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"Solo dos legados duraderos podemos aspirar a dejar a nuestros hijos: uno, raíces; otro, alas" (Hodding Carter)

sábado, 21 de junio de 2008

El niño hiperactivo.

Del 3 al 5% de los niños, en su mayoría varones, tienen poca capacidad de atención. Este trastorno se llama trastorno por déficit de atención con o sin hiperactividad (TDAH).

La capacidad normal de atención es de aproximadamente 5 minutos por cada año de edad del niño. Por lo tanto, un niño de 4 años debería ser capaz de concentrarse en una determinada tarea durante 20 minutos (nota: la capacidad de atención mientras el niño ve la televisión no cuenta).

El niño con poca capacidad de atención se caracteriza porque no ha aprendido: a escuchar cuando alguien habla, a esperar su turno, a completar una tarea o a volver a ella si ha sido interrumpida (nota: estas características pueden ser normales en niños de 3 ó 4 años de edad). Algunos niños tienen tambien hiperactividad asociada (actividad motora mayor que la normal) con síntomas de inquietud, impulsividad y apresuramiento.

Por supuesto, es posible que algunos niños con TDAH tengan alguna dificultad de aprendizaje asociada. Sin embargo, la inteligencia de la mayoría de estos niños es normal o superior a la media.

Es preciso tener en cuenta tambien que los niños que no hacen caso y los niños agresivos a veces son incluidos, por error, en la categoría de "hiperactivos". Muchos de estos niños "difíciles", incluso de 2 años de edad, deberán ser considerados como niños con problemas de conducta y tratados apropiadamente.

El TDAH es el impedimento más común del desarrollo. El autocontrol de estos niños es insuficiente, lo cual requiere que los padres ejerzan controles durante un período más prolongado. A menudo, este tipo de temperamento y la menor capacidad de atención con o sin hiperactividad son hereditarios. No se ha demostrado que ninguna lesión cerebral mínima cause TDAH.

Los niños con TDAH en las sucesivas etapas del desarrollo pueden mejorar significativamente si los padres y los maestros les brindan comprensión, orientación y, sobre todo, si fomentan en ellos la confianza en sí mismos. Cuando estos niños llegan a ser adultos, muchos tendrán una capacidad de atención satisfactoria; pero seguirán siendo "inquietos", tendrán que aprender a saber mantenerse ocupados y, en cierto sentido, no habrán superado el problema por completo. Afortunadamente, la sociedad no sólo aprende a tolerar estas características, sino que, en algunos ambientes, se aprecia mucho a las personas cuya energía es inagotable.

Unicamente los niños con un TDAH muy pronunciado podrían necesitar un asesoramiento vocacional adicional. Los padres deberán, asímismo, pedir ayuda a un psicólogo o psiquiatra infantil cuando hayan "perdido la esperanza" de mejorar a su hijo, cuando ya no sepan qué más se puede hacer y cuando su hijo: manifieste impulsos de agresión y destructividad no provocados, tenga accidentes a menudo, haya sido suspendido o expulsado de la escuela y cuando no pueda hacer amistades o no pueda conservarlas.

Guías generales para vivir con un hijo hiperactivo:

- El TDAH es una afección que requiere especial cuidado de los padres y colaboración por parte de la escuela. Aunque los padres no pueden estar seguros de que su hijo sea hiperactivo hasta los 3 ó 4 años de edad, sí pueden detectar y mejorar los problemas de conducta en cualquier momento después de los 8 meses de edad. Lo que se debe hacer principalmente es organizar la vida en el hogar y mejorar la disciplina del niño. Sólo después de que la conducta del niño haya mejorado podrá saberse si tiene poca capacidad de atención y si es hiperactivo.

- Hay que aceptar el hecho de que el niño es intrínsecamente activo y lleno de energía, y que posiblemente siempre lo será. La hiperactividad no es intencional y no hay que pensar en eliminarla, sino simplemente mantener cierto control. Toda crítica o todo intento de transformar a un niño "demasiado activo" en un niño "tranquilo" o un niño "modelo" será contraproducente y causará más daño que beneficio. Nada le ayuda más a un niño hiperactivo que la tolerancia, la paciencia y la moderación de los padres.

- Se debe procurar que el niño pueda desahogar su exceso de energía (esta energía no puede ser reprimida ni almacenada): actividades diarias al aire libre, tales como correr y hacer deportes. Cuando hay mal tiempo, el niño necesita una habitación donde pueda jugar como quiera, con un mínimo de restricciones y supervisión. No conviene que tenga demasiados juguetes, porque eso contribuiría a que se distraiga más, pasando de un juguete a otro, en lugar de concentrarse en uno.

