayor no sería relevante. Tampoco pasa nada.<br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Los niños con un soplo inofensivo no requieren un seguimiento específico ni pruebas diagnósticas.<br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Finalmente, l<i>os niños con un soplo pueden ser derivados a un cardiólogo pediátrico:</i></div>
<div style="text-align: justify;">
- Si el soplo no sigue el patrón característico de un soplo inocente.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Si hay antecedentes familiares de muerte súbita.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Si el niño tiene antecedentes de falta de crecimiento, se cansa con facilidad o no puede seguir el ritmo de juego de otros niños.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Si el niño ha tenido dolor en el pecho al hacer ejercicio, palpitaciones (sensación de latidos rápidos del corazón) o síncope (desvanecimiento o pérdida de sensorio).</div>
<div style="text-align: justify;">
- Si el niño tiene disnea (dificultad para respirar) o cianosis (coloración azulada de los labios o de los dedos de las manos); es decir, niveles bajos de oxígeno en sangre.</div>
<div style="text-align: justify;">
- Si el niño tiene edemas (hinchazón de piernas y pies) o hepatomegalia (hígado aumentado de tamaño).</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>Adaptado de:</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<i><br /></i></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>National Heart, Lung, and Blood Institute</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="color: blue;"><a href="http://www.nhlbi.nih.gov/health/health-topics/topics/hearthmurmur">www.nhlbi.nih.gov/health/health-topics/topics/</a>heartmurmur</span><br />
<span style="color: blue;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>Healthy Chidren. American Academy of Pediatrics</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<a href="http://www.healthychildren.org/English/health-issues/conditions/hearth/Pages/Hearth-Murmur.aspx"><span style="color: blue;">www.healthychildren.org/English/health-issues/conditions/heart/Pages/Heart-Murmur.aspx</span></a></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
Juan Manuel Contreras Pesohttp://www.blogger.com/profile/14400544850980972344noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-2407975803712926188.post-18826525699316530492017-01-28T10:07:00.004+00:002017-01-29T22:29:57.259+00:00Aprendamos de los jóvenes y afrontemos nuestros miedos<div style="text-align: justify;">
Cuando salen juntos, los jóvenes suelen practicar un divertido juego, socialmente aceptado, que consiste en ir haciendo turnos para acercarse a la chica que más le gusta a cada uno de ellos y si son rechazados, regresan a celebrar el intento realizado.<i> "Vamos a por el no",</i> se llama el entretenimiento. Y, por supuesto, si alguno consigue ligar también celebran el éxito. Lo que tiene de interesante este juego,<br />
<br />
<a name='more'></a>además de la sana diversión, es el hecho de obtener un merecido y digno premio al valor de afrontar ese temor, a la vez que desarrollan habilidades, ganan confianza en sí mismos y fortalecen su resistencia al fracaso. No es poca cosa.<br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Esta práctica tiene mucho que ver con nuestra disposición a asumir riesgos, un asunto que ha sido investigado en multitud de ocasiones. Son objeto de estudio, por ejemplo, los emprendedores o los que practican deportes extremos. La cuestión es la siguiente: <i>¿afrontar sin miedo la incertidumbre es algo innato o se adquiere con los años?</i> Los científicos que lo consideran un factor genético hablan del<b> </b><i><b>"gen tomador de riesgo"</b>.</i> Pero quienes sostienen que se puede, al menos en cierto grado, aprender con el tiempo, muestran estudios donde, por ejemplo, <b><i>los niños formados en hogares con padres más educados tienen una mayor propensión a adaptarse al azar que los que no.</i></b> De modo que al haber adquirido desde pequeños una mayor capacidad para valorar correctamente las consecuencias de cada decisión, ven potenciada la seguridad en sí mismos.<br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
En lo que sí hay acuerdo es que esta disposición para encarar el riesgo tiende a disminuir en ambos géneros a medida que nos vamos haciendo mayores. En cualquier caso, está claro que merece la pena hacer un esfuerzo para enfrentarse a determinadas decisiones. Hay que intentar salir, cada cierto tiempo, de nuestra<b> </b><i><b>zona de confort</b> </i>y explorar nuestros propios límites. Evidentemente, estamos hablando de 'riesgos', no de imprudencias ni temeridades.<br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Hay gente que no se <i>'arriesga'</i> ni a probar un nuevo plato en el menú de un restaurante o a empezar una conversación con un desconocido que, por alguna razón, le ha llamado la atención. ¿Cuántas veces ha abandonado un lugar arrepintiéndose de no haber intercambiado unas palabras con alguien que estaba allí simplemente porque no se atrevió a acercarse a él o a ella? <i>Eleanor Roosevelt </i>aconsejaba que cada día deberíamos atrevernos a hacer algo que nos produzca miedo. Interesante y atrevida propuesta, ¿verdad? Aunque no lleguemos a ese extremo, un buen comienzo sería hacer una lista con esas inseguridades e intentar enfrentarse a ellas. Se podría llamar<i> "mi lista de retos, de atrevimientos, o de temores"</i>. También se puede entablar una conversación familiar o entre amigos durante una cena en la que cada uno, empezando por usted, revele tres de los miedos que le gustaría superar y cómo ha pensado hacerlo. Quizás se le haya pasado por la cabeza emprender una nueva actividad, pedir un ascenso en su empresa, romper una relación que le hace daño o que no quiere ya mantener más, negarse a seguir siendo tan complaciente con los demás, mudarse a otro lugar, ... Aunque cada persona exponga diferentes cuestiones y posibles modos de llevarlas a cabo, de esa práctica compartida podría derivar un compromiso para afrontar ciertas cosas. Como hacen los jóvenes con su juego<i> <b>"Vamos por el no".</b></i><br />
<i><b><br /></b></i></div>
<div style="text-align: justify;">
En una encuesta realizada en numerosos países, el sondeo de opinión <i>Gallup</i> reveló que el <i>61%</i> de los españoles (el porcentaje más alto) está <i>"dispuesto a asumir cualquier riesgo para lograr lo que quiere"</i>. Con toda probabilidad, este resultado hace justicia a uno de los mejores ejemplos de valentía que ha conocido la humanidad: el viaje de <i>Colón </i>y sus seguidores a través de unos mares inexplorados para, al final, no encontrar lo que buscaban, sino algo mucho más grande. Este acontecimiento es toda una lección sobre las virtudes de afrontar el peligro de lo desconocido.<br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>Mark Zuckerberg,</i> el fundador de <i>Facebook</i>, ha dicho que si hay algo peligroso en esta vida, es no asumir ningún riesgo. Efectivamente, no nos damos cuenta del coste que implica no aventurarnos a nada. La búsqueda de la máxima seguridad y cautela, llevada al extremo, puede dejar de ser una virtud y convertirse en un defecto.</div>
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<b>"<i>Algunas veces un tren equivocado te lleva a la estación correcta".</i></b><br />
<b><i><br /></i></b></div>
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<div style="text-align: justify;">
<i>Adaptado de Gerver Torres. Consejero de Investigación de Gallup. Psicología. EPS núm. 2103; 18-19</i></div>
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Juan Manuel Contreras Pesohttp://www.blogger.com/profile/14400544850980972344noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-2407975803712926188.post-39116931622927202342016-12-30T07:31:00.000+00:002016-12-31T07:45:54.866+00:00A propósito de la infidelidad<div style="text-align: justify;">
La fidelidad es una consecuencia de la evolución de la humanidad. Apareció con el mismo objetivo que el de todas nuestras conductas: asegurar la continuidad de los genes. Los seres humanos nacemos muy indefensos, vivimos una infancia prolongada porque necesitamos mucho tiempo para poder desenvolvernos por nosotros mismos. Así que, ya desde hace miles de años, la mujer necesitaba a un hombre a su lado para proteger a sus crías. Y surgió la fidelidad.<br />
