En España se podrían estar realizando, cada año, entre 120,000 y 630,000 resonancias magnéticas lumbares innecesarias; es decir, entre una y dos de cada tres, según los resultados de un estudio publicado en la revista Radiology y realizado por la Red Española de Investigadores en Dolencias de la Espalda y la Fundación Kovacs.
Las conclusiones de este trabajo son que las resonancias magnéticas lumbares sólo son moderadamente fiables para el diagnóstico de la mayoría de las alteraciones de la columna vertebral y, por tanto, las imágenes observadas en dicha prueba complementaria no pueden, de ninguna manera, ser el único factor decisivo para diagnosticar el origen del dolor de un paciente ni para determinar si tiene que ser intervenido quirúrgicamente.
El objetivo de la investigación fue determinar la fiabilidad de la interpretación de las imágenes obtenidas. Para ello, un grupo de radiólogos de hospitales de Valencia y Mallorca interpretó por separado las mismas resonancias de 53 pacientes con dolor lumbar.
Catorce días después se les pidió que volvieran a interpretar las mismas imágenes sin consultar las interpretaciones de la primera ronda.
Posteriormente se analizó el grado de coincidencia entre las interpretaciones de los distintos radiólogos sobre una misma imagen y las de un mismo radiólogo en las dos ocasiones, dando lugar a un grado de concordancia que fué calificado como "moderado". De ahí, pues, la conclusión de que las resonancias no pueden ser, en absoluto, el factor determinante para establecer el diagnóstico.
Realizar una resonancia magnética lumbar cuando no está indicada aumenta un 400% el riesgo de terminar siendo operado, genera costes superfluos y listas de espera injustificadas para quien realmente la necesita.
En resumen, los avances tecnológicos son imparables y nadie duda que, en el mundo de la medicina, cualquier prueba complementaria que ayude a confirmar el diagnóstico de una enfermedad facilitará al médico su labor a la hora de decidir el tratamiento más adecuado.
Sin embargo, los padres, los propios pacientes cuando ya son adultos y los futuros médicos deben saber que, toda la tecnología disponible no es aún, en la actualidad, tan eficaz como para que pueda considerarse capaz de sustituir, desplazar o alterar la información que un médico recoge como resultado de una historia clínica bien elaborada.
Es cierto, no obstante, que la excesiva presión asistencial, la masificación de las consultas, la escasez de personal médico, etc., etc. pueden conducir casi inevitablemente a la utilización de las pruebas complementarias como un recurso legítimo para compensar, de alguna forma, el tiempo que un médico necesita para oir y ver a un enfermo.
A pesar de todo, durante, al menos estas primeras décadas del siglo XXI, las pertinentes preguntas al paciente o a sus padres o familiares y una exploración física minuciosa serán no solamente un paso previo ineludible sino, en muchas ocasiones, más que suficientes para llegar a un diagnóstico y tratamiento acertados, afortunadamente.
Adaptado de N. Alonso. SRD. May 2010: 13-14.