Ultimamente estamos viendo muchos casos de acoso escolar. Una situación que revela el insidioso mecanismo del miedo. Su infalibilidad. Pondré un ejemplo que podría ser el de Jokin C., un muchacho que se suicidó en Hondarribia por no poder soportar el acoso de sus compañeros. El esquema se repite con frecuencia. Un grupo de compañeros somete a alguien a burlas, humillaciones, golpes o amenazas. La víctima tiene miedo, como es lógico. No sabe, además, qué hacer. No se atreve a enfrentarse con ellos. No se atreve a decírselo a los profesores. No se atreve tampoco a decírselo a sus padres, porque, erosionando los escasos recursos que le quedan, ha aparecido la vergüenza. Piensa que tendría que saber resolver ese problema. Se siente impotente cuando todo el mundo parece esperar que sea fuerte. Los verdugos son sus compañeros, gente de su misma edad que no se atreverían a comportarse así con otros chicos. Por lo tanto, si lo hacen con él es porque no es capaz de defenderse, porque es un débil. La culpa, pues, es suya. Hasta tal punto la víctima se siente sola, que el programa contra el "bullying" del Departamento para la Educación y Empleo del Reino Unido se llama Bullying: Don't Suffer in Silence.
La característica más importante de los acosadores -dicen K. Sullivan, M. Cleary y G. Sullivan- es que saben cómo utilizar el poder. Los clasifican en tres grupos. Acosadores inteligentes: suelen enmascarar su actitud intimidatoria, normalmente son egoístas, muestran mucha seguridad en sí mismos y, sobre todo, no sienten ninguna empatía por los demás, ni les importa cómo se puedan sentir. Suelen ser más sociables que sus víctimas, y a veces es difícil detectarlos. Acosadores poco inteligentes: suelen atraer a otros individuos mediante su comportamiento antisocial y de riesgo, y al mismo tiempo intimidan y aterrorizan a sus iguales. Tienen una visión negativa del mundo, suelen fracasar en la escuela y dirigen su odio sobre los más débiles. Aunque su actitud es negativa, a ellos les va bien, porque obtienen lo que quieren, consiguen un status, un protagonismo dentro del grupo, a través de su comportamiento acosador. Acosador víctima: es acosador en algunas ocasiones y víctima en otras. Victimiza a los más jóvenes o más pequeños que él, y es acosado por sus iguales o chicos de mayor edad. Algunas veces es intimidador en la escuela y víctima en el hogar.
D. Olweus comprobó que hay un número desproporcionado de niños clasificados como "víctimas" por sus maestros que observan conductas sociales de aislamiento, evitación, ansiedad e inhibición. La relación con los compañeros va a tener una influencia duradera. Según Brian G. Gilmartin, un 88% de hombres tímidos recordaba que en el curso de su infancia había sido objeto de actos de amedrentamiento por parte de sus compañeros. La preocupación absorbe la atención de la víctima, que no puede pensar en otra cosa. Se despierta por la noche intentando imaginar una solución, pero las que se le ocurren son disparatadas. Se refugia en ensoñaciones. Esperará a uno de ellos en una esquina y le golpeará con un bate de bésibol, como en las películas. Ha comenzado, entonces, la acción corruptora del miedo. En Estados Unidos ha habido algún caso en que la víctima ha disparado contra sus acosadores.
El acosado se siente agradecido cada vez que su acosador le da una tregua. Surge la gratitud de la víctima, que acaba considerando como un premio la ausencia de maltrato. Esta es la gran corrupción. Los resultados escolares del acosado se resienten, teme ir a la escuela, finge toda suerte de enfermedades o inventa excusas para quedarse en casa. Todo esto resulta un triunfo para los culpables, para los verdugos, que ven reforzado su comportamiento por el éxito obtenido. Ellos son los fuertes. A nadie se le oculta que la víctima, se llame Jokin, Juan o Ana, se encuentra en una situación trágica. ¿Qué haría usted en su caso?
Tomado del Profesor D. José Antonio Marina, autor del libro "Anatomía del miedo. Un tratado sobre la valentía". El acoso escolar; 48-50. Editorial Anagrama, 2006.