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"Solo dos legados duraderos podemos aspirar a dejar a nuestros hijos: uno, raíces; otro, alas" (Hodding Carter)

domingo, 4 de enero de 2009

Bronquiolitis.

Un lactante con tos, "pitos en el pecho" (sibilancias) y dificultad respiratoria puede padecer lo que se conoce como bronquiolitis (inflamación de los pequeños bronquios o bronquiolos ). La intensidad de la inflamación es la que determina el mayor o menor grado de estrechamiento de estas pequeñas vías aéreas de los pulmones y, como consecuencia, la gravedad de los síntomas.

La bronquiolitis es causada, generalmente, por el llamado VRS (virus respiratorio sincitial) que se presenta, en forma de epidemias, casi todos los inviernos. Mientras que los lactantes que se infectan con el VRS desarrollan bronquiolitis más o menos grave, los niños de más de 2 años de edad sólo padecerán síntomas de resfriado.

Este virus se encuentra en la mucosidad nasal de los individuos afectados y se propaga por los estornudos, por la tos (a una distancia de menos de dos metros) o por el contacto mano-nariz o mano-ojo. Las personas que se contagian no desarrollan inmunidad permanente; es decir, un lactante puede padecer bronquiolitis por VRS más de una vez.

El lactante que desarrolla una bronquiolitis comienza, después de uno o dos días con catarro de vías altas (congestión nasal, mucosidad clara y tos escasa), con tos más intensa, "pitos en el pecho" y respiración más rápida. Estos síntomas pueden empeorar durante 2 o 3 días más y luego empiezan a mejorar. Los "pitos" suelen durar una semana y la tos hasta dos semanas. Además, los padres deben saber que no todos los lactantes con bronquiolitis responden bien a la medicación antiasmática y que no todo lo que se oye son sibilancias sino ruidos transmitidos desde las vías altas, por congestión nasal o mucosidad en la garganta.

La complicación más común de la bronquiolitis es una infección de oidos; se presenta en el 20% de los casos. La neumonía es una complicación rara.

Afortunadamente, tan sólo el 2% de los lactantes con bronquiolitis son hospitalizados, porque llegan a necesitar ventilación con oxígeno (por dificultad respiratoria grave) o administración de suero intravenoso (por deshidratación).

Los lactantes con bronquiolitis que provienen de familias con miembros alérgicos o asmáticos tienen, a la larga, una mayor probabilidad de desarrollar tambien asma.

En lo que respecta a la alimentación del pequeño, durante los días que dure su enfermedad y teniendo en cuenta que comer le puede resultar fatigoso, habrá que tratar de ofrecerle leche materna o biberón en cantidades menores a las acostumbradas, a intervalos más frecuentes. Si, después de comer, su hijo tiene un vómito provocado por un ataque de tos, intente alimentarlo nuevo, sin insistir.

A menudo, los molestos episodios de tos son causados tambien por mucosidad pegajosa en la parte posterior de la garganta y pueden aliviarse tomando pequeñas cantidades de agua, suero o zumo. Esta medida es eficaz, asímismo, para disminuir el riesgo de deshidratación derivado de la respiración rápida o la fiebre.

El aire seco tiende a empeorar la tos. Por ello, puede utilizarse un humidificador, si la humedad ambiental es inferior al 40%.

La obstrucción nasal suele estar causada por moco seco o pegajoso y la aspiración por sí sola no puede eliminarlo. Para fluidificarlo aplique en cada ventanilla nasal suero fisiológico en gotas o aerosol, varias veces al día y hasta que la respiración por la nariz sea fácil y silenciosa.

Se sabe que el humo del tabaco es irritante y respirarlo acentúa la tos. La frecuencia de sibilancias es cuatro veces mayor en los niños con una infección respiratoria por VRS si se exponen a inhalación pasiva de humo de tabaco.


Es evidente que los padres consultarán con el pediatra cuando lo estimen conveniente y:

- Si la respiración se vuelve difícil o laboriosa.
- Si los "pitos" se notan más intensos.
- Si la frecuencia respiratoria llega a ser de más de 60 inspiraciones por minuto.
- Si la retracción o retraimiento entre las costillas (tiraje intercostal) aumenta.
- Si tiene la boca seca y rechaza tomar líquidos.
- Si no puede conciliar bien el sueño o está decaido y con llanto quejumbroso.
- Si hay indicios de dolor de oidos.
- Si la secreción nasal se vuelve amarilla y permanece así más de 24 horas.
- Si la fiebre dura más de 48 horas.

Esta información se proporciona como un criterio general de orientación que no necesariamente se ajusta a cada caso en particular.

Adaptado de B.D. Schmitt, M.D. "Your Child's Health".