<a name='more'></a><br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Desde un punto de vista biológico, la fidelidad está prácticamente asegurada cuando se está enamorado. En esta etapa no tiene mérito ser fiel, es lo que pide el cuerpo. Cuando el enganche hormonal se termina, incluso si queremos profundamente a esa persona, necesitamos valores y voluntad para continuar fieles.<br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Si las paredes de las consultas de psicología hablaran, seguro que podrían contar muchas cosas sobre la infidelidad. No solamente acerca del sufrimiento del sujeto engañado, sino también del dolor del infiel y de la tercera persona.<br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Al descubrir una infidelidad, las posibles reacciones pueden ser muy distintas, a pesar de que existan similitudes emocionales. Por ejemplo, incluso hay quién se alegra porque puede constituir una excusa perfecta para romper la relación sin remordimiento.<br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Por otro lado, existe un fenómeno psicológico denominado<i> "optimismo no realista" </i>que se produce cuando estimamos que la probabilidad de ser víctimas de un suceso desagradable es menor que la de otras personas. Tenemos tendencia a sentirnos invulnerables. Y en el tema de la pareja, también. Por eso, cuando alguien se entera de un engaño, el golpe es tan duramente inesperado. Se da cuenta de que ese amor no era tan especial, que es como el de los demás mortales.<br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
El sufrimiento da buenas lecciones a quién sabe aprenderlas. En este caso, una de ellas es darse cuenta de que el orgullo tiene que bajar de las alturas. Percatarse de la necesidad de eliminar el pensamiento <i>"esto-nunca-me-pasará-a-mí".</i> Si se puede conseguir sin lastimarse demasiado, nos volvemos más humildes; más sabios. Y esto ayuda a afrontar no sólo la infidelidad, sino también futuros golpes, tanto en el mundo de la pareja como en otras muchas facetas de nuestra vida.<br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Los seres humanos necesitamos entenderlo todo. Y la increíble complejidad emocional que implica una infidelidad también se quiere meter en una cuadrícula. Y eso no sólo es absurdo por imposible, sino porque encima hace sufrir. "La primera pregunta es por qué. ¿Por sexo, por diversión, por amor, por oxígeno ...?". Es lógico plantearse esta cuestión, pero hay que saber que a veces ni el propio infiel sabe por qué lo ha hecho. Queremos encontrar la razón en el mundo emocional y ahí no la hay.<br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Una de las explicaciones simplonas que se da a la infidelidad es la falta de amor. Sin embargo, no hay ninguna investigación que muestre esta premisa como siempre cierta. Tal como lo cuenta el psicólogo <i>Javier Martín Camacho -Fidelidad en las relaciones de pareja. Buenos Aires. Dunken Ed., 2004- </i>todas estas opciones son posibles: parejas que se quieren y no se engañan, parejas que se quieren y se engañan, parejas que no se quieren y se engañan, y parejas que no se quieren y no se engañan. El amor y la fidelidad no siempre van de la mano.<br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Desde un punto de vista simplista se tiende a buscar un único responsable. La culpa la otorga la estrechez de miras. A veces se acusa al infiel; otras, a la tercera persona, y otras, a uno mismo. Explicaciones todas ellas limitadas, que además actúan como una cuchillada afilada sobre la autoestima.<br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
La infidelidad no duele sólo por el engaño; oscurece porque levanta la tapa que deja salir todos los complejos a flote. La inteligencia, la capacidad de amar, las habilidades sexuales, ... Con los complejos destapados, muchas personas engañadas huyen hacia delante. Rápidamente buscan a otra persona o perdonan a quién les ha engañado al instante. Desaprovechar la ocasión para mirar a nuestros complejos a la cara es perder una gran oportunidad de aprender a conocernos mejor.<br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Una reacción ante el engaño es la venganza. Pagar con la misma moneda. No son pocos los engañados que se lanzan a buscar un amante para desquitarse. El problema quizá ha sido cómo se ha vivido, cómo se ha entendido la pareja: como una inversión de futuro. Hemos dado para obtener algo a cambio. Dos errores: invertir y esperar. Los sabios dicen que el fruto de las acciones está en sí mismas. Si se ama esperando algo, ya se está equivocado. En el fondo la estafa se siente no tanto porque la pareja se ha ido con otra persona y nosotros no, sino porque él/ella ha sido feliz mientras la otra parte ha <i>"invertido en la relación"</i>. La mejor venganza no es ir a buscar un sustituto, sino ser feliz.<br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Al darse cuenta de que la persona que se tiene delante es capaz de mentir, se enfoca la realidad de forma distinta. Se puede vivir una paranoia y lo peor es mirar hacia delante con un panorama de desconfianza perpetua. Controlar se puede convertir en una obsesión. La vigilancia eterna es una opción que nos convertirá en desgraciados. La única salida es la confianza ... ¿en la otra persona? No. En nosotros mismos. Si la desconfianza se ha vuelto insufrible, siempre queda la opción de romper. Lo esencial es que la infidelidad ayude a mejorar ya sea juntos o por separado.<br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Los seres humanos somos cómicos. Algunas parejas dicen que las mejores relaciones sexuales las han disfrutado después de enterarse de la infidelidad. Notan como un rebrote del enamoramiento. La culpa del infiel, mezclado con el miedo a que se rompa la relación y con una charla profunda sobre la situación de la pareja forman un cóctel emocional y afrodisíaco. En los casos en que este acercamiento sea sincero, la relación de la pareja, lejos de romperse, se fortalece, siempre y cuando esta nueva proximidad se cuide y no quede en un mero espejismo.<br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
El único final feliz de una infidelidad es el perdón. Perdonar no significa forzosamente reconciliarse. Se puede perdonar y seguir; perdonar y romper. Disculpar significa hacerse un regalo a sí mismo. Quitarse el resentimiento de encima. El resentimiento no superado convierte la infidelidad en un dolor crónico. Perdonar no significa pasar página. No es algo que se pueda hacer instantáneamente. El dolor inicial no lo quita nadie. Se debe subir un escalón, hay que mirar la situación desde más arriba. Abrir el angular, comprender la naturaleza humana y sobre todo asumirla. La vida es así, compleja, emocional, inesperada.<br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<b>"La pareja no se apoya sobre la permanencia del amor y de la sexualidad, sino sobre la permanencia de la ternura". </b><i>K. Axelo</i><br />
<i><br /></i>
<i><br /></i></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>Adaptado de Jenny Moix. Reacciones ante la infidelidad. Psicología. EPS núm. 1988; 24-26.</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
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<div style="text-align: justify;">
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Juan Manuel Contreras Pesohttp://www.blogger.com/profile/14400544850980972344noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-2407975803712926188.post-1348751003670510822016-11-27T07:41:00.002+00:002016-11-27T09:08:23.060+00:00La pareja perfecta para un largo viaje<div style="text-align: justify;">
La mayoría de la gente quiere vivir en pareja. Sin embargo, el desconocimiento que, en general, tenemos de nosotros mismos conlleva, cegados por el enamoramiento, la posibilidad de elegir como compañero de viaje a la persona equivocada. A pesar de ser una de las decisiones más importantes de la vida, se suele tomar antes de tiempo. Lo cierto es que, con los años, esa falta de experiencia y madurez termina pasando factura.<br />
<a name='more'></a><br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>Nadie duda que el amor, como el resto de los asuntos importantes de nuestra vida, no es cuestión de razón, sino de intuición.</i> Y dado que los polos opuestos se atraen, seguramente nos gusten personas con las que podamos complementarnos. Eso sí, más allá de esas diferencias, <i>hay que calibrar cierta afinidad física, emocional, intelectual y espiritual con quien deseamos comprometernos.</i><br />
<i><br /></i></div>
