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"Solo dos legados duraderos podemos aspirar a dejar a nuestros hijos: uno, raíces; otro, alas" (Hodding Carter)

sábado, 19 de marzo de 2011

Hablar con su hijo sobre sexo.

Discutir cuestiones de sexualidad con sus hijos es una de las responsabilidades más importantes de los padres. Sin embargo, muchas madres y padres se sienten incómodos con el asunto del sexo. La típica imagen de unos padres nerviosos intentando explicar a sus hijos cómo lo hacen las abejas o los pajaritos es muy real en muchos hogares. Para algunos padres, simplemente es más fácil evitar hablar por completo sobre el tema.

Si ésto le suena familiar, usted necesita superar sus dudas respecto al hecho de discutir con sus hijos acerca de los problemas relacionados con la sexualidad. Tal vez, los padres tienen dificultad para imaginarse a sus propios hijos buscando, con curiosidad, información detallada sobre temas sexuales o para hacerse a la idea de que llegará algún día en que tendrán una relación sexual.

A pesar de que los estudios muestran que cuatro de cada cinco padres creen que tienen la obligación de proporcionar educación sexual a sus hijos, menos de la mitad de las madres apoyan a sus hijas con alguna información. Los padres participan todavía menos.

Aunque los sistemas educativos ofrecen educación sexual en las escuelas, no hay mejor lugar para los niños a la hora de aprender sobre sexualidad que en el hogar con sus padres. Si un padre o una madre renuncia a este papel, el hijo aprenderá sobre el sexo, de lo que oiga decir a otros niños, de lo que vea en televisión o de la letra de las canciones de moda. Y mucha de esta información será inexacta y poco apropiada. Al mismo tiempo, perderá una oportunidad muy importante para enseñar a su hijo acerca de los valores que usted asocia con el sexo.

En una conversación cara a cara, los padres pueden personalizar los temas con su hijo, hablar sobre sus miedos y preocupaciones y ofrecerle, así, una educación sexual segura antes de que aumenten, con la edad, las presiones relacionadas con el comportamiento sexual.

Los niños no sólo aprenden sobre sexualidad de lo que dicen sus padres, sino tambien de observar el comportamiento de ellos. Tenga en cuenta que para un niño el interés sexual no es sinónimo de actividad sexual. Cuando hacen preguntas sobre sexo es porque pueden estar fascinados con este asunto, pues tienen la sensación de que es tabú o secreto.

La pubertad en las niñas comienza a una edad promedio de diez años, y en los niños empieza un poco más tarde. Es entonces, al experimentar cambios físicos en su cuerpo, cuando se dispararán una gran cantidad de preguntas.

Por tanto, cuanto antes comience la educación sexual, mejor. Y, evidentemente, la educación sexual de los niños no se centra en el acto sexual, sino que incluye aspectos mucho más amplios (emocionales, sociales, culturales, ...). Si usted espera hasta que su hijo o su hija llegue a la pubertad o a la adolescencia para iniciar la comunicación sobre todas estas cuestiones, el diálogo entre padres e hijos será mucho más difícil. Es decir, para que usted se sienta cómodo y para establecer una educación segura y una conversación fácil, empiece a hablar del tema lo más pronto posible.

Es cierto, por otro lado, que muchos padres de hoy recibieron muy poca educación sexual durante su infancia y su juventud. Es muy probable que aprendieran de sus amigos o de las películas. De modo que pueden no tener ahora una información tan precisa como para estar seguros de educar a sus hijos acerca de lo más apropiado según cada etapa de su desarrollo.

Muchos colegios incluyen ya a los padres en sus cursos de educación y algunos médicos de familia y pediatras ofrecen charlas de educación sexual. Además de aumentar su propio conocimiento, los padres pueden encontrar un par de libros que reflejen sus propios valores y compartirlos con sus hijos. Puesto que, además, hay libros muy adecuados para los jóvenes, pueden leerlos antes de dárselos a su hijo y si encuentran algo en ellos que no comparten comentarlo con él.

Algunos padres tienen miedo de no saber las respuestas a todas las preguntas de sus hijos. Si esta situación se presenta, el compromiso de discutirla, una vez buscada la mejor respuesta, hará que ambos se sientan más cómodos hablando de sexualidad.

La información que dan los padres puede estar guiada, en principio, por las preguntas que su hijo va haciendo, a medida que se hace mayor. Sin embargo, muchos niños no harán ciertas preguntas concretas por el temor de poner a sus padres en una situación incómoda. Otros jóvenes, por el contrario, pondrán a prueba a sus padres con preguntas embarazosas.