- Aunque se le permita al niño expresar su hiperactividad, hay que cuidar de no estimularle innecesariamente. No se deben iniciar juegos bruscos ni permitir que sus hermanos o amigos le instiguen a juegos ruidosos. Debe pues impedirse la estimulación de un comportamiento hiperactivo porque éste se puede convertir así en el estilo principal del hijo en su trato con las demás personas.

- Las rutinas en el hogar y una casa bien organizada ayudan a que el hijo acepte el orden. Se debe mantener, hasta donde sea posible, la regularidad a la hora de levantarse, para las comidas, al acostarse, etc. En general, se debe mantener la televisión apagada. Un ambiente relativamente tranquilo le permite escuchar y pensar mejor.

- Los padres deben procurar que su hijo no se fatigue. Cuando un hijo hiperactivo está agotado, a menudo pierde el dominio de sí mismo y la hiperactividad empeora. Si les parece que no pueden "apagar el motor" prueben a tomarlo en brazos, mecerlo suavemente e intentar que se duerma o descanse.

- Hasta que no haya adquirido suficiente autodominio, evitar en lo posible llevarlo a reuniones formales y reducir las veces que va a tiendas y supermercados. Es fundamental elogiarlo si, en vez de interrumpir cuando se está hablando, se entretiene jugando por su cuenta.

- Nadie duda de que estos niños son difíciles de manejar, ya que requieren una disciplina planeada cuidadosamente. Las reglas son, principalmente, para evitar que el niño se haga daño o lastime a otros. La conducta agresiva, tal como morder, golpear y empujar no debe ser tolerada en el niño hiperactivo, lo mismo que en los demás. Pero hay que olvidar las reglas innecesarias o imposibles de cumplir; es decir, no esperemos que mantenga las manos y los pies quietos, por ejemplo. Hagamos que cumpla varias reglas claras, firmes e importantes y evitemos los contínuos comentarios negativos tales como "no hagas esto", "deja ya de hacer lo otro", ...

- Las reglas nunca se deben hacer cumplir con castigos físicos; pues, de esta forma le sugerimos al niño que el comportamiento físicamente agresivo es aceptable. Si queremos enseñarles a nuestros hijos a que sean menos agresivos debemos darles ejemplo de control y de calma. Si gritamos, ellos harán lo mismo. Si se porta mal, hay que castigarlo en el momento. Es decir, si una expresión de desaprobación no surte efecto, hay que aislarlo, durante un momento, sentado en una silla o en una habitación. Esta suspensión temporal debe ser de aproximadamente un minuto por cada año de edad del hijo. Sin este sistema, el éxito será poco probable.

- Los padres no debemos esperar hasta que nuestro hijo esté en edad escolar, pensando que el maestro modificará su comportamiento. Para cuando el niño tenga 5 años ya deberá tener una capacidad de concentración de por lo menos 25 minutos y es así como podrá desempeñarse de forma adecuada en el colegio. Para mejorar su atención hay que reservar cada día varios períodos breves y leerle libros, enseñándole así a escuchar (habrá que comenzar por libros con muchas ilustraciones, avanzando gradualmente hasta leerle cuentos). Enseñarle, por ejemplo, el juego de emparejar figuras es un ejercicio excelente para fortalecer la memoria y desarrollar su capacidad de atención. Cuando se inquiete, hay que parar el juego y volver a intentarlo más tarde y si presta atención es fundamental elogiarlo. Este lento proceso requiere grandes dosis de paciencia pero es de incalculable valor.

- Al hijo hiperactivo se le debe proteger de cualquier reacción exagerada de los vecinos. En todo caso, se les debe pedir ayuda. La imagen de niño "malo" no debe llegar al hogar. La actitud que debe prevalecer siempre en su casa es que es un "buen niño con exceso de energía". Debe, por tanto, sentirse querido y aceptado en la familia. Y mientras así sea, seguirá teniendo una imagen positiva de sí mismo. Si no va bien en la escuela, se le iniciará en un pasatiempo relacionado con algo que él sepa hacer, para ayudarle a sentirse autosatisfecho.

- Tener que estar con alguno de estos niños 24 horas al día agotaría a cualquiera. Un descanso, de vez en cuando ayuda a tolerar el comportamiento hiperactivo. Si solamente el padre trabaja fuera de casa, cuidar a su hijo, cuando esté en el hogar, proporcionará descanso a la madre y le hará comprender mejor lo que a ella le toca enfrentar durante todo el día.

-Una vez que el niño entra en la educación primaria, la escuela se deberá encargar tambien de ofrecer programas apropiados con el objetivo primordial de seguir ayudando a mejorar su capacidad de atención, su aprendizaje, su autodisciplina y su amistad con los compañeros.