<div style="text-align: justify;">
La<i> <b>compatibilidad física</b></i> es la más primaria e instintiva de todas. Aunque es puramente física, también tiene que ver con la química. El deseo, la excitación y la pasión sexual serán más intensos y sostenibles con el paso del tiempo si se quiere locamente a alguien. Que nos vaya bien ya es otra cosa. Dependerá de más variables. Pero ojo: si de entrada no se ha dado este tipo de magia ni de hechizo, es mucho más difícil disfrutar plenamente bajo las sábanas.<br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
La <i><b>compatibilidad emocional</b> </i>tiene mucho que ver con el afecto, el cariño y la ternura que una pareja se profesan mutuamente. Si existe este tipo de afinidad, es fácil disfrutar con el simple roce de la piel o una caricia. No es casualidad que en uno de estos momentos nos alegremos de poder compartir nuestro tiempo con esa persona y sonriamos. Nos sentimos afortunados de que nos haya elegido. Por eso nos lo <i>´curramos´ </i>para que nos siga eligiendo,<i> 'ligándonosla´ </i>cada día. Y es que el amor no termina cuando dos personas se casan, sino cuando dejan de comportarse como novios.<br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
La <b><i>compatibilidad intelectual</i></b> tiene que ver con la amistad y la complicidad. Sin duda alguna, nuestra pareja es nuestro mejor amigo. Es nuestra persona de confianza en el mundo. Es la primera con quien queremos compartir nuestras alegrías y necesitamos expresar nuestras penas. En paralelo, también tenemos intereses, inquietudes y<i> hobbies</i> en común, con los que podemos montar planes que nos apetezcan de verdad a los dos. Nos lo pasamos tan bien juntos que no necesitamos de otras personas para divertirnos. Y la complicidad es tal que no hay lugar para el aburrimiento ni tampoco para los silencios incómodos. Y en público, no hace falta que nos diga nada para saber lo que está pensando. En casa, encanta a ambos<i> 'comentar la jugada'</i> y tener la oportunidad para reir, algo que ocurre con frecuencia estando juntos. Debido a esa afinidad intelectual, cuando nos relacionamos con otras personas transmitimos <i>´muy buen rollo</i>´ como pareja. Estamos tan a gusto entre nosotros que es fácil que los demás se sientan del mismo modo cuando están a nuestro lado.<br />
<br /></div>
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La <b><i>compatibilidad espiritual</i></b> tiene que ver con la finalidad que le damos a nuestra existencia. Comprobemos que nuestra pareja cree en nuestros sueños, que nos apoya en nuestras aspiraciones y mira en la misma dirección. Y es que la vida es un camino de aprendizaje. De ahí que sea esencial elegir a la compañía adecuada. No para llegar a un destino en concreto, sino para aprender y disfrutar al máximo del camino; compartiendo una serie de valores, priorizando casi las mismas cosas, creando un estilo de vida por acuerdo, respetando las necesidades y motivaciones de cada uno, afrontando la situación cuando surge el conflicto, honestamente, sin juzgar ni faltar al respeto, dejando el amor propio a un lado y cediendo para adaptarse a las necesidades del momento.<br />
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<b>Elijamos con el corazón. Sí, pero con un poco de sentido común.</b><br />
<b><br /></b>
<b><br /></b></div>
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<i>Adaptado de Borja Vilaseca. El compañero de viaje ideal. Psicología. EPS núm. 2048; 28-30.</i></div>
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Juan Manuel Contreras Pesohttp://www.blogger.com/profile/14400544850980972344noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-2407975803712926188.post-47877181587250146362016-10-30T07:29:00.000+00:002016-10-30T07:43:00.213+00:00Enseñe a sus niños a confiar en los demás<div style="text-align: justify;">
<i>"No confíes en nadie". "Piensa mal y acertarás". "La confianza es la madre de todas las desventuras". </i>Son expresiones que hemos oído o dicho a menudo. Son parte también de una educación que damos y recibimos desde pequeños. La suposición subyacente a este consejo es que los demás, especialmente los extraños, son personas peligrosas, que nos pueden hacer daño, que tienen propósitos oscuros, que no son honestas, ... El mundo en general piensa así.<br />
<a name='more'></a><br />
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Una encuesta reciente de la empresa <i>Gallup</i> encontró que solo el <i>23%</i> de la población mundial afirma que se puede confiar en la mayoría de la gente, mientras que cerca del <i>75%</i> piensa que no. Este es un hecho trágico y divertido a la vez, porque lo que de manera agregada están diciendo las personas es que no se puede confiar en ellas mismas. El mundo es extraño para cada uno de nosotros, pero también cada uno de nosotros somos un ser extraño para el resto del mundo. Con esta insistencia en no fiarnos de nadie redundamos en la idea de que, según nuestra propia opinión, no somos dignos de confianza.<i> ¡Vaya forma de presentarnos!</i><br />
<i><br /></i></div>
<div style="text-align: justify;">
Sobre este asunto se ha investigado bastante y se han formulado diversas teorías. Hay, por ejemplo, las que atribuyen esta creencia a rasgos de personalidad. Es decir, hay individuos que tienden por naturaleza a ser más confiados que otros. Otras teorías la hacen depender más de nuestras experiencias personales en el trato con otras personas; de si estas han sido buenas o no. También existen hipótesis que ponen el foco en la cultura de cada sociedad; en unas son más proclives a la confianza que otras. El politólogo <i>Francis Fukuyama</i> habla de sociedades de alta y baja confianza. En las primeras incluye a países como <i>Estados Unidos, Alemania y Japón</i>. En las segundas, a <i>China, Francia e Italia.</i> En los que son como los primeros, resulta más fácil, por ejemplo, construir grandes empresas o corporaciones, mientras que en los de baja confianza deberán prevalecer los negocios familiares o de pequeña escala.<br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Más allá de sus posibles causas, entre los investigadores hay un acuerdo unánime: este sentimiento es un activo valiosísimo para cualquier sociedad. Es intangible, pero tan real y preciado como los edificios y construcciones en los que vivimos o las máquinas y equipos con los que trabajamos. Por ello, a la confianza se le considera parte de un capital, en este caso del capital social. Cuanto más abunda en una sociedad, mayor es su capital social y más rica es esa colectividad.<br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Donde hay más confianza es más fácil cooperar, emprender proyectos, negocios o iniciativas sociales; en una palabra, construir, edificar, emprender. También ocurre que en las comunidades en las que abunda esta percepción es más fácil que los ciudadanos paguen sus impuestos y cumplan en mayor grado con sus obligaciones ciudadanas, lo cual revierte en beneficio de todos. Pero también hay ganancias individuales. La gente que confía más en los otros tiende a ser más feliz, más alegre, más optimista. La confianza en los demás nos enriquece personalmente y aumenta nuestro bienestar.<br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
O sea que como usted lo quiera ver: hay costos importantes, sociales y personales, derivados de la desconfianza generalizada en los demás. Por ello,<b> la próxima vez que vaya a a aconsejar a sus hijos o a cualquier otra persona que mejor desconfíe de todo el mundo, piénselo bien, pues les estará colocando un peso de más a ellos y a la sociedad en general.</b><br />
<b><br /></b></div>
<div style="text-align: justify;">
Esta reflexión es igual de válida para usted mismo. Si es excesivamente desconfiado, pregúntese por qué. Tal vez no tiene razones objetivas, y apostar más por la gente podría ayudarle a tener una actitud emocional más positiva y más sana.<br />
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<div style="text-align: justify;">
<i>Adaptado de Gerver Torres. Consejero de Investigación de Gallup. "Ser desconfiado no ayuda". EPS núm. 2091; 24-25.</i></div>
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Juan Manuel Contreras Pesohttp://www.blogger.com/profile/14400544850980972344noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-2407975803712926188.post-75544467976435245122016-09-30T05:12:00.002+01:002016-09-30T05:45:08.826+01:00Dudar antes de decidir es saludable<div style="text-align: justify;">