Como regla general, cuando su hijo hace una pregunta, su respuesta debe ser clara, breve y sencilla. No le agobie con más información de la que pidió. Unos días después, usted debería preguntarle: "¿hay algo más que quieras saber"?

Incluso, cuando los hijos no plantean cuestiones, es acertado y eficaz tomar la iniciativa para discutir, en familia, cuestiones relacionadas con la sexualidad, aprovechando las oportunidades que se presenten cada día; con motivo de una noticia en televisión sobre el SIDA, por ejemplo.

Quizás, ante una pregunta de su hijo podría, de entrada, responderle con otra pregunta: "¿qué sabes tú ya de eso?". En ocasiones, será un buen método para conseguir una conversación más fácil y para saber su nivel de conocimientos. Sin embargo, algún niño jugará "a hacerse el tonto" en un esfuerzo por conseguir que sus padres repitan o confirmen lo que ya había oído antes.

En todo caso, aunque tenga que pedir ayuda si le resulta difícil comunicarse con su hijo, debe intentar hablarle con franqueza acerca de la sexualidad. Los niños tienen derecho a una visión más objetiva de lo que reciben de la televisión o de los amigos. Haga un esfuerzo especial. Nadie puede hacerlo mejor que usted.
Adaptado de "Talking to Your Child About Sex". Healthy Children. American Academy of Pediatrics.
http://www.healthychildren.org/English/ages-stages/gradeschool/puberty/pages/Talking-to-Your-Child-About-Sex.aspx


lunes, 7 de marzo de 2011

"Es necesario enseñar a los niños matemáticas y ciencias tanto como a manejar su ansiedad".

Son palabras de Linda Lantieri, profesora neoyorquina y autora de libros como "Inteligencia emocional infantil y juvenil", que titulan una entrevista publicada hoy en ABC digital.

Destaca que "lo más importante es que los padres pasen tiempo con sus hijos", se dedica a enseñar a los niños a "concentrarse y calmar sus cuerpos" y trata, a fín de cuentas, de insistir en una de las grandes canciones de Crosby, Stills, Nash y Young: "enseñad a vuestros hijos bien", es decir, "es tan necesario enseñarles matemáticas y ciencias como a manejar su ansiedad".
En esta magnífica entrevista responde a interesantes cuestiones y habla de ella, de Daniel Goleman, de enseñanza emocional, de educación, de internet, ... y de conceptos tan importantes como resiliencia y neuroplasticidad.

Nacida en Nueva York, en el Spanish Harlem aprendió sus primeras habilidades como maestra. Ha recorrido todos los escalones del sistema educativo. Un tiroteo en un instituto que acabó con la vida de un muchacho llevó a un reportero del "New York Times" llamado Daniel Goleman a entrevistarla, porque enseñaba en las escuelas públicas a resolver conflictos de forma pacífica. "Una maestra enseña paz a sus alumnos", tituló en el "Times". Fué el germen del libro "Inteligencia emocional" y de la fructífera colaboración entre ambos.

Tomado de A. Armada. Madrid. 7 de Marzo de 2011. ABC Periódico Electrónico.
http://www.abc.es/20110307/sociedad/abci-linda-lantieri-necesario-ensenar-201103041933.html

domingo, 6 de marzo de 2011

Vacunas: ¿hay que dudar de su seguridad?

Es un hecho conocido y ampliamente aceptado que las vacunas, y más concretamente, los programas de vacunación, son una de las estrategias de prevención más beneficiosas en salud pública. Además, desde el punto de vista social y sanitario, pueden considerarse como una de las intervenciones más efectivas en lo que se refiere a la relación coste-beneficio.

Más allá de la erradicación de la viruela gracias a la introducción de la vacuna frente a la misma, o la reducción global en el mundo de la mortalidad por sarampión, que supera ampliamente los objetivos fijados cuando se inició su vacunación, las vacunas reducen la frecuencia de las enfermedades infecciosas para las que van dirigidas, tanto en países desarrollados como en vías de desarrollo, hasta el punto de obtener, en los países más avanzados, niveles bajos récord de enfermedades evitables con vacunas, como respuesta a la puesta en marcha de los programas de vacunación sistemática.

No obstante, ninguna vacuna es totalmente eficaz o totalmente segura. Por tanto, pueden aparecer problemas, reales o percibidos por la sociedad, relacionados con la eficacia o con la seguridad, que ejercen una influencia negativa en los programas de vacunación.

