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"Solo dos legados duraderos podemos aspirar a dejar a nuestros hijos: uno, raíces; otro, alas" (Hodding Carter)

domingo, 4 de febrero de 2007

Piercing. Algo más que una moda.

La práctica cada vez más popular del piercing es un fenómeno social que puede provocar confusión e incluso rechazo. Los prejuicios son considerables y, por ello, es deseable subsanar la falta de información y promover la comprensión de las motivaciones, a menudo intensas, de quienes lo practican. La calificación del piercing como "idea de automutilación" o de "atentado contra la integridad física debido a la moda" no debería aceptarse, por más tiempo, en nuestra sociedad actual.

El piercing se define como "la introducción de una joya en orificios no naturales practicados en diversas partes del cuerpo". Sin embargo, el piercing del lóbulo de la oreja queda excluido de esta definición por considerarse tradicional en los paises occidentales.

Pese al riesgo y complicaciones que comporta, el piercing es practicado por un número creciente de personas. Dejando aparte el hecho de resultar chocante, sus razones implican la búsqueda de una forma personalizada de expresarse, demostrar fortaleza y saber seguir una moda; en un segundo plano está a menudo la presión de los amigos y el deseo de pertenecer a un grupo. Un gran número de piercings se practican a jóvenes que se encuentran entre la infancia y la madurez; sería, por tanto, un ritual de paso o de rebeldía adolescente.

La actitud de la sociedad (entendiendo por tal los individuos no portadores de piercings) no parece importarle a los que sí los llevan hasta el punto de renunciar a esta práctica, antes al contrario, más bien parece actuar de estímulo. Por tanto, el piercing debe aceptarse, independientemente del juicio personal de cada uno, como una realidad social. Los profesionales de la sanidad deben estar al corriente de las nuevas investigaciones en este terreno para poder aconsejar con conocimiento de causa y tratar de manera competente los posibles efectos secundarios o complicaciones, atender sin prejuicios a quienes portan estos adornos y comprender que estas modificaciones del cuerpo encierran tal vez una tentativa de afirmar la propia identidad. Adaptado de A. Stiern, Paediatrica 2003; 14(4): 33-37.

Bronquiolitis y corticoides.

El tratamiento precoz de la bronquiolitis con corticoides puede ser beneficioso y reducir el riesgo de hospitalización. Los broncodilatadores pueden proporcionar algún beneficio clínico transitorio, pero no parecen alterar el curso de la enfermedad. Si la bronquiolitis ha progresado hasta el punto de hacer necesaria la hospitalización, no está claro que ningun tratamiento farmacológico pueda cambiar el curso de la misma. En esta situación, la oxigenación y evitar la deshidratación constituyen en realidad el tratamiento menos discutible. Tomado de M. Weinberger, J Pediatr 2003; 143(6): 700-702.

Obesidad infantil. Prevención.

La incidencia de obesidad infantil se ha doblado en los últimos 20 años y constantemente se conocen nuevas pruebas de las consecuencias físicas y emocionales que acarrea.
Los pediatras encaminan este problema y su prevención a través de conversaciones con la familia sobre cuatro conductas específicas que además sirven para promover otros aspectos de la salud y el bienestar del niño sin causar perjuicio alguno:
-Limitar el tiempo dedicado a ver la televisión. De esta forma, aumenta el gasto energético y disminuye el comportamiento agresivo de los niños en edad escolar. Las recomendaciones actuales son que los niños no la vean hasta los dos años y que, de esa edad en adelante, se limite a menos de dos horas diarias.
-Estimular los juegos al aire libre, siempre que sea posible. Dicho de otro modo, apagar la televisión no significa necesariamente que el niño tenga más actividad si no se buscan ocupaciones alternativas.
-Estimular la lactancia materna. La alimentación al pecho tiene un efecto protector contra la obesidad. Sin embargo, hay que tranquilizar a las madres que crían a sus hijos con biberón y recordarles que por ello no serán obesos el día de mañana.
-Reducir el consumo de refrescos azucarados. Se sugiere que los niños que consumen menos azúcares tienen menos sensación de hambre o que el azúcar puede ser adictivo.

Para muchas familias, las palabras obesidad y sobrepeso son emocionalmente negativas y, por tanto, hay que hacer hincapié en que estas medidas se orientan hacia un estilo de vida más sano, más allá de la prevención de la obesidad. Los obesos adolescentes tienen más probabilidades de padecer rechazo social, a menudo por burlas de sus compañeros; aunque tambien puede suceder que algunos niños se sientan rechazados y desarrollen sobrepeso al aislarse frente a la televisión. Tomado de R.C. Whitaker, Arch Pediatr Adolesc Med 2003; 157(8): 725-727.

Vitamina D y exposición al sol.

La Academia Americana de Pediatría (AAP) recomienda, para la prevención del raquitismo, que todos los bebés alimentados al pecho, o que tomen menos de 500 ml/día de leche de fórmula, deben recibir un aporte extra de Vitamina D3, al menos durante los dos primeros meses de vida.

Es posible que algunos padres de niños con lactancia natural sean reacios a dar a sus hijos preparados vitamínicos; en estos casos, es importante una exposición al sol adecuada y segura. Tomado de H. Bauchner, Arch Dis Child 2003; 88: 643.

¿Se puede disminuir la hospitalización infantil?

Los procesos de hospitalización evitables son aquellas enfermedades que pueden solucionarse con una atención adecuada a tiempo, sin necesidad de ingresar al niño. La proporción de hospitalizaciones evitables oscila entre el 13% y el 46%, dependiendo de la procedencia de los datos.
Un ejemplo muy significativo es el de los niños y adolescentes con asma, de familias con escasos recursos. Muchas de estas hospitalizaciones podrían evitarse si padres e hijos tuvieran una mejor educación sobre la medicación, la prevención y la importancia de evitar las causas conocidas de su enfermedad. Más y mejor información proporcionada por médicos y padres de niños hospitalizados son una vía adecuada para conseguirlo. Adaptado de G. Flores y cols., Pediatrics 2003; 112(5): 1021-1032.