<b><i>La duda no está de moda</i></b>. Hoy día está desprestigiada, aunque siempre ha sido fuente de inspiración de los pensadores. El acceso rápido y fácil a la información invita a un juego perverso en el que consideramos que la certeza absoluta es posible. Sin embargo, el conocimiento seguro y claro de algo, sin temor a errar, la infalibilidad, es inalcanzable. Hay grados de certeza, pero la seguridad total no existe. Debemos recordar que la verdad absoluta conduce al fanatismo.<br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Se confunde el "<i>temor a dudar</i>" con el "<i>temor a errar</i>".<br />
<a name='more'></a>Cuanto más y mejor hayamos vacilado antes de tomar una decisión, cuanta más información tengamos sobre las cosas y cuanto mejor las hayamos analizado, mayores serán los niveles de certeza que alcanzaremos. Y para llegar a ese punto tenemos que dudar.<br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
El problema es que estamos viviendo una época en la que se premia tener el control de las cosas y se castiga la duda. En cambio, los científicos pasan buena parte de su tiempo buscando fallos en sus teorías hasta dar con los mejores resultados.<br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>Si cada persona debe dudar en su vida cotidiana antes de tomar una decisión aceptable, si un médico duda al valorar un diagnóstico para establecer el mejor tratamiento posible, ¿qué pasa entonces con algunos políticos?</i><br />
<i><br /></i></div>
<div style="text-align: justify;">
Cuestionarse las cosas significa ser exigentes e inconformistas, no erráticos ni apresurados. La duda es moderación e implica una cierta soledad, serenidad y lentitud que no casan con la tendencia actual de la toma rápida de decisiones.<br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Por otro lado, para no caer en falsos cantos de sirena, debemos aprender a reconocer las <i>pseudociencias</i>, que no cuestionan las conclusiones de otros, básicamente porque no ponen en duda casi nada de lo que proponen. Dan a sus ideas un barniz de veracidad a base de repetirlas, y lo hacen utilizando una terminología científica que desconocen, pero de la que se apropian para aparentar un rigor que no tienen. Cuando cada vez menos gente cae en la trampa empiezan a hablar de un 'método científico' al que jamás han sometido sus productos. Aquellos que pregonan evidencias ficticias tienen facilidad para convencer al resto, porque transmiten una sensación de consenso y de inmediatez, que es justo lo que ahora busca la sociedad. Solamente el tiempo y la reflexión los podrán desenmascarar.<br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Las palabras clave a la hora de enfrentarnos a una decisión podrían ser observación y capacidad de flexibilidad. Y de renuncia; porque, probablemente, nunca conoceremos el resultado de aquella opción que descartamos. Siempre nos quedará la duda y hay que aprender a vivir con ello.<br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>"Todo lo que es, podría ser de otra manera". L. Wittgenstein</i><br />
<i><br /></i>
<i><br /></i></div>
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<i>Adaptado de Dra. Lola Morón. Neurosiquiatra. Psicología. EPS núm. 2085; 20-21</i></div>
Juan Manuel Contreras Pesohttp://www.blogger.com/profile/14400544850980972344noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-2407975803712926188.post-76197546230046988352016-08-26T07:28:00.001+01:002016-08-27T06:57:47.482+01:00Vivir como los niños<div style="text-align: justify;">
<b>Fijémonos en los niños.</b> Cuando son chicos y juegan con algo, lo hacen solo con eso. Es cierto que si aparece un nuevo estímulo pueden abandonar lo que tienen entre manos y dirigirse a otro asunto con suma facilidad. Pero es debido a la curiosidad. <b>Su percepción del tiempo no existe</b>. <b>Su presente es absoluto y a él se entregan con los cinco sentidos. Saben parar el reloj y vivir intensamente.</b><br />
<b><br /></b></div>
<div style="text-align: justify;">
Sin embargo, cuando somos adultos, olvidamos que <i>presente</i> significa <i>regalo</i>. Y los regalos<br />
<a name='more'></a>se disfrutan, se saborean y se aprecian. Deberíamos recordar que para vivir intensamente, como los niños, estamos obligados a parar el reloj, a no pensar en otra cosa más que en lo que estamos experimentando en ese momento. El tiempo es el que es. Lo único que está en nuestra mano es decidir cómo queremos disfrutarlo. Tiempo de calidad, no cantidad de tiempo.<br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Cuando realizamos una actividad, perseguimos hacer otra al mismo tiempo. Por ejemplo, los fabricantes de cintas de correr suelen instalar en ellas televisores para seguir el partido de fútbol o las noticias mientras se practica deporte; vemos televisión en casa mientras chateamos o navegamos con el móvil. Incluso las propias cadenas de televisión rotulan en pantalla durante los debates y entrevistas lo que los televidentes tuitean. Parece como si vivir únicamente una sola realidad fuera insuficiente.<br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Es frecuente ver a parejas en una cafetería que combinan la conversación entre sí con otras a través del móvil con terceras personas. No se trata de una crítica tipo<i> "cualquier tiempo pasado fue mejor"</i>. Lo quiere explicar este ejemplo es que cuando se instala en el ser humano una insuficiencia constante sobre el presente, se ancla al mismo tiempo una creencia deficitaria de la vida y, por tanto, la probable conclusión de que la existencia no haya sido plena. Un deseo por multiplicar el presente desemboca en una insatisfacción del pasado.<br />
<br /></div>
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Hemos de ser exigentes cuando se trata de vivir nuestro tiempo, para llegar al final de nuestras vidas y poder decirnos a nosotros mismos: <i>"Ha estado bien así, si volviera a vivir no cambiaría nada, no deseo volver atrás"</i>. Tal vez sea este el máximo anhelo de nosotros.<br />
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<div style="text-align: justify;">
<i>Adaptado de Fernando Trías de Bes. EPS 2070. Psicología, 18-20.</i></div>
Juan Manuel Contreras Pesohttp://www.blogger.com/profile/14400544850980972344noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-2407975803712926188.post-87197280518501953542016-07-16T07:01:00.001+01:002016-07-17T19:40:19.835+01:00Cada niño es único<div style="text-align: justify;">
Hay niños y jóvenes que abandonan sus estudios pensando que son estúpidos y acaban en las calles como pandilleros, en trabajos precarios, en la cárcel o hundiendo su vida en alcohol y antidepresivos... Como afirma uno de los pensadores educativos más solicitados de los últimos veinte años, <i>Ken Robinson</i>, no se trata de pensar que la educación sea la respuesta a todo esto, sino que un mejor comienzo vital les brindaría la oportunidad de poder descubrir sus auténticas cualidades y elegir su camino. Hay profesores estupendos que son capaces de rescatar niños al borde del abismo y encauzarlos. No es una exageración decir que se trata de una cuestión de derechos humanos: la gente tiene el derecho a elegir su propia vida. <b><i>Cada niño es único</i></b><br />
<a name='more'></a><b>y nace con cualidades que, a menudo, el sistema educativo tradicional no descubre.</b><br />
<b><br /></b></div>
<div style="text-align: justify;">
Sin embargo, muchas de las presiones que llegan a los colegios provienen de padres angustiados por la formación de sus hijos. Por el contrario, otros muchos consideran que el sistema educativo está bien y piden más deberes y programas de refuerzo. <b>En cualquier caso, la educación empieza en el hogar.</b><br />
<b><br /></b></div>
<div style="text-align: justify;">
Siempre ha habido expertos, como <i>María Montessori, John Dewey</i> y muchos más, que han reclamado una aproximación más personalizada y no un sistema que se asemeje a una cadena de producción industrial. La gente piensa que es una excentricidad decir que la escuela funciona como una fábrica. Se divide en compartimentos separados, a los que la gente acude durante unas horas fijas; los días se distribuyen en bloques de tiempo y los alumnos son evaluados de forma periódica para saber si son aptos para seguir ahí. A los que no se adaptan se les responsabiliza de su fracaso, pese a que exista la posibilidad de que sea el propio sistema el que les ha fallado. La gente entiende esto y cada vez hay más colegios que quieren aplicar otras teorías.<br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