Debe tenerse en cuenta que el máximo beneficio de la vacunación se obtiene si se consiguen altas tasas de cobertura; es decir, cuando se vacuna una gran parte de la población. Cuanto más grande sea el grupo que adquiere inmunidad, mayor será el impacto en la reducción de las enfermedades prevenibles con vacunas.

Y, con toda lógica, si las coberturas de vacunación son máximas, existen más probabilidades de la aparición de efectos adversos relacionados con la administración de vacunas, los cuales ponen en duda la seguridad de las mismas y ocasionan una gran repercusión en la población y en los medios de comunicación. Precisamente cuando el beneficio es más elevado.

Si, además, se da la situación de que los pacientes, los padres, la población general e incluso parte del personal sanitario carecen ya de experiencia directa con muchas de estas enfermedades prevenibles con vacunas, es fácil de entender las razones de esta contradictoria situación. De hecho, las vacunas son o pueden ser víctimas de su propio éxito.

Se ha observado a lo largo de la historia de la vacunación, en distintos países (Japón, Reino Unido, ... ), fenómenos de pérdida de confianza en la vacunación relacionados con informaciones que cuestionaban la seguridad de algunas vacunas (tos ferina, sarampión, ... ) hasta el extremo de ocasionar una disminución de las coberturas de vacunación y, como consecuencia, la aparición de brotes de enfermedades evitables con vacunas, con morbilidad y en ocasiones con mortalidad significativa. Tras esta experiencia, se recobraba de nuevo la confianza en la vacunación y se restauraban los programas.

Aún así, las vacunas como productos biológicos y como cualquier otro producto farmacéutico no están exentas de reacciones adversas, en su gran mayoría leves, bien toleradas y aceptables, aunque en raras ocasiones pueden producirse efectos de mayor gravedad.

Alguna de las reacciones adversas de las vacunas son tan raras que sólo se aprecian después de una amplia utilización, posterior a su aprobación. Por ejemplo, una de las cepas de la vacuna de la viruela se asociaba a miopericarditis en aproximadamente 1 de cada 10,000 vacunados. Esta asociación se descubrió mucho tiempo después de la erradicación de la viruela, coincidiendo con programas de vacunación contra la viruela, en Estados Unidos, para militares y civiles en 2003, como parte de actividades preparatorias antibioterroristas. Otro ejemplo: la vacuna antisarampión, que ha jugado un papel clave en la reducción de la mortalidad por dicha enfermedad, se asocia a trombocitopenia (disminución del número de plaquetas) en 1 de cada 30,000 vacunados.

Los ensayos clínicos son la primera fuente que aporta los conocimientos de la seguridad de una nueva vacuna. Y los ensayos clínicos que implican la participación de seres humanos están sujetos a una normativa internacional de calidad científica y ética dirigida al diseño, realización, registro y redacción de informes de este tipo de estudios, denominada Buena Práctica Clínica (BPC).

En segundo lugar, la vigilancia de la seguridad posterior a la aprobación es, sin duda, otro de los aspectos de mayor interés tras la introducción de cualquier fármaco, y concretamente cuando se trata de una herramienta preventiva de aplicación masiva como es la vacunación. Es decir, incluso los ensayos clínicos con un elevado número de participantes no son, por sí mismos, capaces de detectar efectos adversos muy poco frecuentes. Ya se ha comentado que algunas vacunas de uso habitual han mostrado efectos secundarios raros y potencialmente graves en ciertos casos. Esto obliga a replantear, por parte de las autoridades sanitarias, si es adecuado o no mantener dicha vacunación, en base a la posibilidad de confirmar la relación causal del efecto adverso con la vacuna, su gravedad y de nuevo la valoración beneficio-riesgo.

Y no es menos cierto que para conseguir una correcta aceptación de las campañas de vacunación es crucial garantizar la seguridad de las vacunas en condiciones reales de uso, con tan estrecha vigilancia de su utilización que permita mantener la confianza en ellas.

Adaptado del Dr. Josep Marés Bermúdez. Institut Pediàtric Marès-Riera (Girona).

37º Curso de Pediatría Extrahospitalaria. Barcelona, Mayo 2010.
Grupo de Investigación y Docencia en Pediatría Extrahospitalaria (GRINDOPE).

Nota: los problemas específicos relacionados con la seguridad de vacunas concretas se publicarán en una próxima entrada.