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"Solo dos legados duraderos podemos aspirar a dejar a nuestros hijos: uno, raíces; otro, alas" (Hodding Carter)

domingo, 31 de mayo de 2009

"Un cachete a tiempo".

Una original e inesperada medida legislativa eliminó a finales de 2007 dos artículos del Código Civil que concedían a los padres la potestad de "corregir razonable y moderadamente" a los niños. Según los legisladores, se pretende así prevenir el maltrato infantil por parte de padres y educadores. Desde un punto de vista práctico, queda desautorizada la cobertura legal del cachete.

Esta medida parece dejar a los padres sin potestad para reprender a sus hijos -con o sin cachete-. Es decir, con la sana intención de "prevenir el maltrato infantil" se ha elegido, erróneamente, la opción de suponer que los padres en su labor educativa iban a recurrir a métodos que atentaran contra la seguridad de sus propios hijos.

El argumento de que "frente a la corrección debe imponerse el respeto" suena bien pero, pensando con el sentido común de padres normales, no se tiene en pie si consideramos la cantidad de circunstancias implicadas en la imprescindible regulación de la conducta de un niño.

Padres, profesores y pediatras son testigos de lo que se puede calificar como progresiva mala educación de niños y adolescentes. Un ejemplo: la experiencia del Dr. Benjamín Spock. Este pediatra norteamericano, de enorme popularidad e influencia, autor del libro "Baby and child care", traducido a más de 30 idiomas y con más de 50 millones de ejemplares vendidos, propuso la más absoluta permisividad en la educación del niño. Su insistencia en el cariño en vez de la disciplina condicionó enormemente la actitud de la sociedad del mundo occidental ante la infancia durante la segunda mitad del siglo XX. El resultado: una generación de jóvenes maleducados. El comportamiento radical de los jóvenes de los años sesenta y el desastre del movimiento hippy obligaron al Dr. Spock a revisar su posición hasta el punto de manifestar que "los niños necesitan normas y los padres tienen derecho a ser respetados".

Por tanto, una disciplina con sentido común es compatible con el cariño. Es importante que se vea como enseñanza y no como castigo: el niño se va a sentir más seguro y aprenderá a diferenciar entre lo que es correcto y lo que no. Y un afectuoso cachete a tiempo tambien puede ser, alguna vez, de gran ayuda. Adaptado de Dr. Carlos Marina López, pediatra y profesor de la Universidad Europea de Madrid. Pediatría Integral. 2009. Vol. XIII, núm. 2; 177.



miércoles, 13 de mayo de 2009

Sabemos hablar con los niños ?

"La distancia más corta entre el hombre y la verdad es un cuento"
(Anthony de Mello)

Cuando mi hija empezaba a leer, un día me preguntó: -papá, ¿qué es ser generoso?
Se lo intenté explicar lo mejor que pude. Le contesté que consiste en dar a los demás, en compartir las cosas, en no quererlo todo para tí ...
Mientras se iba corriendo a jugar, me dijo que lo había entendido, pero unas semanas después volvió a preguntarme: -papá, ¿qué era lo de generoso?
Batalla perdida, pensé. Quizá lo entendió en su momento, pero ya lo había olvidado. Así que esta vez probé de otra manera: le conté una breve historia de su abuela, como ejemplo de generosidad. Escuchó atentamente con los ojos abiertos como platos mientras sonreía. Esta vez sí noté que lo había comprendido y que probablemente lo recordaría para siempre.

Como adultos, estamos acostumbrados a comunicarnos mediante explicaciones. Y, por extensión, las utilizamos tambien con los niños. Pero la mente infantil es poco sensible a este método. A los niños les cuesta entrar en el significado de los conceptos, y aunque los puedan entender, los olvidan rápidamente. Por eso tenemos que repetirles doscientas veces las cosas para que las asimilen. En realidad, no les interesa nada lo que les decimos.