La educación es un sistema dinámico y muy complejo, sin duda. <i>K. Robinson</i> en su último libro, <i>Escuelas creativas (Grijalbo)</i>, trata de justificar por qué la creatividad no es un conjunto extravagante de actos expresivos, sino la forma más elevada de expresión intelectual.<br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
En lo que respecta a los títulos universitarios, <i>K. Robinson</i> proclama que ya valen menos. Antes, tener un doctorado era formar parte del 0,01% de la población mundial. Funciona como la inflación. Hace un tiempo, una carrera era todo lo que se necesitaba para conseguir un buen trabajo; ahora hace falta también un master. ¿Dónde acaba? Se supone que dentro de unos años habrá que ganar un Nobel para trabajar. "Ah, tienes un <i>Nobel,</i> qué bien. Pero ¿que tal dominas el <i>Excel</i>?". Las promesas de una buena educación superior comienzan a tambalearse. Algunos empiezan a pensar que tal vez no sea imprescindible ir a la universidad. Aunque esto está cambiando, la pelota está, de momento, en el campo de los titulados, porque sus rentas son mayores que el promedio.<br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Este brillante pensador cree, asímismo, que bailar es tan importante como sumar: "los humanos tenemos un cuerpo, no somos programas, y nuestra relación con él es fundamental para nuestro bienestar. Muchos problemas del mundo civilizado tienen que ver con la obesidad, la diabetes o la depresión.<b> En <i>Estados Unidos</i> hay una generación de jóvenes que, por primera vez, puede que vivan menos que sus padres debido a enfermedades cardíacas y otras dolencias vinculadas a una dieta pobre y poco ejercicio físico</b>. El sistema educativo trata, con frecuencia, la vida humana como si solo importase lo que existe entre las dos orejas".<br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Al hacer referencia a su conocida ponencia,<i> "¿Las escuelas matan la creatividad?"</i>, cuenta la anécdota de una niña retraída que siempre pintaba en clase. "¿Qué dibujas?", le preguntó la maestra. "Estoy pintando a Dios", respondió. Cuando la profesora le quiso hacer entender que nadie lo había visto nunca, ella replicó: "Mejor, en cinco minutos podrán saber cómo es".<br />
<br /></div>
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<i>Adaptado de Pilar Alvarez. EPS 2.076; 10.7.2016, 52-57</i></div>
Juan Manuel Contreras Pesohttp://www.blogger.com/profile/14400544850980972344noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-2407975803712926188.post-43177402496520024932016-06-30T07:06:00.000+01:002016-07-01T08:32:14.387+01:00¿Pediatra o robot?<div style="text-align: justify;">
La tecnología lo está cambiando todo. Los coches van a conducir solos, los frigoríficos harán la compra sin preguntarnos y podremos recuperar un recuerdo perdido de nuestra niñez buscando en la tarjeta <i>SD</i> de nuestro cerebro. La biotecnología, por su parte, logrará no menos maravillas: imprimiremos en<i> 3D</i> órganos compatibles con nuestro cuerpo y, según algunos optimistas, seremos capaces de aprender idiomas tomando pastillas.<br />
<br /></div>
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<div style="text-align: justify;">
Este paisaje futurista a unos les parecerá deseable y a otros disparatado, pero<br />
<a name='more'></a>incluso los más apocalípticos buscan el provecho del cambio. La vida será más fácil y larga, y eso a nadie disgusta.<br />
<br /></div>
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<div style="text-align: justify;">
De entre todas las revoluciones en marcha, una de las más importantes es la de la medicina. Desde su origen, el diagnóstico médico ha estado basado en la relación médico-paciente. En el trato humano. En la<i> 'confesión'</i> de síntomas y dolores, en la observación, en la exploración.<br />
<br />
Y según el autor del libro <i>¿Médicos o robots? La medicina que viene (Rasche), Ignacio Riesgo,</i> hay una parte de esa relación entre el paciente y el médico que no cambiará nunca. Permanecerá inalterada por muchos avances tecnológicos que se produzcan: <b>"La labor de comunicación del médico con el paciente no es sustituible por ninguna máquina. Ni ahora ni nunca".</b></div>
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<div style="text-align: justify;">
<b><br /></b></div>
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<div style="text-align: justify;">
"Lo que nunca dejará de hacer el médico, sean cuales sean los avances, es la llamada <i>medicina narrativa</i>", explica I. Riesgo.<i> "Ayudar al paciente a elaborar un relato personalizado sobre su enfermedad: qué significa en su vida, qué limitaciones le impone, qué opciones tiene, qué medidas preventivas debe seguir, qué decisiones debe tomar, etc. En todo esto el médico nunca podrá ser sustituido".</i><br />
<i><br /></i></div>
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<div style="text-align: justify;">
Tal vez será tarea de los médicos liderar la solución a los problemas éticos que las nuevas tecnologías médicas traen de la mano. En primer lugar, los más clásicos, los que tienen que ver con la eugenesia y con el perfeccionamiento de la especie humana: ¿es legítimo moralmente alterar la espontaneidad de los genes para crear una raza de hombres sanos e inmortales? Y en segundo lugar, los que tienen que ver con la justicia social, pues los usos tecnológicos son en algunos casos extremadamente caros y abren la posibilidad de que la salud sea para quién pueda pagarla.<br />
<br /></div>
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<div style="text-align: justify;">
I. Riesgo advierte que el gran reto de los sistemas sanitarios de acceso universal, como los que tenemos en Europa y en la mayor parte de los países industrializados, es que las innovaciones tecnológicas sean accesibles a toda la población y no se vuelva a crear una medicina para ricos y otra para pobres.<br />
<br /></div>
</div>
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<div style="text-align: justify;">
<i><b>El objetivo es lograr dar atención sanitaria a los más de 7.000 millones de habitantes del planeta. Con muchos robots pero también con muchos seres de carne y hueso.</b></i><br />
<i><b><br /></b></i></div>
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<div style="text-align: justify;">
<i>Adaptado de Luisgé Martín. Los médicos robots. EPS 2063, 39. 10.4.2016</i></div>
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Juan Manuel Contreras Pesohttp://www.blogger.com/profile/14400544850980972344noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-2407975803712926188.post-24865155277300098912016-05-06T08:22:00.003+01:002016-05-06T19:53:27.157+01:00¿Empezar de cero?<div style="text-align: justify;">
<b>A una madre recién separada y a un hijo que empieza su nuevo trabajo ...</b></div>
<div style="text-align: justify;">
Juan Manuel Contreras Peso. Pediatra<br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>"Ante cualquier tipo de ruptura, nunca se parte de la nada. Tras el cambio, somos los mismos y con los mismos conocimientos y las mismas experiencias. Solo hay que perder el miedo a readaptarse".</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>Fernando Trías de Bes</i><br />
<i><br /></i></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>"Nada está perdido si se tiene el valor de proclamar que todo está perdido y que hay que empezar de nuevo".</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>Julio Cortázar</i><br />
<i><br /></i></div>
<div style="text-align: justify;">
Ante una ruptura con los socios, un despido, un cierre de la empresa, el final de una etapa profesional o una separación, la sensación que se apodera de uno es la de no tener nada. Tener que volver a empezar desde la nada. Pero eso no es del todo cierto. <i>"Cero" </i>es un sensación, una percepción que procede del tren del cual nos hemos bajado y ya no está, de esa soledad que rodea a quién corta el cordón umbilical con una organización, una empresa, un socio o con su pareja.<br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>"Cero" </i>es demasiado.<br />
