La tecnología lo está cambiando todo. Los coches van a conducir solos, los frigoríficos harán la compra sin preguntarnos y podremos recuperar un recuerdo perdido de nuestra niñez buscando en la tarjeta SD de nuestro cerebro. La biotecnología, por su parte, logrará no menos maravillas: imprimiremos en 3D órganos compatibles con nuestro cuerpo y, según algunos optimistas, seremos capaces de aprender idiomas tomando pastillas.
Este paisaje futurista a unos les parecerá deseable y a otros disparatado, pero