Alejarnos de las personas que nos hacen daño nos libera de vínculos que carecen de sentido. Pero antes de hacerlo hay que ser conscientes de la situación y saber elegir el momento y el modo adecuados.
Es evidente que nadie, en su sano juicio, quiere seguir manteniendo una relación que, con el tiempo, se ha vuelto tóxica. Sin embargo nos cuesta saber qué hacer cuando nos sentimos incómodos ante una persona o varias. ¿Cómo rechazar a alguien sin que se sienta herido? ¿Existe alguna manera de cortar un vínculo que se ha vuelto tóxico sin provocar una guerra?
Quizás, una dificultad añadida puede estar basada en la suposición de que la mayoría hemos sido educados, de una u otra manera, para gustar y complacer a todo el mundo.
Lo que en un entorno social se soluciona con un alejamiento discreto y progresivo resulta mucho más complicado si la ruptura implica a un familiar directo o a un amigo íntimo, especialmente cuando el otro no capta las señales. Trazar aquí una línea de separación es una tarea especialmente dura. Vittorio de Sica decía: "la Biblia nos enseña a amar a nuestros enemigos como si fueran nuestros amigos, posiblemente porque son los mismos". Con esto apuntaba a que las personas más cercanas son también las que tienen más capacidad para herirnos. Sin duda, mantener una relación dolorosa o tormentosa a cualquier precio, para seguir unidos o por miedo al daño que provoque la ruptura es amargar el presente y alimentar un conflicto latente. Y llegará un momento en el que el pozo de la paciencia se desborde ocasionando un tsunami emocional.
Tampoco sería buena idea escribirle una carta o enviarle un e-mail con todo lujo de detalles sobre lo que nos molesta de él o de ella. Casi nadie está preparado para soportar una visión negativa de uno mismo. Sin embargo, una vez que se llega a la situación extrema ya nos resulta indispensable, por un medio u otro, expresar nuestros sentimientos, aunque la otra parte no esté preparada para oír nuestra verdad. En estos casos, la escritora y conferenciante Eva Sandoval propone soltar directamente la frase: 'Te quiero pero no te aguanto'. Quizás la segunda parte suene demasiado agresiva y se podría recurrir a otras expresiones más conciliadoras como por ejemplo: 'en este momento no nos entendemos y esta relación ahora nos hace daño a los dos'. Desde luego, si lo comunicamos de una manera sincera y respetuosa, no es necesario añadir nada más. Señalar las faltas del otro equivale a poner clavos en un cierre que ya de por sí es traumático. Cuando los nervios están a flor de piel no hay que decirlo todo. Basta con expresar cómo nos sentimos y transmitir de forma sencilla nuestra decisión.
De todas formas, por muy cuidadosos que seamos con la gestión de la crisis y aunque pidamos una pausa para retomar la relación más adelante, tenemos que estar preparados para asumir el enfado de la otra persona y sus consecuencias. Es inevitable que duelan los reproches y acusaciones de aquellos a los que hemos querido.
Aunque en el momento de la ruptura hay pocas palabras que sirvan de alivio o consuelo, recordemos una frase de T. N. Hanh: "Los sentimientos de cada uno de nosotros vienen y se van como nubes en el cielo durante un día de viento".
En todo caso, aprendamos que debemos dejar a cada cual recorrer su propio camino.
Adaptado de Francesc Miralles. Psicología. EPS núm. 2132; 24-25.