Es más probable que ciertos miedos aparezcan en determinadas etapas del desarrollo. Por ejemplo, los bebés suelen tener miedo de los ruidos fuertes y de las personas desconocidas; los niños de un año y medio o dos temen a las tormentas, a la oscuridad y a la separación de sus padres; los niños de edad preescolar tienen miedo de los fantasmas y los monstruos, en tanto que los de edad escolar temen al castigo, al fracaso y a hacerse daño o una lesión física, por ejemplo, tras una caída accidental.
Sin embargo, las fobias son miedos exagerados sin una realidad que los justifique, provocan ansiedad y preocupación excesiva en el niño, duran como mínimo seis meses y afectan al comportamiento normal. Es decir, los pequeños pueden no reconocer que el miedo no es razonable y llegan a manifestar su ansiedad aferrándose a quien los acompaña o con rabietas y llanto. Por tanto, las fobias se suelen acompañar de al menos uno de los siguientes síntomas: inquietud, irritabilidad, tendencia a cansarse con facilidad, tensión muscular, dificultad para concentrarse o trastornos del sueño.
Según los estudios realizados sobre poblaciones numerosas, la frecuencia de las fobias varía del 6 al 20% y las más típicas son: miedo excesivo a los animales (arañas, serpientes, insectos o perros) y a las inyecciones o agujas y heridas sangrantes.
Respecto al tratamiento de los miedos infantiles, los padres pueden manejarlos con la orientación del pediatra. Las fobias exigen una intervención más profunda del pediatra, psicólogo o psiquiatra infantil.
A continuación se citan diversos modos de cómo los padres pueden ayudar a que sus hijos se sobrepongan a sus miedos:
1.- Identifique el problema. ¿Qué es exactamente lo que el niño teme? Haga una lista de los posibles miedos.
2.- Empiece de cero. Ayude al niño a despejar su mente de miedos del pasado. Haga una lista de las cosas que le pueden hacer más fácil enfrentarse al miedo.
3.- Ayude a su hijo a relajarse, a hacer una pausa o a cambiar de actividad o de juego.
4.- Haga un esfuerzo para que su hijo se sienta cómodo y con sensación de seguridad y confianza.
5.- Limite su atención a los medios de comunicación. Nuestra cultura abunda en mensajes atemorizantes.
6.- Consiga que el pequeño desaloje los miedos de su mente desviando su atención hacia algo divertido, interesante o que le haga ilusión.
7.- Hable con su hijo de una manera tranquila y comprensiva que le estimule a decir lo que teme.
8.- No subestime ni ridiculice el miedo del niño.
9.- No permita que el niño evite lo que desencadena su miedo. La evitación genera más ansiedad.
10.- Y, por último, procure no expresar sus propios temores delante de su hijo.