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"Solo dos legados duraderos podemos aspirar a dejar a nuestros hijos: uno, raíces; otro, alas" (Hodding Carter)

martes, 26 de abril de 2011

Papás tristes: un reto para la pediatría

Un rasgo que destaca en la actual generación de 68 millones de padres americanos es su participación con los hijos. Es decir, los estudios muestran que, en Estados Unidos, ha aumentado el tiempo que los padres dedican al cuidado infantil: desde dos horas y media por semana en el año 1965 hasta siete horas semanales en el año 2000. Incluso más que en otros países, tales como Australia, Canadá, Francia, Gran Bretaña y Holanda.

En el año 2006, el 24% de los 11 millones de niños en edad preescolar cuyas madres trabajan es cuidado por sus padres, durante el horario laboral de la madre. Por tanto, La Academia Americana de Pediatría estimula a los pediatras para que colaboren activamente con los padres, a la luz de lo que actualmente están cambiando las familias en este sentido. Sin embargo, proporcionar este apoyo no es siempre tan sencillo como pueda parecer a simple vista.

En este trabajo de Pediatrics, Davis y sus colaboradores llaman la atención sobre la forma en que la depresión afecta al comportamiento de los padres con sus hijos pequeños. De hecho, durante las visitas al pediatra, con motivo de las consultas del niño sano, han detectado cuatro comportamientos típicos: tres de ellos se consideran positivos (juegos, canciones, lectura de cuentos), pero uno es negativo (azotes). Los datos provienen de una muestra representativa a nivel nacional obtenida de un Estudio sobre el Bienestar de los Niños en Familias Frágiles. Se trata de niños nacidos desde el año 1998 al 2000.

De los 1.746 padres de la muestra, el 7% informó que había padecido un cuadro de depresión severa durante el año anterior. En estos padres deprimidos la probabilidad, por ejemplo, de leer cuentos a sus hijos se reduce a la mitad, pero la de golpear a sus hijos pequeños se multiplica por cuatro, a diferencia de los padres no deprimidos.

Para los pediatras comprometidos con el bienestar de los niños, estos datos revelan una fuerte evidencia de la importancia que supone detectar, en la consulta, una posible depresión paterna y, por consiguiente, el apoyo a los padres involucrados en el cuidado de sus hijos.

Si cada vez es mayor el papel que desempeñan los padres en las familias y se tienen datos de los efectos de la depresión paterna en los hijos, el pediatra debe dedicar la misma atención a los rasgos depresivos de los padres que la que presta a los de la depresión postparto de la madre.

Los profesionales de la salud que están convencidos de las graves consecuencias de la depresión materna en los niños de corta edad y que utilizan varios métodos para valorar los estados de ánimo de las madres tienen tasas más altas de identificación y referencias de este problema. Sin duda, los pediatras tambien coinciden en que la detección de síntomas de depresión materna forma parte de su trabajo.

Del mismo modo, todos estos factores deben tenerse en cuenta en lo que respecta a la disposición del pediatra para evaluar la salud mental de los nuevos padres. Por lo tanto, hay tres elementos importantes que se deben reconocer para actuar de manera más eficaz contra la depresión paterna. En primer lugar, la incidencia de depresión de los padres (y de las madres) parece ser más alta durante el primer año del bebé y es en esta primera etapa donde los profesionales tienen que concentrar sus energías. En segundo lugar, hay que disponer de herramientas efectivas de evaluación, tales como La Escala de Depresión Postnatal de Edimburgo (se trata de 10 diez preguntas ampliamente utilizadas para la depresión postparto, que ahora han sido validadas, con pequeños cambios, para los padres). Y en tercer lugar, aprovechar la oportunidad, cuando los padres acuden a visitar a su recién nacido en el hospital, para conocer su capacidad de adaptación.

En conclusión, el campo de la pediatría se enfrenta ahora al desafío de encontrar nuevas formas de ayudar a los padres en la crianza de sus hijos de la misma manera que apoya a las madres. Al hacerlo, se dará un paso importante hacia adelante en la mejora de la salud y el desarrollo de los niños.

Adaptado de Craig F. Garfield, MD, MAPP y Richard Fletcher, PhD. Published online March 14, 2011. PEDIATRICS Vol. 127 No. 4 April 2011, pp. 781-782 (doi:10.1542/peds.2011-0097).


domingo, 10 de abril de 2011

Traumatismos craneales por maltrato en niños: ¿hay diferencias si el agresor es hombre o mujer?

El objetivo de este trabajo es valorar cómo influye el sexo de los agresores en los traumatismos craneales de niños que han sido víctimas de maltrato y establecer, asímismo, una comparación entre las características de las lesiones provocadas, sus posibles complicaciones y la repercusión legal, según el género del maltratador.


Se realizó un estudio retrospectivo de los casos de trauma craneal por maltrato desde 1998 a 2008 para conseguir información de los datos clínicos de los pacientes y las consecuencias jurídico-legales de las agresiones.


Los resultados obtenidos fueron los siguientes: - Hubo 34 casos de trauma cerebral por maltrato cuyos autores fueron identificados, 17 de cada género.


- La media de edad de las víctimas fué de 9,4 meses.


- 32 (94%) tuvieron hemorragias intracraneales.


- En 28 casos (82%) había hemorragias retinianas (HR). La severidad de las HR se relaciona con la gravedad de las lesiones cerebrales.


- 6 (18%) fallecieron.


- La edad media de las mujeres que agredieron (34 años) fué mayor que la de los varones (27 años).


- Seis variables categóricas se asociaron con agresores del género masculino:


1) La presentación aguda de síntomas de parada cardiorespiratoria. 2) La peor evolución clínica. 3) La intervención neuroquirúrgica. 4) El fallecimiento de la víctima de maltrato. 5)La confesión del autor de la agresión y 6) La condena del mismo.


En conclusión, los agresores varones eran más jóvenes, se declararon culpables con más frecuencia y, por tanto, fueron más apropiadamente condenados. De otro lado, las víctimas de los agresores masculinos presentaban lesiones más agudas y más graves, precisaron más intervenciones de neurocirugía y sufrieron peores resultados clínicos.



Adaptado de Esernio Debra-Jensen MD, Julia Tai MD, Sylvia Kodsi MD. Published online March 7, 2011. PEDIATRICS Vol. 127 No. 4 April 2011, pp. 649-657 (doi: 10.1542/peds.2010-1770).