"Papá, mamá: ¡Me aburro!"
Esta frase, normalmente expresada en tono de queja, es un clásico de la infancia. Que levante la mano quién no la haya pronunciado o escuchado alguna vez.
La diferencia, sin embargo, es que en el siglo XX, cuando un niño manifestaba en voz alta su aburrimiento, las respuestas más comunes por parte de los padres podían oscilar entre la más completa indiferencia, un vago "ya encontrarás algo que hacer" y una frase tan contundente como: "Pues date con una piedra en la espinilla".