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"Solo dos legados duraderos podemos aspirar a dejar a nuestros hijos: uno, raíces; otro, alas" (Hodding Carter)

sábado, 12 de julio de 2008

"Mi bebé ya sabe nadar".

Los programas acuáticos para lactantes y niños pequeños son cada vez más populares. Se calcula que, solamente en Estados Unidos, de 5 a 10 millones de lactantes y preescolares participan formalmente en estos cursos, que están enfocados hacia la adaptación al agua y las aptitudes para la natación e incluyen, asímismo, información sobre seguridad en el agua dirigida a padres y cuidadores.

Aunque son motivo de diversión para padres e hijos, los cursos no están diseñados para enseñar a los niños a que se salven por sí solos en el agua.

Sea cual sea el diseño o el objetivo de todos estos cursos, no pueden lograr que los niños pequeños comprendan los riesgos del agua ni pueden emplear estrategias adecuadas para evitarlos.

Los programas que afirman lograr que los niños estén seguros en el agua o a salvo de ahogarse deforman las posibilidades reales y ofrecen a los padres un falso sentido de seguridad sobre la permanencia de su hijo en el agua.

Las habilidades para la natación (es decir, la capacidad para realizar movimientos normales para nadar) deben diferenciarse de las que se necesitan para lograr la seguridad en el agua (es decir, la flotación para salvarse, la "natación" con conservación de fuerzas y, tambien, la conducta de seguridad fuera de la piscina). Sin un adiestramiento específico, los niños pueden realizar movimientos rudimentarios de natación cuando cumplen, aproximadamente, un año de edad. Los tipos de movimientos que muestra el niño al principio no son los tradicionales de la natación, sino que se trata de movimientos más básicos, similares al chapoteo de los perros.

Un estudio efectuado por Blanksby comunicó que las habilidades para nadar pueden adquirirse más fácilmente una vez que el desarrollo motor ha alcanzado el nivel de los 5 años de edad. Aunque algunos niños pueden aprender a nadar antes, los niños menores de 4 años requieren períodos más largos de adiestramiento para aprender estas técnicas y se hallan limitados por su menor capacidad neuromuscular. Además, cuando la enseñanza trata de mejorar el aprendizaje mediante la disminución del miedo al agua, los niños pueden ser incitados inconscientemente a meterse en el agua sin supervisión.

Sea cual sea el nivel de competencia de los lactantes y niños pequeños en el agua o en sus inmediaciones, es necesario que exista una supervisión estrecha y constante por parte de un adulto para evitar accidentes de ahogamiento total o parcial. Incluso un lapso muy breve sin vigilancia puede tener trágicas consecuencias. Se ha propuesto el concepto de "supervisión por contacto", es decir, se requiere que el niño esté en todo momento al alcance de la mano de la persona que lo cuida. Adaptado del Comité de Medicina Deportiva de la Academia Americana de Pediatría. Pediatrics (ed. esp.) Vol. 49, núm. 4, 2000; 267-269.