Cuando salen juntos, los jóvenes suelen practicar un divertido juego, socialmente aceptado, que consiste en ir haciendo turnos para acercarse a la chica que más le gusta a cada uno de ellos y si son rechazados, regresan a celebrar el intento realizado. "Vamos a por el no", se llama el entretenimiento. Y, por supuesto, si alguno consigue ligar también celebran el éxito. Lo que tiene de interesante este juego,
además de la sana diversión, es el hecho de obtener un merecido y digno premio al valor de afrontar ese temor, a la vez que desarrollan habilidades, ganan confianza en sí mismos y fortalecen su resistencia al fracaso. No es poca cosa.
además de la sana diversión, es el hecho de obtener un merecido y digno premio al valor de afrontar ese temor, a la vez que desarrollan habilidades, ganan confianza en sí mismos y fortalecen su resistencia al fracaso. No es poca cosa.
Esta práctica tiene mucho que ver con nuestra disposición a asumir riesgos, un asunto que ha sido investigado en multitud de ocasiones. Son objeto de estudio, por ejemplo, los emprendedores o los que practican deportes extremos. La cuestión es la siguiente: ¿afrontar sin miedo la incertidumbre es algo innato o se adquiere con los años? Los científicos que lo consideran un factor genético hablan del "gen tomador de riesgo". Pero quienes sostienen que se puede, al menos en cierto grado, aprender con el tiempo, muestran estudios donde, por ejemplo, los niños formados en hogares con padres más educados tienen una mayor propensión a adaptarse al azar que los que no. De modo que al haber adquirido desde pequeños una mayor capacidad para valorar correctamente las consecuencias de cada decisión, ven potenciada la seguridad en sí mismos.
En lo que sí hay acuerdo es que esta disposición para encarar el riesgo tiende a disminuir en ambos géneros a medida que nos vamos haciendo mayores. En cualquier caso, está claro que merece la pena hacer un esfuerzo para enfrentarse a determinadas decisiones. Hay que intentar salir, cada cierto tiempo, de nuestra zona de confort y explorar nuestros propios límites. Evidentemente, estamos hablando de 'riesgos', no de imprudencias ni temeridades.
Hay gente que no se 'arriesga' ni a probar un nuevo plato en el menú de un restaurante o a empezar una conversación con un desconocido que, por alguna razón, le ha llamado la atención. ¿Cuántas veces ha abandonado un lugar arrepintiéndose de no haber intercambiado unas palabras con alguien que estaba allí simplemente porque no se atrevió a acercarse a él o a ella? Eleanor Roosevelt aconsejaba que cada día deberíamos atrevernos a hacer algo que nos produzca miedo. Interesante y atrevida propuesta, ¿verdad? Aunque no lleguemos a ese extremo, un buen comienzo sería hacer una lista con esas inseguridades e intentar enfrentarse a ellas. Se podría llamar "mi lista de retos, de atrevimientos, o de temores". También se puede entablar una conversación familiar o entre amigos durante una cena en la que cada uno, empezando por usted, revele tres de los miedos que le gustaría superar y cómo ha pensado hacerlo. Quizás se le haya pasado por la cabeza emprender una nueva actividad, pedir un ascenso en su empresa, romper una relación que le hace daño o que no quiere ya mantener más, negarse a seguir siendo tan complaciente con los demás, mudarse a otro lugar, ... Aunque cada persona exponga diferentes cuestiones y posibles modos de llevarlas a cabo, de esa práctica compartida podría derivar un compromiso para afrontar ciertas cosas. Como hacen los jóvenes con su juego "Vamos por el no".
En una encuesta realizada en numerosos países, el sondeo de opinión Gallup reveló que el 61% de los españoles (el porcentaje más alto) está "dispuesto a asumir cualquier riesgo para lograr lo que quiere". Con toda probabilidad, este resultado hace justicia a uno de los mejores ejemplos de valentía que ha conocido la humanidad: el viaje de Colón y sus seguidores a través de unos mares inexplorados para, al final, no encontrar lo que buscaban, sino algo mucho más grande. Este acontecimiento es toda una lección sobre las virtudes de afrontar el peligro de lo desconocido.
Mark Zuckerberg, el fundador de Facebook, ha dicho que si hay algo peligroso en esta vida, es no asumir ningún riesgo. Efectivamente, no nos damos cuenta del coste que implica no aventurarnos a nada. La búsqueda de la máxima seguridad y cautela, llevada al extremo, puede dejar de ser una virtud y convertirse en un defecto.
"Algunas veces un tren equivocado te lleva a la estación correcta".
Adaptado de Gerver Torres. Consejero de Investigación de Gallup. Psicología. EPS núm. 2103; 18-19