<a name='more'></a>Porque una persona es también su pasado, su experiencia, sus conocimientos, los criterios adquiridos a través del tiempo y los hábitos y automatismos que precisan una profesión y la propia vida.<br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Todo lo realizado, todo lo trabajado y todo lo vivido es un activo y va con uno, dentro de la mochila, allá donde viajemos. El filósofo <i>José Antonio Marina</i> afirma que el talento es inteligencia en acción. Y la inteligencia no es solo la capacidad, sino el equipaje adquirido a lo largo de los años.<br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Empezar de cero es un engaño. Ni es empezar, ni es de cero. Es continuar desde lo que uno es y sigue siendo.<br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Por tanto, volvamos a definir el significado y el sentido de "un nuevo proyecto o un nuevo reto profesional". Podríamos explicarlo como la forma en que modificamos nuestra red de relaciones con tal de dirigir nuestros conocimientos y nuestra experiencia hacia un nuevo propósito.<br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Nuestro tejido de conexiones sigue siendo el mismo. El equipaje también. En realidad solo varían dos cosas: el propósito y el modo en que nos vamos a relacionar a partir de ahora con nuestro entorno. La clave está en ese diseño, así como en las posibilidades del nuevo propósito.<br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Volver a empezar se convierte pues en algo bien distinto: una meta diferente y un nuevo esquema de lazos, uniones y contactos. Una transformación del cómo pero no del qué, el cual sigue inalterado.<br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Por supuesto que hay dificultades nuevas. Es también cierto que la estructura de ingresos desaparece de momento. Y que el modelo que nos mantenía deja de ser vigente. Pero condicionados por el asombro del momento y el miedo al cambio, confundimos lo que somos con el cargo que ocupamos.<br />
<br />
Es como aquel político a quién llamaban ministro y respondió:</div>
<div style="text-align: justify;">
-Yo no soy ministro, sino el hombre que ocupa actualmente el cargo de ministro.<br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
En la vida hay momentos difíciles. Es innegable. Pero nunca se parte de cero.<br />
<br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>Adaptado de Fernando Trías de Bes. Psicología. EPS 2.066; 22-23.</i></div>
Juan Manuel Contreras Pesohttp://www.blogger.com/profile/14400544850980972344noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-2407975803712926188.post-63695573950153594552016-04-30T19:27:00.000+01:002016-05-07T09:55:53.562+01:00"Una mala persona nunca llega a ser buen profesional"<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Lo afirma el eminente neurocientífico y psicólogo de <i>Harvard,</i> <i>Howard Gardner</i>, autor de la teoría de las <i>inteligencias múltiples.</i><br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>"Aprender es el único antídoto contra la vejez y yo lo tomo cada día en Hardvard con mis alumnos. Es tonto clasificar a los humanos en listos y tontos,</i><br />
<a name='more'></a><i> porque cada uno de nosotros es único e inclasificable. Puedes vivir sin filosofía, pero vivirás peor. Soy flamante honoris causa en Pedagogía por la Ramón Llull".</i><br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<b>¿Por qué cuestiona los tests que miden la inteligencia?</b><br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Porque yo soy científico y hago experimentos y, cuando mido la inteligencia de las personas, descubro que algunas son muy buenas solucionando problemas pero malas explicándolas. Y a otras les pasa lo contrario.<br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<b>¿Y si hay personas diversas es porque también tiene que haber diversos talentos?</b><br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Por eso he dedicado<i> 400 </i>páginas a describir siete tipos de inteligencia: lingüistica, lógico-matemática, musical, espacial, cinético-corporal, interpersonal e intrapersonal.<br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<b>¿Y por qué no muchas más: la culinaria o la mística o la teatral o la ecológica?</b><br />
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Porque no cumplen los requisitos que cumplen esas. Y espero acabar demostrando que además hay una inteligencia naturalista, otra pedagógica y otra existencial para plantearse preguntas trascendentes. Pero no más.<br />
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<b>Hoy los colegios ya plantean sus programas según esas inteligencias múltiples.</b><br />
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Y yo no me dirigía a los pedagogos, pero fueron ellos lo primeros que adoptaron mis teorías.<br />
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<b>¿Por qué?</b><br />
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Porque comprobaban cada día en las aulas que las categorías de tonto o listo no cubren la diversidad del talento humano. Y, por tanto, que los tests de inteligencia no miden realmente nuestras capacidades, sino sólo la de resolverlos.<br />
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<b>Su teoría, además, era cómoda para consolar a niños con malas notas y a sus papás.</b><br />
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Se abusó de ella al principio porque no se comprendió bien. En <i>Australia,</i> la administración la manipuló para explicar que había grupos étnicos que tenían inteligencias diferentes de otros.<br />
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<b>¡Qué peligro!</b><br />
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En ese punto, empecé a preguntarme por la ética de la inteligencia y por qué personas consideradas triunfadoras y geniales en la política, las finanzas, la ciencia, la medicina u otros campos hacían cosas malas para todos y, a menudo, ni siquiera buenas para ellas mismas.<br />
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<b>Esa ya es una pregunta filosófica.</b><br />
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Pero yo soy un científico e inicié un experimento en <i>Hardvard, el Goodwork Project, </i>para el que entrevisté a más de<i> 1,200</i> individuos.<br />
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<b>¿Por qué hay excelentes profesionales que son malas personas?</b><br />
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Descubrimos que no los hay. En realidad, las malas personas no pueden ser profesionales excelentes. No llegan a serlo nunca. Tal vez tengan pericia técnica, pero no son excelentes.<br />
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<b>A mí se me ocurren algunas excepciones ...</b><br />
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Lo que hemos comprobado es que los mejores profesionales son siempre excelentes, comprometidos y éticos.<br />
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<b>¿No puedes ser excelente como profesional pero un mal bicho como persona?</b><br />
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No, porque no alcanzas la excelencia más allá de satisfacer tu ego, tu ambición o tu avaricia. Si no te comprometes, por tanto, con objetivos que van más allá de tus necesidades para servir las de todos. Y eso exige ética.<br />
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<b>Para hacerte rico, a menudo estorba.</b><br />
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Pero sin principios éticos puedes llegar a ser rico, sí, o técnicamente bueno, pero no excelente.<br />
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<b>Resulta tranquilizador saberlo.</b><br />
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Hoy no tanto, porque también hemos descubierto que los jóvenes aceptan la necesidad de ética, pero no al iniciar la carrera, porque creen que sin dar codazos no triunfarán. Ven la ética como el lujo de quienes ya han logrado el éxito.<br />
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<b>"Señor, hazme casto, pero no ahora".</b><br />
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Como <i>San Agustín,</i> en efecto. Otra mirada estrecha lleva a estudiantes y profesionales comodones a ser lo que consideramos inerciales, es decir, a dejarse llevar por la inercia social e ir a la universidad, porque es lo que toca tras la educación secundaria; y a trabajar, porque es lo que toca tras la universidad ..., pero sin darlo todo nunca.<br />
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<b>Sin ilusión, la vida se queda en obligación.</b><br />