Pero comunicarnos con los más pequeños no es tan difícil. Exige solamente cambiar las explicaciones por los símbolos, es decir: las historias y los cuentos. Por ejemplo, podemos explicarle a un niño veinte veces la necesidad de comer verduras. Ni lo quiere comprender ni le interesa. Pero una buena historia, con un héroe que se alimenta de verduras (al más puro estilo de Popeye y sus espinacas) calará mucho más, captará mejor la idea y no la olvidará tan fácilmente.

Cuando contamos un cuento a nuestro hijo pequeño, además de educarlo o enseñarle algún concepto, obtenemos otro beneficio: establecemos con él un fuerte vínculo de cariño y, de alguna manera, nosotros mismos acabamos siendo parte la historia. El cuento tendrá la fuerza que le demos con nuestra particular manera de contarlo. Eso genera mucha complicidad con los pequeños, que querrán que les repitamos el cuento una y otra vez, exactamente con las mismas palabras y con la misma entonación, con los mismos gestos; sólo para disfrutar del momento. Es exactamente igual a lo que nos pasó a nosotros de pequeños con los cuentos de nuestros padres y que esperábamos con impaciencia cada noche.
La mente infantil es especialmente sensible a la fantasía. Y lo que es más importante, como son muy listos, son perfectamente capaces de conectar esa fantasía a la vida real. Es decir, aprenden de un cuento porque el niño se lo imagina, lo relaciona con su propia vida. Además, las historias y los cuentos mueven emociones. Eso es algo que difícilmente se consigue con una explicación. Y mover sentimientos es una clave esencial para el recuerdo. No sólo en los niños, sino tambien en los adultos. Las cosas que sólo se entienden, se olvidan. Las que se sienten, se recuerdan para siempre. Adaptado de Ferran Ramon-Cortés. El País Semanal. 2009, núm. 1700;28-30.

viernes, 1 de mayo de 2009

La telepediatría, cada vez más cerca.

En el último Congreso Nacional de Pediatría (Tenerife, 16 de octubre de 2008), se ha presentado, por primera vez, una sesión dedicada al presente y futuro de la telepediatría.
Las tecnologías de la información y la comunicación están permitiendo, gracias a la calidad de la transmisión de imágenes y sonido, que para la atención médica no siempre sea necesaria la presencia del médico y el paciente en un mismo lugar. Es posible, por tanto, que niños y adultos puedan llegar a ser examinados, diagnosticados y tratados por una medicina de alta calidad, a miles de kilómetros de distancia, gracias a la telemedicina. Esta nueva "especialidad médica" será particularmente útil, asímismo, para zonas rurales o de difícil acceso.

La telemedicina se basa en el aprovechamiento y combinación de las telecomunicaciones y las ciencias informáticas, capaces de transmitir vídeo, audio, imágenes y documentos. Para el funcionamiento de un sistema de estas características, se requieren equipos capaces de comunicarse (videoconferencia) y un medio de comunicación seguro (red dedicada).

Además, no cabe duda que esta nueva forma de ejercer la medicina supondrá una relación mucho más directa y cotidiana entre los médicos de atención primaria y los especialistas hospitalarios. El éxito de la implantación de los sistemas de telemedicina estará relacionado con el modelo adecuado y bien adaptado, para evitar el rechazo por parte de los médicos.

Evidentemente, los pediatras, a través de internet, tienen acceso a herramientas que mejoran su formación, localizadas en web pediátricas. Sin embargo, podrán ir más allá. Por ejemplo, están apareciendo nuevos programas que permiten videoconferencias gratuitas o de bajo coste, que son muy útiles para ir adaptándose a un mundo nuevo. Los programas SighSpeed (www.sighspeed.com/es) y muy especialmente ooVoo (www.oovoo.com/es) son excelentes. Tomado de Dr. S. García-Tornel. Pediatría Integral. 2009. Vol. XIII, núm. 2; 175.