- Por último, algunos fármacos pueden mejorar la capacidad de concentración. En general, no conviene emplearlos antes de la edad escolar ni evidentemente antes de que el niño haya sido convenientemente evaluado. Los medicamentos sin programas de educación especial individualizada y sin un enfoque apropiado en el hogar no tienen beneficios a largo plazo. Adaptado de B.D. Schmitt, MD. Your Child's Health.

domingo, 8 de junio de 2008

Las vacunas infantiles y su reputación.

Durante los últimos años, el prestigio de las vacunas infantiles se está perdiendo seriamente. Uno de los últimos golpes surgió cuando dos madres famosas presentaron el impresionante relato de sus hijos autistas y atribuyeron esta enfermedad a la vacuna del sarampión.

Sin embargo, cuando se trata de defender las vacunas, se toman dos medidas y ninguna es eficaz. La primera es hacer público un informe científico claro, en cierto modo comprensivo con los padres de los niños autistas, pero escrito en un lenguaje prudente y cauteloso. Por esta razón, suscita duda en los lectores. La segunda táctica es la de simplemente pasar por alto cualquier ataque a las vacunas para no salir a la palestra. Así, de esta otra manera, el silencio puede interpretarse como que se intenta ocultar la verdad.

Por tanto, se necesita una nueva estrategia. El asunto de las vacunas es otro más de los muchos que aparecen a diario en los medios de comunicación. En este caso, los grupos "antivacuna" están bien organizados y son apasionados en sus declaraciones. Utilizan métodos populares para hacer llamamientos de intenso dramatismo y logran así que los padres se lo piensen mucho antes de vacunar a sus hijos. Cuando se enteran de que un niño es autista, comparten el sufrimiento de los padres y atribuyen rápidamente la culpa a la vacuna. Con lógica o no, la gente no olvida esta forma de habilidad emocional. Y, por otra parte, los expertos científicos aportan pruebas precisas y estudios concretos que la mayoría de los padres no entienden. Evidentemente, de este modo no se puede conseguir convencerlos.

En conclusión, hay que ser más firmes cuando se argumentan las razones por las que las vacunas son seguras, eficaces y necesarias. Será preciso poner un anuncio a toda página en un periódico nacional que demuestre a los padres cuáles son los síntomas de la difteria, por ejemplo. O emitir un anuncio por televisión en el que una madre cuente las complicaciones que tuvo su hijo cuando padeció sarampión. Las imágenes y relatos como éstos transmiten más fuerza emocional que un gráfico que demuestre la disminución del sarampión desde que se dispone de la vacuna.

Esta postura entraña riesgos. Algunos la criticarán por utilizar el miedo para manipular la opinión pública; como ocurre, por ejemplo, con las últimas campañas televisivas para prevenir los accidentes de tráfico. Pero estos mensajes "negativos" son apropiados si se transmiten con ética y dicen la verdad; es decir, la de que las vacunas salvan vidas, como los cinturones de seguridad.

A la mayoría de los médicos nos han enseñado a examinar las pruebas, a entenderlas y a usarlas para tomar decisiones, pero con nuestra propia experiencia hemos aprendido que los mensajes faltos de pasión no calan, pero sí las historias desgarradoras. Adaptado de R.K. Parikh, MD. Pediatrics (Ed esp). 2008;65(3):114-5.

domingo, 1 de junio de 2008

Los niños y los medios de comunicación.

Dado que los medios de comunicación (televisión, radio, publicidad, películas, vídeos, música, videojuegos e internet) influyen en la forma que tiene la población infantil de percibir el entorno, es muy importante controlar la exposición de los niños a estos medios con fines preventivos, al igual que se hace con la alimentación, el deporte, las vacunaciones y las revisiones médicas.

El grado de exposición de los niños y adolescentes a los medios de comunicación permite predecir las conductas de riesgo y los efectos adversos en la salud, tales como la obesidad, la violencia o las conductas agresivas, el consumo de tabaco y alcohol y el inicio precoz de las relaciones sexuales (mayor riesgo, por tanto, de embarazo o de contraer enfermedades de transmisión sexual).

En general, un niño pasa hasta seis horas al día viendo televisión, jugando a videojuegos, escuchando música, etc. Por ello, en 1999, la Academia Americana de Pediatría publicó tres recomendaciones sobre la educación asociada a los medios de comunicación: reducir el tiempo de exposición infantil a estos medios, evitar que los menores de 2 años vean la televisión y fomentar entretenimientos alternativos.

Los profesionales de la salud deben colaborar para que los padres valoren los riesgos de una exposición excesiva y adopten, en la medida de lo posible, estas tres saludables conductas para sus hijos. Adaptado de Mcllhaney, J.S. Pediatrics 2005; 116(1): 327-328.