...

"Solo dos legados duraderos podemos aspirar a dejar a nuestros hijos: uno, raíces; otro, alas" (Hodding Carter)

sábado, 31 de agosto de 2013

¿El sistema educativo de la escuela asfixia la creatividad de los niños?

Todos tenemos una faceta imaginativa que despierta en la infancia y va apagándose con los años. Algunos creen que las reglas escolares castran, otros expertos subrayan sus beneficios.

Tendemos a ver la creatividad como algo que solo está al alcance de unos pocos privilegiados. Así lo interpretó en 1999 el psicólogo social Howard Gardner. Sin embargo, con los años se va imponiendo la visión democrática de Ken Robinson. En opinión de este educador, "todo el mundo es capaz de tener éxito en algún área si se dan las condiciones precisas y se ha adquirido un conocimiento relevante y unas habilidades". Hasta ahí, todos satisfechos. El problema llega ahora.
Según Robinson, la escuela mata esta creatividad y al profesor le interesa que se conteste únicamente el contenido del temario, lo cual provoca la frustración de aquellos niños que son más arriesgados y a los que les gusta improvisar. Esto provoca que cada vez se atrevan menos a pensar de manera diferente por miedo a equivocarse. Todo ello, en opinión de Ken Robinson, tiene su origen en una escuela anacrónica concebida durante la revolución industrial, basada en la producción en cadena. Un esquema que casa mal con una sociedad que se apoya cada vez más en los servicios y el conocimiento.

El filósofo José Antonio Marina, en el blog de su proyecto Observatorio de la Innovación Educativa, se muestra disconforme: "Este tema no se puede despachar a la ligera. No se puede desprestigiar la respuesta correcta, como hace Robinson. No hay solución creativa a la tabla de multiplicar, ni se puede mezclar Napoleón con Harry Potter en un relato histórico".

La autora de Creatividad Inteligente: guía del emprendedor (Pearson, 2012), Beatriz Valderrama, opina que la escuela mata la creatividad si tiene un punto de vista tradicional y se aplica la metodología de siempre. "Es bueno ir a la escuela infantil. Tiene grandes beneficios sociales y desde el punto de vista del conocimiento. Estar con otros niños les despierta la inteligencia emocional. Conocen otros mundos, aprenden a compartir y desarrollan capacidades motrices".

Algunos informes muestran que la escolarización temprana mejora el rendimiento académico, pero los principales factores determinantes del rendimiento escolar siguen siendo el origen social y el nivel formativo de los padres.

La Enciclopedia de malos alumnos y rebeldes que llegaron a genios de Pouy, Bloch y Blanchard, pasma con un listado de personalidades que, curiosamente, solo incluye un nombre femenino, Agatha Christie, la reina de la novela negra. El físico Stephen Hawking no aprendió a leer hasta los ocho años; Evariste Galois, padre del álgebra moderna, no pasó dos veces la prueba de acceso a la Escuela Politécnica de Paris; de John Gurdon, reciente Premio Nobel de Medicina, la elitista escuela de Eton escribió: "no tiene posibilidad de estudiar una especialidad. Sería una pérdida de tiempo para él y para los que deberían enseñarle". Thomas Edison, inventor de la bombilla eléctrica y que obtuvo más de mil patentes, estudió en casa con su madre porque fué expulsado del colegio ... La lista es interminable: pintores (Dalí, Picasso, Cezanne, Leonardo), escritores (Dumas, Balzac), músicos (Verdi, Debussy) o mandatarios (Napoleón, Churchill). Y no faltan genios contemporáneos -demostrando que al menos en las últimas décadas el sistema también ha fallado- como Larry Ellison, Bill Gates y Steve Jobs.

El niño convive de forma progresiva con el mundo desde que empieza a comer y dormir, y estas primeras etapas tempranas son especialmente arriesgadas, pioneras y prometedoras. Es lo que el psicoanalista S. Freud llamaba "inteligencia radiante". Mientras que Goethe, en la misma línea, aseguró: "Si los niños continuaran creciendo con la misma fuerza, contaríamos con cientos de genios".