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Y otros son transaccionales: en clase cumplen lo mínimo y sólo estudian por el título; y después en su trabajo cumplen lo justo por el sueldo, pero sin interesarse de verdad limitan su interés y su dedicación. Y son mediocres en todo.<br />
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<b>¿No descubren algún día de su vida algo que les interese realmente?</b><br />
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Algunos no, y es uno de los motivos de las grandes crisis de la madurez, cuando se dan cuenta de que no hay una segunda juventud. Otra causa es la falta de estudios humanísticos: Filosofía, Literatura, Historia del Pensamiento ...<br />
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<b>¡Qué alegría! Alguien las cree necesarias ...</b><br />
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Puedes vivir sin filosofía, pero vivirás peor. En un experimento con ingenieros del <i>MIT </i>descubrimos que quienes no habían estudiado <i>Humanidades</i>, cuando llegaban a los <i>40 y 50,</i> eran más propensos a sufrir crisis y depresiones.<br />
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<b>¿Por qué?</b><br />
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Porque las ingenierías y estudios tecnológicos acaban dándote una sensación de control sobre tu vida en el fondo irreal; sólo te concentras en lo que tiene solución y en las preguntas con respuesta. Y durante años las encuentras. Pero, cuando en la madurez descubres que en realidad es imposible controlarlo todo, te desorientas.<br />
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<b>¿En qué país influyó más su teoría de las inteligencias múltiples?</b><br />
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En<i> China </i>editaron cientos de títulos sobre inteligencias, pero las entendieron a su modo: querían que su hijo fuera el mejor en todas.<br />
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<b>Pues no se trata exactamente de eso.</b><br />
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<i>Cada sociedad y persona entiende lo que quiere entender. Cuanto mayor te haces, más difícil es adaptar tu vida a un descubrimiento y más fácil adaptar el descubrimiento a lo que ya creías que era la vida. Por eso, voy a clase a desaprender de mí y a aprender de los jóvenes.</i><br />
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<i>Tomado de La Vanguardia</i></div>
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<a href="http://www.clarin.com/"><span style="color: blue;">www.clarin.com</span> </a>Buena Vida-Psico</div>
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<i><b>Esta entrada va dedicada a P. O'Mil, una persona excelente. Y a todas las que son como ella.</b></i>Juan Manuel Contreras Pesohttp://www.blogger.com/profile/14400544850980972344noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-2407975803712926188.post-31380849168242175352016-03-24T07:28:00.002+00:002016-03-24T21:33:21.635+00:00Padres supersticiosos<div style="text-align: justify;">
Algunas personas creen que son gafes. Según los matemáticos, la buena fortuna es cuestión de probabilidades y acaba llegando. Para los psicólogos, se trata de una circunstancia que podemos atraer con una actitud positiva.<br />
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¿Existe la mala suerte o es una creación del ser humano para explicar lo inexplicable?<i> E. Delgado, Director del Centro Psicológico Rayuela, en Santa Cruz de Tenerife</i>, la define así: "Es una especie de fuerza que, supuestamente, determina los hechos y circunstancias imprevisibles de manera que nos perjudican". Y añade: "las personas supersticiosas consideran que esa fuerza existe al margen del ser humano, pero creen que pueden influir en ella a partir de ciertos rituales u objetos". Por ejemplo, no derramar sal o no cruzarse con un gato negro. Y para atraer la buena fortuna, llevar amuletos.<br />
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<i>E. Delgado</i> explica: "Creer que las cosas no ocurren al azar y que uno puede hacer algo para cambiar el destino reduce la ansiedad asociada a la incertidumbre".<br />
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La fatalidad tiene una explicación científica.<b> "La mala suerte es cuestión de probabilidad, y la buena también"</b>,<br />
<a name='more'></a>afirma <i>el Catedrático de Estadística de la Universidad de Cantabria, J. A. Cuesta. </i>Por esta razón, de todas las decisiones que tomamos cada día, algunas acabarán siendo buenas y otras no.<br />
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El problema radica en que nuestra memoria es selectiva, y recuerda, por lo general, solo aquello que nos ha ido muy bien o muy mal, lo que nos hace creer que tenemos buena o mala suerte.<br />
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Dado que las matemáticas entran en juego, el factor suerte se puede calcular. Por ejemplo, en<i> España,</i> en <i>2001</i>, fallecieron cuatro personas por culpa de un rayo, así que la probabilidad de morir de esta forma en nuestro país es menor a una entre diez millones.<br />
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La explicación racional está clara, pero las supersticiones tienen mucho arraigo. Y eso que a veces resultan perjudiciales.<i> "Pueden causar comportamientos obsesivo-compulsivos"</i>, advierte<i> H. Matute, Catedrática de Psicología Experimental en la Universidad de Deusto</i>. La persona supersticiosa repite cierta conducta una y otra vez para librarse de un mal que nunca llega, creyendo que esta acción la mantiene a salvo. Así se crea un círculo vicioso que puede mantenerse por mucho tiempo.<br />
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Este tipo de convicciones tienen, además, otro lado negativo: pueden reducir el sentido de responsabilidad de las propias acciones. <i>H. Matute</i> explica que tendemos a atribuir las cosas positivas que nos ocurren a nuestros propios logros; y las negativas, a factores externos, como la mala suerte u otra explicación irracional.<br />
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Es cierto que poco podemos hacer para prevenir atentados terroristas o desastres naturales, situaciones ajenas a los factores internos de cada cual, pero en el día a día, a menudo no es una mano negra la que actúa en nuestra contra, sino el azar. O nosotros mismos, al equivocarnos. Para evitar que vuelva a ocurrir lo mejor es reconocer el error y aprender de él.<br />
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Aquí entra en juego la conducta. La buena o mala estrella no dependerían sólamente de fuerzas sobrenaturales que actúan en nosotros sin que tengamos ningún control.<i> <b>"Hay veces que nos labramos nuestra propia dicha"</b></i>, asegura <i>J. A. Cuesta.</i><br />
<i><br /></i></div>
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A la misma conclusión llegó<i> R. Wiseman.</i> Tras un estudio de más de diez años, vió que eran los sujetos de su investigación los que, en gran medida, propiciaban su propia fortuna favorable. De ahí sus cuatro principios para atraer los acontecimientos positivos, o <b>las cuatro reglas de la buena suerte</b>:<br />
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1. Crea oportunidades y aprovecha las que surgen por casualidad.</div>
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2. Toma decisiones haciendo caso de tu intuición. Parece arriesgado, pero te proporciona seguridad, ya que requiere autoconfianza. Si la intuición falla, aprende del error.</div>
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3. Ten expectativas positivas de forma que lleguen a hacerse reales por el mero hecho de creerlas. Por ejemplo: al intentar aparcar, si piensas que vas a tener suerte, encuentras sitio antes porque tu actitud es de alerta constante en lugar de desgana.</div>
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4. Mantén una actitud resiliente. Procura ver el lado positivo de las cosas y sacar el mejor partido de cada situación.<br />
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<div style="text-align: justify;">
Como escribe <i>Wiseman</i>, <i>"no hay gente con buena suerte o mala suerte</i>". Aunque las personas no sean conscientes de las causas reales de su fortuna, sus pensamientos y comportamientos son, en gran parte, responsables de ella.<br />
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<div style="text-align: justify;">
