- No me des todo lo que te pido.
- No me grites. Te respeto menos y me enseñas a gritar a mí también.
- No me des siempre órdenes. Si a veces me pidieras las cosas, yo lo haría más rápido y con más gusto.
- Cumple las promesas buenas y malas.
- No me compares con nadie.
- No cambies de opinión tan a menudo sobre lo que debo hacer. Decide y mantén esa decisión.
- Déjame valerme por mí mismo. Si haces todo por mí, yo nunca aprenderé.
- Cuando haga algo malo, no me exijas que te diga el porqué. A veces ni yo mismo lo sé.
- Cuando estés equivocado, admítelo. Crecerá la buena opinión que tengo de ti y me enseñarás a admitir mis equivocaciones.
- Cuando te cuente un problema mío, no me digas "no tengo tiempo para bobadas", o "eso no tiene importancia". Trata de comprenderme y ayudarme.
- Y quiéreme. Y dímelo. A mí me gusta oírtelo decir, aunque tú no creas que es necesario decírmelo.
Tomado de Jenny Moix, autora de "Más que Premios y Castigos". El País Semanal. Nº 1.879; 23-24.