Las maestras de infantil Arantza de las Heras y Rosa Fernández se dieron cuenta en cuanto empezaron a ejercer de que "perdían" algunos niños de tres años cuando se les obligaba a sentarse a hacer fichas y seguir un libro. Así que en las aulas del colegio público Aldebarán en Tres Cantos (Madrid) los alumnos de cinco años desarrollan su creatividad cada uno a su ritmo. Cada mañana se reúnen en asamblea y deciden qué quieren hacer, y las maestras encauzan sus deseos. "No se trata de decir: haz lo que quieras. Le planteas preguntas y luego él opta por lo que quiere hacer". Sin olvidar que a través del conocimiento del sistema solar, por ejemplo, se puede introducir lógica matemática o lecto-escritura.

Montse Julià, directora del centro Montessori-Palau (Girona), cree en la teoría de Robinson. "El niño no puede estar sometido a una rutina de asignaturas en un colegio en el que únicamente se le enseña a obedecer unas órdenes. Por eso en las enseñanzas infantil y primaria de su colegio cada uno va por libre -"el tiempo es fundamental para que las ideas fluyan"-.

El maestro del método Montessori planifica algo nuevo cada dos días, y cada cual decide si va a hacer sumas, leer o aprender ortografía. "Solo hay un horario para el comedor y para clases especiales: educación física, música ...", cuenta Juliá. "Es muy positivo. Los fundadores de Google cuentan en un vídeo que han sido innovadores porque con Montessori tuvieron flexibilidad en el aula, espacio para pensar".

Caroline Sharp en su artículo Desarrollando la creatividad infantil: ¿qué podemos aprender de la investigación? sostiene: "Hay que tolerar la ambigüedad, plantear preguntas con distintas respuestas, animar a la experimentación y a la persistencia y felicitar al niño ante una contestación inesperada. Todo esto sin peder de vista que el alumno tiene además que aprender a juzgar cuándo es apropiado discrepar y cuándo debe mostrarse de acuerdo".

La pregunta que se plantean los expertos es: ¿cuándo los niños empiezan a perder el asombro y las ganas de aprender que les hace creativos? Coinciden en que esto sucede hacia los seis años de edad. Lo que no parece tener respuesta clara es si ocurre por mera madurez o por las convenciones sociales impuestas en el aula.

Desarrollar su inteligencia emocional en tan importante como su faceta creativa. Por eso en Tres Cantos tienen colgados en la puerta carteles con cinco estados de ánimo. Cada mañana expresan sus emociones, que cambian a lo largo de la jornada, colocando su nombre debajo de un estado. No falla, después del recreo varios muestran su enfado.

Es indiscutible que la infancia es la mejor edad para aprender a aprender y para sentar las bases de la cooperación y la resolución de problemas, pero hay quien ha empezado a poner en duda que sea la etapa de la vida más creativa. Mark Brackett, director del Centro de Inteligencia Emocional de la Universidad de Yale, lo planteaba hace unos días: "Hay también informes que dicen que la creatividad crece cuando eres adulto porque te conoces mejor a tí mismo, a tus emociones".

"Yo siempre he tenido clara la importancia de la creatividad, pero mucha gente no. Quizá desde que llegó la crisis y se empezó a hablar de capacidad para emprender, la cosa cambió y hay más interés por la capacidad de crear", argumenta Iñigo Sáenz de Miera, director general de la Fundación Botín, que pone en marcha cada curso talleres creativos en 80 colegios.

"La creatividad es una forma de mirar y resolver los problemas de la vida. Hay que cambiar la actitud. Sirve para todo en la vida: para solventar conflictos, innovar, relacionarse mejor", anima la prof. Valderrama, que trabaja esta faceta en un máster de Educación Secundaria para futuros maestros. Ella observa como estos estudiantes desconfían de tener capacidades creativas y trata de estimularlos para que venzan esta barrera. "La creatividad no es únicamente un talento innato. Hay que exponerse a estímulos creativos, pararse a pensar, cuestionarse las cosas. Balzac decía: 'No existe talento sin gran voluntad'. Y tenía razón. Parece magia que un día a un inventor se le encienda la bombilla, cuando detrás hay muchas horas de trabajo. Se necesita compromiso y pasión".

Creatividad pero con los pies en el suelo. El doctor Frank Emanuel Weinert, que trabaja con niños superdotados, lo describe así: "Kant decía que no se puede llegar a viejo sin haber creado hábitos a modo de esqueleto. No puede ser que cada día haya que encontrar razones para lavarse los dientes. Eso no lo aguanta la naturaleza humana".

Lo que está claro es que el papel que juegue el maestro es de vital importancia. La buena escuela no asfixia la creatividad.


Adaptado de Elisa Silió. El País. Sociedad.