Tan negativo resulta sentirse un gafe como pensar que la fortuna siempre nos sonreirá. Aunque las personas optimistas tengan más opciones de alcanzar el éxito, al arriesgarse y abrirse a nuevas oportunidades también aumentan sus posibilidades de fracasar.<br />
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<i>Tomado de Laura Chaparro. Psico. MUY 410. Julio 2015; 26-30</i></div>
Juan Manuel Contreras Pesohttp://www.blogger.com/profile/14400544850980972344noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-2407975803712926188.post-61304763492480916342016-02-27T14:53:00.003+00:002016-02-29T21:15:02.273+00:00¿Somos unos padres demasiado 'blandos'? A propósito de una reflexión de S. Spielberg<div style="text-align: justify;">
Nos hacemos esta pregunta, de vez en cuando, ¿verdad? Yo creo que sí, que Spielberg tiene razón; pero me temo que la respuesta nunca llegará a convertirse en una de esas certezas que se tienen tan pocas veces en la vida. A mí, como padre y pediatra, me queda al menos una cierta sensación de alivio el hecho de saber que se trata de una duda razonable y que puedo compartirla, día tras día, con tantos padres y madres. Al fín y al cabo, si hemos ayudado a nuestros hijos para que sean capaces de elegir su propio camino y ahora, al pasar los años, se sienten bien con lo que son, con lo que hacen y nos confiesan que ellos intentarán educar a sus hijos tal y como mi mujer y yo los hemos educado a ellos, supongo que no lo habremos hecho tan mal. <i>Juan Manuel Contreras Peso</i><br />
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<b>"Hubiera querido ser un padre más estricto, pero nunca lo fuí"</b>.<i> Steven Spielberg:</i><br />
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<a name='more'></a>"<i>Me arrepiento</i> de no haberles quitado el ordenador a mis hijos hace 17 años. Y de no haberles cancelado internet de sus teléfonos. Debería haberles dado simples teléfonos móviles en lugar de smartphones. Para que se enteren de las noticias por los periódicos, en la televisión, en las conversaciones a la hora de la cena. <i>Hubiera querido ser un padre más estricto, pero nunca lo fuí.</i> Es mi gran error. No es que mis padres fueran más severos, pero eran otros tiempos, cuando en este país no había más que tres canales de televisión y lo que decía la tinta de los periódicos era sagrado.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Incluso entonces hubo una buena dosis de gritos y regañinas porque yo siempre estaba liándola, rompiendo algo. Para mis padres yo fuí una especie de demonio pegado a una cámara de 8 <i>mm</i> destruyendo cosas por toda la casa. Pero entre tanto grito, afortunadamente mis padres fueron bastante liberales y no acabaron con ese hobby que se convirtió en carrera.<br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Ahora tengo dos hijos, <i>Sasha </i>y<i> Theo</i>, que han formado el grupo Wardell con el que componen y dan conciertos. Luego está <i>Destry</i>, a la que le gusta montar a caballo y participa en pruebas de equitación. Solo tiene 18 años. Es mi niña, la pequeña. Ninguno quiere ser director de cine. Me lo dicen así, a la cara. Es muy duro y muy aburrido, aseguran. Siempre que me han acompañado a un rodaje han venido con esa actitud de niños en un coche que no paran de preguntar si hemos llegado.<br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<b>Aún así, mis hijos son lo primero. Siempre. Sigo rodando películas, pero con el tiempo que me dejan. Si recibo una llamada de cualquiera de ellos, todo se detiene".</b><br />
<i><b><br /></b></i>
<i><b><br /></b></i></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>Tomado de Rocío Ayuso. Todos cometemos errores. EPS núm.2,053/31.01.2016;20</i></div>
Juan Manuel Contreras Pesohttp://www.blogger.com/profile/14400544850980972344noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-2407975803712926188.post-63291287921333676502016-01-01T10:32:00.001+00:002016-01-01T11:49:23.834+00:00El "síndrome de perder el tren"<div style="text-align: justify;">
Algunos jóvenes, cuando ya han cumplido treinta y tantos años, tienen la sensación, en ciertos momentos, de estar a punto de<i> 'perder el tren'</i>, si aún no son padres, si no viven ya con una pareja estable, si no han seguido en su trabajo la tradición familiar o si su vida, en general, no les hace sentir, ante los demás, como<i> 'bien situados'</i> ... Nada más lejos de la realidad.<br />
<br />
<a name='more'></a><br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Nuestras acciones y decisiones están condicionadas por nuestros modelos mentales, por la educación que hemos recibido. Por nuestras creencias. Y todos tenemos un buen repertorio de ellas. Algunas nos impulsan; otras nos limitan. Pero muchas son inconscientes y todas son activas, porque moldean nuestros actos. Son juicios, opiniones muy arraigadas que se forman en el pasado, viven en el presente y condicionan nuestro futuro.<br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Hasta aquí, creencias individuales. Pero más allá están las creencias colectivas. Muchos de nuestros pensamientos personales son a su vez compartidos por la familia, la comunidad, un grupo social o una cultura determinada. Estas creencias colectivas, a su vez, nos refuerzan o nos limitan aún más. <i>¿Cuánto nos costará apostar por algo nuevo si, además de nosostros mismos, nuestro entorno nos repite que más vale pájaro en mano que ciento volando?</i> Muchas veces viajar o salir de esos círculos más próximos nos ayuda a ver nuestra casa desde otra ventana, y a cuestionar aquellas creencias colectivas limitadoras de las que no éramos conscientes. Así, si pensamos que se nos ha pasado el tren, será probablemente más difícil para nosotros alcanzar ese objetivo que deseamos.<br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>¿Fín de la historia? No</i>. Nuestras creencias tiñen nuestra percepción de las cosas, sí. Pero no con tinta permanente. <i>¿Qué hay que hacer?</i> Pues busquemos qué creencia nuestra está en juego, revisemos su validez y después decidamos si queremos continuar con ella o la sustituimos por otra. Nada fácil, es verdad. Pero no es tinta indeleble.<br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
En una línea del tiempo, existe el pasado, el presente y el futuro. Lo que no es presente o futuro pertenece al pasado. Y es que, según <i>Peter Senge</i>, solemos pensar en líneas rectas a pesar de que el mundo tenga estructuras circulares. Pensad como ha sido vuestra vida hasta ahora. ¿Cómo la dibujaríais? ¿Sería una línea cronológica tal y como aprendimos historia en el colegio? ¿Qué ocurriría si la visualizáramos en círculos, en etapas? Como si fueran eslabones que se engarzan. Entonces veríamos nítidamente qué engranaje les une, cuántos aros hay, qué distingue un aro del otro. Y en la perspectiva global observaríamos<b> el collar de nuestra vida</b>.<br />
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Cuando se tiene el síndrome de perder el tren, un cambio de enfoque puede ser providencial. Pensar en un proceso compuesto por ciclos y no en líneas rectas desde el nacimiento hasta la muerte puede llevarnos a ver y a vivir nuestra situación de manera distinta. El<i> Hudson Institute de Santa Bárbara</i> propone analizar todo cambio a través de un diagrama circular estructurado en cuatro fases, parecido a la transformación de una oruga en crisálida y que muchos<i> coaches </i>conocen bien.<br />
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<i>¿Te animas a cambiar de perspectiva?</i> No olvides que si tomas conciencia de que ya estás en una nueva fase, probablemente las siguientes lleguen con mayor rapidez. Todo depende de lo profunda que sea nuestra creencia de que aún no llegamos tarde y de lo profunda que sea la transición que queramos hacer. No ignores el desafío ni te limites a vegetar. Debes darte la oportunidad. <b>Sigue dibujando círculos.</b><br />
<b><br /></b></div>
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<i>Adaptado de Helena Vidal-Folch. Psicología. EPS. Nº 2.045/06.12.2015;20-22.</i></div>
Juan Manuel Contreras Pesohttp://www.blogger.com/profile/14400544850980972344noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-2407975803712926188.post-23982683546010763032015-12-31T09:36:00.000+00:002016-01-01T09:37:12.726+00:00¿Por qué algunos adolescentes tienden a asumir riesgos en su actividad sexual?Texto en revisión.Juan Manuel Contreras Pesohttp://www.blogger.com/profile/14400544850980972344noreply@blogger.com