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"Solo dos legados duraderos podemos aspirar a dejar a nuestros hijos: uno, raíces; otro, alas" (Hodding Carter)

sábado, 31 de enero de 2009

Anginas y vegetaciones.

Cuando un niño tiene inflamación de las amígdalas se dice que tiene anginas. Las anginas y la inflamación de las vegetaciones o adenoides son motivos muy frecuentes de consulta en pediatría. Hasta hace relativamente poco tiempo, la extirpación quirúrgica de unas y otras era considerada como una solución alternativa al tratamiento médico, incluso más eficaz y, por supuesto, definitiva.

Las amígdalas y las adenoides pertenecen al sistema linfático y, por tanto, producen anticuerpos para combatir las infecciones de la garganta y de la nariz. Es decir, tienen el propósito de limitar y detener el avance de la infección, evitando que se extienda al cuello o alcance la corriente sanguínea.

Las siguientes no se consideran ya, en la actualidad, razones para justificar la operación de amígdalas o adenoides:

- Amígdalas "grandes". Las amígdalas grandes no significa que sean "malas" o que estén infectadas. Durante la infancia, las amígdalas son normalmente grandes (se dice que tienen hipertrofia fisiológica). Pueden, incluso, seguir aumentando su tamaño hasta los 8-10 años de edad. Después, espontáneamente y de forma progresiva, van disminuyendo, como lo hace el resto de los tejidos linfáticos del organismo. Se consideran realmente grandes cuando se tocan entre sí.

- Faringitis y resfriados virales de repetición. La extirpación de las amígdalas y de las adenoides no disminuye las frecuentes infecciones virales de las vías respiratorias altas durante la primera infancia. La mayoría de estas infecciones son prácticamente inevitables a esta edad. Con el paso del tiempo, el niño va desarrollando su inmunidad a estos virus y, por ello, padecerá un menor número de ellas cada invierno.

- Faringitis bacteriana recurrente. Es decir, los niños que padecen frecuentes anginas causadas por el estreptococo tampoco mejoran con la operación. Un adecuado tratamiento antibiótico puede erradicar, casi siempre, los estreptococos de la faringe.

- Otitis recidivantes. La extirpación de las adenoides no disminuye la frecuencia de las infecciones de oídos o la acumulación de mucosidad en el oído medio. Las otitis medias repetidas responden, generalmente bien, a los antibióticos indicados. La persistencia de moco puede precisar la colocación de tubos de ventilación y drenaje en los tímpanos.

- La falta de apetito, las convulsiones febriles o el mal aliento no van a mejorar con la operación de amígdalas o adenoides. En realidad, hay pocas cosas en medicina de las que no se haya culpado, alguna vez, a las amígdalas o a las vegetaciones adenoideas.

Sin embargo, tambien es cierto que algunas veces hay razones válidas para valorar la necesidad de extirpar las amígdalas o las adenoides:

- Respiración persistente por la boca. Es decir, cuando un niño, incluso sin estar resfriado, tiene un tamaño tan grande de las adenoides como para impedirle que pueda respirar normalmente por la nariz.

- Ronquidos intensos. Cuando el tamaño de las vegetaciones sea la causa, deben ser extirpadas. En los casos severos, los ronquidos están asociados a retracciones de los espacios entre las costillas (tiraje) y se interrumpen por episodios de falta de respiración (apnea del sueño).

- Alteraciones del habla. La voz del niño puede amortiguarse si las amígdalas son muy grandes, o puede volverse hiponasal (sin resonancia) si son las adenoides las que están demasiado grandes.

- Dificultades persistentes para la deglución. Cuando las amígdalas parecen estar tocándose entre sí y el niño tiene problemas al tragar.

Es evidente que esta información debe aceptarse, en general, como un criterio de orientación y que los padres, consultarán, si procede, cada caso en particular.

Adaptado de B.D. Schmitt, M.D. "Your Child's Health".